sábado, 22 de septiembre de 2018

MEDICINA. El autismo médico.




Hace poco tiempo empezó a emitirse en España la exitosa serie “The Good Doctor”. En ella, un joven diagnosticado de autismo con síndrome de savant, ayudado por un médico que lo protegió durante su adolescencia, el Dr. Glassman, consigue entrar como residente quirúrgico en un gran hospital.

Si la producción de la película “Rain Man” fue influida por la vida de un savant memorístico real, Kim Peek, el protagonista de “The Good Doctor”, Shaun Murphy, no parece estar basado en ninguna persona concreta. ¿Un caso de Asperger? No parece que vaya la cosa por ahí; no se concreta. Los “savants” lo son en general en aspectos aparentemente banales cuando no estúpidos, alejados de un saber interesante y especialmente de la Medicina. En una búsqueda relativamente rápida, no encontré casos reales de médicos que hayan sido diagnosticados de autistas con síndrome de savant. Agradecería mucho la aportación de cualquier lector de este blog que me contradiga al respecto.

Ese carácter de “savant” en Medicina confiere al protagonista en la serie de ficción una capacidad de ver lo que nadie ve, porque el joven residente percibe de un modo extraordinariamente realista la anatomía humana y sus variantes, así como la fisiopatología subyacente a cualquier problema clínico con el que se encuentra. Es una mirada que sustenta la acción adecuada, una acción técnica que no ha de ir acompañada de impacto emocional alguno por parte de quien la realiza. Será ese saber, unido al inestimable apoyo de su protector, el Dr. Glassman, el que pueda ir neutralizando los prejuicios que el joven médico encuentra por el hecho de ser autista. Se le dice que tal situación es un serio problema porque carece de la necesaria empatía que corresponde al ejercicio de la Medicina, a pesar de que sus críticos tengan la empatía de un zapato.

¿Por qué una serie así? No parece que su intención sea sensibilizar ante el problema del autismo o señalar la bondad de ese trastorno cuando se “compensa” con una extraordinaria capacidad técnica. Desconozco la intención del guionista, pero esa serie induce a una reflexión.

Imaginamos que lo importante en Medicina es saber aplicar un amplio conocimiento a cada caso concreto. Es decir, estaríamos ante algo que iría en la línea de otra serie, “House”, pero con un personaje que resulta más atractivo, mucho más amable, porque suscita una cierta compasión desde que sabemos que “tiene” un problema y que la segregación natural que le supone es superada por un saber extraordinario. 

Pero, aunque en los sucesivos capítulos se insiste en la falta de empatía del Dr. Murphy, lo cierto es que esa carencia es prácticamente generalizada en todos sus colegas. La diferencia es de etiqueta diagnóstica; uno es autista y los otros no. Se juega incluso con la posibilidad de que, desde un saber desapasionado, frío, algorítmico, el médico autista podrá aprender el modo de hablar “normal”, incluyendo “sarcasmos”, que podrá establecer una comunicación con los pacientes con términos adecuados ajenos a la espontaneidad asociada a su falta de tacto, que podrá incluso enamorarse o sentir algo parecido.

Podría pensarse que la serie persigue una cierta lucha contra la segregación del diferente. Uno puede ser autista y, a la vez o incluso “gracias” a lo que eso conlleva, ser un gran médico. Pero también se ve algo menos bondadoso y es el modo de concebir la Medicina por el guionista. Hay alguien o, más bien, algo, que supera al Dr. Murphy. Se trata del Dr. Xiaoyi. Es un excelente médico, pero no es autista; de hecho, tampoco es humano sino un robot.  Creo que está ahora haciendo la residencia tras superar exitosamente los exámenes para ser médico.

El Dr. Murphy es autista, House era frío y antipático, Xiaoyi, el más auténtico por real de los tres, es un robot. Los tres comparten una perspectiva de la Medicina a la que se aspira, sobre la que comentaré algún día, esa que se ha venido en llamar “de precisión” o “personalizada”; personalizada e inhumana.

La serie mostraría un caso especial, único, de superación. Pero eso es falso. Lo que se ve no realza la carencia de empatía sino la abundancia del supuesto saber médico. La empatía que le falta a Murphy es mayor que la que tienen muchos médicos reales de carne y hueso. De hecho, como un robot, podrá aprender un algoritmo que le permita una cierta sintonía con sus pacientes.

Esa es la aspiración subliminal o no tan subliminal. La buena Medicina que se nos presenta es la que requiere de lo que pueden compartir un ser humano y una máquina. La buena Medicina es ya estrictamente algorítmica. Se acabó la intuición, el “ojo clínico”, el escuchar lo biográfico más allá de lo biológico, se acabó la compasión en una época de eficiencias y de medicinas defensivas. Se acabó, por supuesto, la mirada fuera del primer mundo. Renace el neomecanicismo en el contexto de la metáfora informativa. No se trata de ayudar a un ser humano sino de resolver el problema técnico de su cuerpo que no funciona, cosa realmente tan importante como insuficiente tantas veces.

