viernes, 8 de diciembre de 2017

CIENCIA. La buena y aburrida repetición frente a la impaciencia del entusiasmo




En 2009 se otorgó el Premio Nobel de Medicina conjuntamente a Elizabeth H. Blackburn, Carol W. Greider y Jack W. Szostak por el "descubrimiento de cómo los cromosomas están protegidos por telómeros y la enzima telomerasa". Esa actividad telomerasa tiene un papel muy relevante en la reproducción celular, estando implicada tanto en procesos de envejecimiento como en el desarrollo del cáncer.  

Un premio Nobel puede permitirse cambiar radicalmente su campo de investigación. Abundan los ejemplos, como Francis Crick o Susumo Tonegawa. Y Jack W. Szostak se centra ahora en estudiar el origen de la vida. Algo tan enigmático ocurrió y no es observable, pero sí es factible realizar experimentos que permitan inferir un modelo plausible de cómo aconteció.  

1953 fue un año importante para la Ciencia (también para mí por una razón personal). Quizá el mayor hito acaecido entonces fue una carta publicada por Nature en la que Watson y Crick mostraban su célebre modelo estructural del ADN. También fue en ese año cuando, en el laboratorio de Urey se realizó un experimento conducido por Stanley Miller y publicado en Science, mostrando que, en condiciones ambientales que pretendían simular la atmósfera primitiva (una mezcla de agua, metano, amoníaco e hidrógeno), por medio de altas temperaturas y campos eléctricos intensos se obtenían moléculas bioquímicamente importantes como los aminoácidos. Ha de tenerse en cuenta que entonces, a pesar de la importancia que cobraba el ADN, había un sentimiento bastante generalizado de que eran las proteínas quienes portaban la información genética, por lo que la aparición abiótica de sus constituyentes, los aminoácidos, facilitaba la perspectiva materialista iniciada por el ruso Oparin sobre el origen de la vida en la Tierra. Otros experimentos posteriores, entre ellos los realizados por el español Joan Oró, revelaron que también podían sintetizarse así, abióticamente, las bases de ácidos nucleicos. 

Si fueron necesarios los experimentos de Pasteur para negar la generación espontánea de vida en su época, y en general, son necesarios otros experimentos que permitan imaginar un modelo de generación espontánea de ella “ab initio”. Y a eso se dedicaron Szostak y su equipo, siguiendo las ideas sostenidas por Miller y las sugerencias realizadas por Carl Woese y, principalmente, Walter Gilbert, de que el material genético primigenio no fue el ADN sino el ARN (se hablaba de un mundo de ARN).  

Szostak y su grupo realizaron en su laboratorio unos experimentos que sugerían la posibilidad de una reproducción molecular basada en el ARN y facilitada por un polipéptido sencillo. Desde ese apoyo experimental, la contemplación del origen de la vida parecía ser factible, aunque hubiera que refinar mucho el modelo, incluyendo el cambio posterior del ARN por ADN como material genético y demás complicaciones que vendrían después. Sus experimentos sostenían un modelo aparentemente aceptable del origen de una autorreplicación asociada a la vida; algo muy relevante que se publicó en Nature Chemistry en 2016; tan relevante que llegó a recogerse en el excelente libro de Mukherjee sobre el gen. 

Pero ocurre que la Ciencia requiere la reproducibilidad, algo que tiende a olvidarse en exceso últimamente. Tras la publicación, una de las integrantes del equipo, Tivoli Olsen, quiso repetir los experimentos (a saber por qué) y se encontró con que los resultados se habían interpretado mal; dicho de otro modo, no había nada de lo que se pretendía haber encontrado. No era fraude sino prisa.

Un entusiasmo inicial nubló la vista e indujo a publicar como relevante un artefacto, con la consiguiente retractación posterior del artículo (“We have been unable to reproduce observations suggesting that arginine-rich peptides allow the non-enzymatic copying of an RNA template in the presence of its complementary strand. We now understand that the data reported in the published article are the result of false positives”)

El chismorreo que abunda en Facebook afecta también a los científicos, incluyendo este tipo de cosas, existiendo al menos una página dedicada a retractaciones científicas; se trata de “Retraction Watch”  Uno de esos cotilleos, el inducido por la retractación de tan célebre artículo, fue divulgado incluso por Nature Briefing.

