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domingo, 8 de marzo de 2020

MEDICINA. “Estallido”.




“Miré entonces y había un caballo verdoso; el que lo montaba se llamaba Muerte y el Hades le seguía” Apocalipsis 6,8

Hoy es día 8 de marzo. La web del Ministerio descansa en su actualización sobre el “corona”. El día 6 veíamos un crecimiento aparentemente exponencial del número de casos confirmados, por fecha de diagnóstico. Entonces eran 365 . Hoy, a las 11,30, eran 589 según "El Mundo"

En el telediario se nos aclaró que hay algunos muertos (ya se nos había anunciado que no eran deseables, pero sí probables). Pero ya se sabe, eran mayores (dan las edades para que nos adaptemos si toca o para que mantengamos la calma si no es así). La verdad es que el virus puede remediar la carga económica que supone una población envejecida. 

El pasado lunes 24, los periódicos recogían fotos de militares armados patrullando en Milán. Situación de “Outbreak”, de “Estallido”, como la película del mismo título, pero sin un Dustin Hoffman que salve a la Humanidad.

Han transcurrido casi dos semanas para que las autoridades italianas comunicaran la noticia conocida hoy. Con nocturnidad. ¿Qué pasaría si esa decisión se hubiera tomado antes?

Aquí no hemos llegado a los niveles de Italia. En la práctica, el virus nos ha visitado solo de viaje desde allí o desde lugares más exóticos. A Galicia incluso llegó procedente de Madrid, según nos dijo un sabio por la radio. 

Pero, solo desde una insensatez muy arriesgada, puede percibirse que lo que ocurrió y ocurre en Italia no sucederá en España, si no está sucediendo ya, como parece acontecer en Francia. Al contrario, seguimos “conteniendo” a ese virus, seguimos en fase 1. Y, siendo contención, parece natural que se descanse en la responsabilidad de cada cual para lavarse las manos o no ir a concurrencias masivas si se notan síntomas catarrales o febrícula. Y ya sabemos que, al margen de la afectación a viejos, a gente con enfermedades de base y a algún joven raro que haya, acaba siendo como una gripe, dicen muchos. Y por eso, nadie se plantea cerrar nada de nada, salvando excepciones. 

Y seguiremos conteniendo y contando. Eso sí, con la esperanza de que este virus no sea tan malo y que se tome un buen descanso estacional, como sí que hacen los virus gripales. Después, ya habrá vacunas seguramente y quedará todo en un mal recuerdo.

Un recuerdo del que no se aprenderá nada, siendo lo esencial que nuestro sistema sanitario, tanto en su versión pública como privada, es absolutamente frágil a lo que creíamos cosa del pasado, las infecciones, especialmente las víricas. Quien iba a decir que algo que suscita discusión sobre si está vivo o no (por aquello de necesitar células en su afán reproductor) podría incordiar tanto. Y todo se puede ir a pique, empezando por el personal sanitario, que puede caer fuera de combate al menos temporalmente. ¿Para qué andar con remilgos? A contratar médicos ya, de momento en el País Vasco, más tarde ya veremos.

En España vivimos en una situación curiosa. Somos europeos, pero la Unión Europea no parece aclararse para tomar una postura común sobre el coronavirus. A la vez, las competencias sanitarias están transferidas, pero no se oyen voces autonómicas que se separen del discurso central en esta ocasión. 

Parece más prudente callar que hablar para que luego, se diga lo que se diga, caigan reproches por una cosa o por la contraria; por ejemplo, sobre la conveniencia o no de tomar un avión para ir de viaje cultural a un país que ni está ni deja de estar en claro riesgo, como Francia, ahora en comparación con el norte de Italia de hace días. ¿Qué recomendaría un Consejero Autonómico de Sanidad al respecto? Tal parece que nada, declinando su parecer en el Ministerio y éste en su equipo asesor. 

Así, el chivo expiatorio, ocurra lo que ocurra, que siempre será más o menos negativo, recaerá en el técnico o grupo de técnicos de turno. Otras voces, otros “expertos”, de esos que abundan para hablar de trivialidades soteriológicas, como nuevos genes o perspectivas terapéuticas de lo que sea, callan ahora. No es pragmático arriesgarse, cuando la cosa se pone seria y hay grandes prioridades. 

“La España de charanga y pandereta” no es proclive, en aras de la supuesta prudencia de evitar temores, a descartar viajes turísticos o culturales, ni mucho menos fiestas masivas que les hagan olvidar a sus ciudadanos algo que se supone de otros o se considera poco relevante, como una gripe más, a fin de cuentas.