Ya lo vemos de forma cotidiana. Alguien aplicó o no el protocolo, el sagrado protocolo con respecto al que, por acción u omisión un médico podrá ser declarado inocente o culpable ante una demanda.

El Dr. Murphy no es, como algunos comentaristas han afirmado, un anti-héroe. Al contrario, es el "héroe" que encarna el valor de la nueva concepción de la Medicina, la aplicación de un saber algorítmico en un contexto ético que sólo conoce la defensa y desconoce lo humano.

De hecho, nuestros hospitales están impregnados de autismo (¿cuándo no ha sido así?), de un autismo médico que se inicia en las facultades, que es carente de etiquetas que lo indiquen y que, lamentablemente, no va siempre acompañado del saber técnico que posee el fantástico Dr. Murphy. Afortunadamente, abundan también excelentes profesionales exentos de ese "autismo" que cierra los ojos al dolor humano para ver sólo cuerpos.

7 comentarios:

  1. Qué fantástica reflexión Javier, me alegro de que hayas sacado este tema. No es para nada baladí. Mis hijos ven esta serie y tenemos grandes debates sobre el Dr Murphy, con variadas posiciones. En suma, no puedo estar más de acuerdo, por desgracia: Murphy es un héroe, porque encarna el ideal médico-científico-robótico de la época. El ideal que les ahorraría a los médicos, de una vez por todas, tener que lidiar con la transferencia de sus pacientes. El lado humano, el miedo, la esperanza, la historia personal, la confianza en el médico que probablemente otorgaba su eficacia al placebo, (denunciado ahora a veces tan ferozmente a propósito de la homeopatía).

    Personalmente, la serie ha sido decepcionante. House me parecía brillante, porque a pesar de su discreta sociopatía, era un enfermo aquejado de una neuralgia crónica, lo que explicaba su mal humor y a la vez, su don para captar lo humano, las mentiras de los pacientes, en fin las sutilezas que le permitían deducir consecuencias y afinar diagnósticos de manera tan precisa. A mí House me resultaba creíble. Su falta estaba presente, y a pesar de su "incorrección política", yo no diría que carecía de empatía... Todo lo contrario, los calaba de lejos: sabía leer en otro ser humano. En suma, no era una máquina, sino un ser humano atravesado por su propia falta. Murphy también muestra ese lado humano con su historia personal y sus dificultades. Es el Dr Glasman, emperrado en mandarlo a terapia, lo que verdaderamente asusta..

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, tu comentario y el de otra persona me indican que no estuve acertado con respecto a House; he de decir que sólo vi algunos episodios de esa serie y que recuerdo una aparente frialdad, pero lo que indicas lo contextualiza todo mucho mejor.
      Gracias.
      Un cordial saludo,
      Javier Peteiro

      Eliminar
    2. Pero no, no recuerdas mal Javier. House era frío y antipático, en efecto. Pero si que se arriesgaba, ponia en juego la dimensión ética implícita en cualquier acción diagnóstica, como señala uno de estos comentarios. Por eso no renunciaba al lado humano de la medicina, a mi modo de ver. Marta

      Eliminar
  2. Comparto la idea de que cada vez mas se concibe la medicina como una tecnica que puede prescindir de lo humano. No creo que House sea un ejemplo de esto. Por el contrario, House siempre ponia en juego la dimensión de apuesta y de elección ética que supone cualquier diagnostico y tratamiento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por esta aclaración. Efectivamente, "House" es un ejemplo distinto.
      Un afectuoso saludo.
      Javier Peteiro

      Eliminar
  3. La sociedad pareciera que necesita etiquetas para acomodarse: Autista, TDAH, Asperger, etc.
    Para muestras como bien mencionas Dr. House, que tenia la etiqueta de "adicto" y eso le daba carta abierta para ser hiriente.
    Las personas somos personas y por ahi un maestro (muy querido) decia: "no son defectos, sino formas de ser".
    Este personaje no es empatico, ok; pero empático no es sinónimo de compasivo; lo que habla de la importancia de usar un correcto lenguaje, el cual nos puede rescatar de ser discriminatorios.
    Aclarando compasivo tampoco es sinónimo de ser condescendiente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por esa distinción que estableces entre empatía y compasión. Efectivamente, no es lo mismo. Es posible que el término "empatía" haya predominado últimamente frente a "compasión" por un matiz peyorativo asociado a ella y que supondría una asimetría entre el compadecido y quien compadece. En realidd, el término "compasión" aspira a la simetría, a padecer con, a tratar de sentir, aunque no se pueda, lo que siente el otro; desde ahí es factible la acción propiamente humana que implica la actuación profesional.
      Un cordial saludo,
      Javier

      Eliminar