Ha de reconocérsele a Szostak la honestidad de retractarse de una publicación después de que alguien de su equipo viera las imperfecciones del trabajo. Pero, a pesar de eso, hay una lección importante en este caso, que no es único. Se trata del riesgo de la impaciencia. Si un premio Nobel no es capaz de amortiguar su entusiasmo ante lo aparente, poca paciencia podemos esperar de muchos investigadores que tienen como meta publicar en vez de buscar la verdad.

Estamos ante un caso en que se nos muestra a dónde pueden llevar las prisas y el entusiasmo por ser el primero en publicar un hallazgo especialmente interesante. 

El método científico requiere algo que cada día escasea más, la reproducibilidad, que se logra con la repetición. Es habitual que, en Física de partículas, se dé esa repetición disminuyendo así progresivamente la probabilidad de que algo, una relación entre variables, la aparición de una nueva partícula, etc., pueda deberse al azar. Repeticiones y más repeticiones van conduciendo el valor de esa significación estadística, la célebre “p”, a niveles que pueden llegar a la billonésima. En el campo de la experimentación biológica y médica hay, por el contrario, la tendencia a conformarse con una “p” relativamente bastante alta para concluir sobre una relación entre variables (p < 0.05). 

Otro elemento es importante y es la paciencia. Lo asombroso, aunque se espere, puede apresurar a publicar algo que no llega a ser evidente. En este caso, parece haber sido esa impaciencia la que motivó el innecesario descuido de alguien que había sido galardonado con el premio Nobel, alguien que, por otra parte, no es la primera vez que se retracta de un artículo.

El panorama de la investigación científica tiene algo de inquietante porque no asistimos a la buena repetición, la que soporta una evidencia, sino a la frecuente repetición de lo peor como comportamiento que busca el prestigio antes que la verdad. Es dudoso que sea sólo la honestidad la que ha conducido tantas veces a retractarse de publicaciones que en su día fueron impactantes. Los investigadores no son insensibles a envidias y otras miserias humanas.

Este ejemplo, como tantos otros, incluyendo casos célebres de puro fraude, incitan a reconsiderar la educación de los jóvenes, se dediquen o no a la investigación científica. Se trata de mostrarles la bondad del método científico cuando es claramente respetado. Y se trata de imbuirles de la ética que le es exigible tanto a quien se dedica a la ciencia como a quien la financia, la interpreta y la aplica. 

Mientras se siga alentando la competitividad y el afán de prioridad, crecerá en la misma proporción la ciencia basura. Es muy probable que quien aspire a ser científico logre serlo mucho mejor siendo educado en la lectura de los clásicos que en un laboratorio, aunque ambas actividades sean perfectamente compatibles.

9 comentarios:

  1. Querido Javier: como siempre, tus posts nos ilustran sobre cuestiones maravillosas. Admiro no solo tus amplísimos conocimientos, sino también la capacidad de transmitirlos con una sencillez que no escatima el rigor.
    ¡Qué apasionante es comprobar que los científicos (incluso los premios Nobel) , finalmente son sujetos del inconsciente como cualquier hijo de vecino!
    Lacan distinguía con gran agudeza entre la ciencia y lo que él denominaba “el deseo del científico”. Definía a este último como “un deseo que nada quiere saber sobre su propia causa”. Dicho de otro modo, el científico nada quiere saber sobre aquello que causa su deseo de saber. Esto puede parecer un juego de palabras, pero es bastante más que eso. El deseo de saber del científico no es un deseo puro, si acaso tal cosa existiese. Es un deseo “contaminado” por los fantasmas inconscientes. El método científico puede muy bien “garantizar” la objetividad de un experimento, pero los resultados, luego de atravesar numerosas pruebas, lecturas y verificaciones (posiblemente automatizadas mediante programas informáticos de alta sofisticación), deben llegar a las manos de un ser hablante, en este caso un científico, quien habrá de traducirlos en una conclusión. Allí es donde las cosas se complican un poco, puesto que no existe ningún método científico capaz de someter a tal control el deseo que actúa en el inconsciente del hombre de ciencia. ¿Cuál es la razón por la cual alguien desea descubrir el origen de la vida? Desde luego, no es necesario saberlo. Ningún científico tiene el deber de conocer la razón última por la cual ha elegido investigar esto o aquello. No obstante, esa causa existe, y condiciona su acción. Por supuesto, ello no significa que desconocer esa causa de lugar a conclusiones erróneas. Pero la inversa sí es válida: es probable que toda conclusión errónea sea, en el fondo, la consecuencia de varios factores, entre los cuales el deseo inconsciente del científico cumple un importante papel.
    No me atrevo a decir cuál podría ser el deseo inconsciente que llevó a Szostak a querer saber sobre el origen de la vida, pero sospecho lo que Freud habría opinado ante un caso semejante. Hace ya más de un siglo que afirmó con absoluta rotundidad que uno de los mayores enigmas que modelan el psiquismo del ser humano es la pregunta infantil: “¿De dónde vienen los niños?”.
    Un abrazo,
    Gustavo

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    1. Querido Gustavo,
      Muchas gracias por tu comentario.
      Iluminas a la perfección, como es habitual, lo que está en juego. Como bien señalas, también los científicos son “ sujetos del inconsciente como cualquier hijo de vecino”. A veces se ve mejor, a veces peor, pero esa mirada es facilitada por tu sabia perspectiva.
      La diana a la que apuntas de modo certero es esa, la del deseo. No siempre es la verdad que la Naturaleza esconde, sino algo distinto y desconocido para quien desea, algo que tiene que ver con él, con su subjetividad, tanto como se defiende la pretendida objetividad del científico.
      La Historia de la Ciencia está llena de ejemplos en los que tú percibirías algo bien diferente a lo que se suele presentar. Hablar de “carrera científica” tiene sentido demasiadas veces, todas en las que lo que importa no es sólo descubrir algo importante sino hacerlo antes que otro o enmendarle la plana a ese otro. En campos distintos, en épocas diferentes, siempre hubo narcisismos en colisión. Se puede ser un gigante, como Newton, sin que eso impida que se sea herido por alguien como Leibniz, que tampoco era tonto. Mucho más recientemente, hasta en el mismísimo acto de compartir un Nobel, hay quien no disimula su aversión ante el otro, como hizo Golgi con ese “otro” llamado Cajal. Y todos recordamos las diatribas entre Luc Montagnier y Robert Gallo por la “paternidad” del descubrimiento del VIH.
      No hay, como dices, el “deber” de conocer la causa por la que se investiga algo, especialmente si hay plena libertad de decisión, cosa que se restringe en investigadores jóvenes. Pero sería muy interesante para cada cual saberlo; muchos se beneficiarían sin duda del psicoanálisis y, de paso, también saldría beneficiada la Ciencia misma.
      Tu prudencia te evita expresar el deseo inconsciente de Szostak, pero no puedes obviar la pregunta infantil a la que se refirió Freud. Ahora que lo dices, las cosas se ven con más claridad. En cierto modo, podría decirse que estamos ante una pregunta límite que linda con lo metafísico: los niños, nosotros, venimos, al final de una larga cadena, del deseo de Dios o, por el contrario (no necesariamente para creyentes) de la pura contingencia. No será posible saber cómo operó esa contingencia, como no parece que sea posible saber de otros universos en el caso de que, como tantos afirman desde la teoría de la inflación del nuestro, existan.
      La afirmación freudiana me parece, gracias a ti, que subyace a las grandes teorías científicas, las que lindan con la Metafísica: los datos del COBE le parecieron a Smoot la imagen de Dios. El WMAP, más detallado, no sugirió en muchos otros tal imagen. El cristianismo (no sólo el católico), contrariamente a lo que se suele decir, no tuvo grandes problemas con Galileo (mucho menos con Copérnico, con quien sería más propio) sino con Darwin. En cuanto al origen de la vida, viene a ser, como el origen del cosmos, una última pregunta, La Pregunta. “¿De dónde vienen los niños?”
      No está de más recordar que, aunque parezca paradójico, así como hay una excesiva infantilización de lo científico (basta con ver muchos documentales de divulgación), la Ciencia sigue precisando una perspectiva infantil.
      Te agradezco muchísimo este toque magnífico de atención a lo esencial.
      Un abrazo,
      Javier

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  2. Decía Feyerabend en su libro Contra el método: “el científico, desgraciadamente, está también tratando con el mundo de la materia y del pensamiento psicológico (es decir, subjetivo). Es principalmente este mundo material el que él quiere cambiar y sobre el que quiere influir. Y las reglas que crean orden en el tercer mundo serán muy probablemente del todo inapropiadas para crear orden en los cerebros de los seres humanos vivos (salvo que estos cerebros y sus rasgos estructurales se sitúen también en el tercer mundo, un punto que no llega a estar claro en la descripción de Popper)”.
    En la teoría de Popper que él está analizando, el tercer mundo es la cultura, los otros dos son el de los sujetos y el de la materia, la teoría dice que el conocimiento se da en el tercer mundo, aunque desde el punto de vista popperiano, se aproxima cada vez más al de la materia, sin que vaya a llegar nunca plenamente a él; por su parte, el sujeto sigue considerándose asépticamente como el sujeto de conocimiento propio del racionalismo, una especie de sujeto “vacío” existencialmente (y esencialmente dotado con las estructuras cognitivas) y que por lo tanto tratará todo lo que ocupe ese vacío como un fenómeno del tercer mundo, por eso dice Feyerabend en una nota sobre el texto que señalo: el tercer mundo contendrá la totalidad del mundo material y todos los errores que la humanidad ha cometido y también contendrá la “psicología de masas”.
    Creo que esto ayuda a explicar esa deriva de la ciencia y del conocimiento, todos somos objetos observados. Y a la vez, esa desaparición de lo subjetivo reafirma esa forma de egolatría basada en premios, derechos de autor, celebridades, etc. Todos quieren ser observados como el gran ojo.
    Un abrazo,
    Marisa

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    1. Disculpa mi tardanza en contestar a tu comentario, Marisa, que agradezco mucho, como todos los que envías.
      En éste, apuntas a algo que está cobrando un vigor tan triste como extraordinario en la historia de la ciencia y es esa pretensión por parte de muchos científicos de constituirse en “objetos observados”, como señalas. Llevando las cosas a un extremo, podríamos así definir a un científico por su índice h: El Dr. X tiene un índice h de tanto. Ya casi todo estaría dicho; bastaría con añadir los premios obtenidos, estancias realizadas y fin del asunto. Esa “objetivación” es métrica, como métrica está siendo una pretendida ciencia de la ciencia.
      De no darse esa objetivación egolátrica, tendríamos menos bulto y más claridad, pues es excesivo el número de publicaciones y que, por serlo, contribuye más a aumentar el ruido que la información propiamente dicha. Basta con buscar cualquier tema biomédico en PubMed para verlo, pero otras bases como Arxiv tampoco se quedan cortas. El serio problema que tenemos y que se extiende a la educación, es que se hace sinónimo ser científico a ser publicador de artículos científicos (reales o que lo parezcan). De ese modo, se considera una pérdida de tiempo o incluso un fracaso toda investigación sosegada que no dé “resultados” en forma de publicaciones, por seria e importante que sea.
      Gauss, Fermat, tantos otros, eran celosos de su conocimiento. No es que eso fuera bueno, pero ahora estamos en la versión opuesta; todo el mundo tiene que publicar o, mejor dicho, “tener” tantas publicaciones por año, tantas comunicaciones, tantas ponencias, etc.
      No es que desaparezca propiamente lo subjetivo, sino que se trata de vivir como si no existiera, de asfixiarlo. A pesar de los ya viejos experimentos de la M.Cuántica, en los que se hace claro que la presencia del observador forma parte del resultado, se sueña con un mundo “puro”, objetivable, en el que el observador sería a su vez objeto puntuable.

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    2. Una nota a añadir en este contexto sería que, si el científico se hace objeto, ya no digamos lo que estudia. Y eso abarca al ser humano en su enfermar. Por poner un ejemplo, la objetivación que se pretende ideal induce a tratar factores de riesgo como causas directas de enfermedad, a objetivar variables dinámicas traduciéndolas a medidas estáticas y a idealizar valores a alcanzar con estilo de vida o con medicación. Se pretende por parte de bastantes disminuir los niveles "normales" (nada que ver con la normalidad estadística) de tensión arterial a tal punto que, de tomarlos en cuenta, un 60% o más de la población sería hipertensa y susceptible de tratamiento.
      Gracias nuevamente, Marisa.
      Un abrazo,
      Javier

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  3. Muchísimas gracias, Javier (No me resultaría fácil explicar hasta qué punto fue para mí importante descubrir tu blog). Creo que es así como dices, lo numérico es útil para lograr precisión y equidad al evaluar fenómenos o conceptos, pero cada vez se confunde más lo instrumental con lo real, algo especialmente nefasto aplicado en o por seres humanos. Y sí, en educación se da cada vez más...
    Es muy paradójica esa idea de que el ser humano se construye a sí mismo porque esto es lo que está construyendo, al final lo que parece libertad creadora acaba siendo libertad cosificadora. El sujeto no se agota en el conocimiento y por eso no es accesible a través de la ciencia. En mi opinión es muy inexacta la expresión “evidencia científica” porque lo evidente es lo contrario a un conocimiento lógico-discursivo, la evidencia es intuición.
    Hay algo que quería preguntar, no tengo claro si para el psicoanálisis el inconsciente es más una fuerza que confunde o distorsiona o una especie de guía de la verdad más allá del conocimiento.
    Gracias otra vez.
    Un abrazo,
    Marisa

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    1. Gracias a ti, Marisa, por alimentar este blog con tus atinados comentarios e interrogantes.
      Evidencia alude a ver, a tenerlo claro. La ciencia intenta un acuerdo, que se dé, a la luz de la repetición, una objetividad intersubjetiva por parte de quienes exploran un problema en ese ámbito, el accesible a la ciencia. Pero decir "intersubjetiva" implica decir "subjetiva". No podemos prescindir de eso. Gustavo lo señalaba perfectamente. De no ser así, la ciencia sólo podría avanzar con máquinas (algo en lo que, por cierto, ya se ha pensado).
      Con respecto a tu pregunta, la mejor respuesta provendría de un psicoanalista, como lo es Gustavo. Depende, creo yo de a qué llamamos inconsciente. En ese sentido, Russell decía que, cuando se enfrentaba a un problema, lo hacía con todas sus fuerzas pero llegaba un momento en que paracba y dejara que trabajara su inconsciente, para ver, al cabo de un tiempo, que el problema quedaba resuelto; en ese sentido, lo inconsciente no sólo sería lo que nos incordia, sino lo que permite también lo bueno, lo creativo. Si no dejamos lo racional a un lado, lo malo puede aflorar, pero también la creatividad.
      Un abrazo,
      Javier

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    2. Hay más casos que aluden a la bondad de lo inconsciente en la creatividad científica, siendo célebre la ensoñación de Kekulé con un ouroboros de la que partió para plantear una estructura del benceno.
      Abundan los casos. Para mí, quizá el más notable sea Ramanujan, que enunció muchos teoremas inspirado, según él, por la diosa Namajiri.
      Suzuki también se refiere al valor del inconsciente entrenado, de tal modo que sea en ausencia de pensamiento cuando mayor destreza se da en las artes marciales.
      Un abrazo,
      Javier.

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  4. Añado algo que acabo de ver hoy en Nature Briefing: https://www.the-scientist.com/?articles.view/articleNo/51195/title/Top-10-Retractions-of-2017/

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