lunes, 1 de octubre de 2018

CIENTIFICISMO INQUIETANTE. LA POLÍTICA BASADA EN LA EVIDENCIA.






Qué estupendo parece estar seguros de lo que decidimos, sea para nosotros mismos, en la elección de pareja, de profesión, de lugar de vivienda… o sea para otros, desde la práctica de la Medicina hasta la decisión política. Y, si hay un término confortable al respecto, es el de evidencia. La evidencia, algo incuestionable, algo que ha hecho avanzar el conocimiento científico, aunque en este ámbito dicha evidencia siempre sea susceptible de desaparecer ante nuevos resultados.

No extraña por ello que haya calado con tanto vigor la expresión “Medicina basada en la evidencia”. Hemos tenido sus bondades derivadas de la concepción frecuentista de la probabilidad, así como sus perjuicios debidos al olvido del criterio bayesiano y al sesgo inducido por múltiples conflictos de interés curriculares y comerciales.

¿Por qué había de extrañar la existencia de una expresión análoga aplicada a la Política? Existe, en efecto, una “Política basada en la evidencia”, aunque sea en la mente de quien la imagina. ¿Cómo se obtiene la evidencia en el mundo contemporáneo? Está claro, de manos de la ciencia o, más bien, diciendo que de manos de la ciencia aunque no haya ciencia alguna en juego.

En la versión digital de El País del 25 de septiembre de este año, uno de los fundadores de una iniciativa llamada “Ciencia en el Parlamento” afirmaba que el objetivo último perseguido es “conseguir que el método científico se instale en la toma de decisiones de los políticos”.

Ciencia en el Parlamento. Suena estupendamente. Y tienen una web en la que vemos que tal iniciativa goza ya del apoyo de serias entidades científicas, como la Universidad Complutense, la UNED, Naukas, el mismísimo CSIC y la infatigable luchadora contra pseudociencias, martillo de nuevos herejes, la APETP. Es decir, no estamos ante una idea de cuatro iluminados sino ante un afán compartido por diversas instituciones, algunas universitarias, y supuestamente científicas. 

En esa web se señala la “apuesta por la implicación del método científico en el proceso general de la toma de decisiones”. Se muestra un gráfico en que la ciencia es esencial, nuclear, a la hora de legislar y también en la decisión del poder ejecutivo. El gráfico mismo ya es, como tanta ciencia mal divulgada, sencillo (cualquier niño de parvulario podría entenderlo). Los autores pretenden “contemplar una formación a los diputados, a los gabinetes y a los trabajadores del parlamento sobre cómo conseguir buena evidencia”. Poco más tarde se recalca que “la selección de los expertos en las comisiones suele responder a los canales típicos de los partidos políticos, lo que puede significar que los testigos sirvan a propósitos políticos en lugar de ofrecer un testimonio equilibrado y convenientemente centrado en presentar la evidencia de una manera objetiva”. Parece malo a los neutros, a los objetivos puros, que se sirvan intereses políticos estando en Política.

Servicio, evidencia, equilibrio que evite sesgos políticos… De eso se trata. Ya va siendo hora de que las decisiones políticas sean acertadas por el bien de todos. Es sabido que la ciencia es bondadosa para la salud, la alimentación, las comunicaciones y hasta para el ocio (bueno, también para la guerra, pero eso no ocurre siempre en todas partes).

Pero no se trata de que haya una mejor política científica en el sentido que se considera ahora, es decir, de que se destine más dinero a la investigación, de que se orienten mejor los recursos, etc., algo que requiere ya de los consabidos asesores (es muy probable que haya en realidad más asesores que científicos de verdad, más jefes que indios) sino de que la propia política sea científica, esto es, que se haga política basada en la evidencia, en una evidencia dictada por pretendidos científicos.  

“La política va de sentimientos y opiniones. En estos tiempos de posverdad hay que mirar como solución a la ciencia. Buscar pruebas. Valorar de forma racional los hechos. Tomar decisiones objetivas sin tener tanto en cuenta la tendencia política y la cultura”, dijo con gran razón un astrofísico, semilla de la nueva política que, desde la objetiva, fría y evidente mirada de lo que unos cuantos llaman ciencia será posible. 

Es obvio. Pongamos el ejemplo de las pensiones, uno de tantos, como podría ser implantar de forma general el carril bici. ¿Se suben, se bajan? Los sentimentales y los que opinan de todo sin saber dirán una cosa o la contraria; habrá quien opte por eliminarlas o dejarlas como están. Así nos va; con sentimientos y opiniones no iremos propiamente a ninguna parte. Y es que hay políticos de derechas, de izquierdas, centristas, radicales, moderados, nacionalistas, populistas…  Se acabó. ¿Para qué esas marcas anticuadas? Dejemos a los astrofísicos, a los químicos, biólogos y matemáticos, ayudados por los expertos cazadores de talentos, que los iluminen. Ellos, con su método científico, mostrarán la solución que la evidencia sustente para cualquier asunto político, sea la terapia con células madre, la instalación de paneles solares, el cambio climático o el sistema educativo (también las pensiones / eutanasia).

Podría decirse que, si todo es Política, todo es ciencia a fin de cuentas, ya que son los científicos (los autodenominados así) los que saben de método, de evidencias y sesgos. Es poca la insistencia que en esto se haga y por eso se plantea un poder emanado del saber científico, que no histórico y ya no digamos algo que tenga que ver con la inútil Filosofía, como creo que pretendía Platón en su ciudad ideal. 

El cientificismo pretende ser científico y pragmático. Pero la ciencia es atacada desde él por su miopía bibliométrica y sus sólidos intereses inconfesables. La inquietud humanística es algo a desterrar desde la perspectiva utilitaria. ¿Para qué sirven la Historia, la Filosofía, la Literatura…? Se hace y se hará más veces la misma y necesaria pregunta. Sí, el saber humanístico, como la ópera o una película, es un divertimento, un adorno para alimentar conversaciones, algo que "queda bien", pero nada más. El psicoanálisis sucumbirá forzosamente ante la psicología conductista, la “científica”. La Medicina, de hecho, ya está asfixiada por protocolos MBE, ISOs y demás ignorancias de la singularidad del paciente.

La ciencia es lo que importa, el único medio para saber, para conocernos, para curarnos, para ser felices, aunque acabemos siendo más idiotas.

Bueno, quizá sea magnífico tener una Política basada en la Evidencia. Claro que eso supondrá necesariamente poner en práctica lo “evidente”: no todos los votos serán iguales bajo ese nuevo gran paradigma que se anuncia (y que no es tan viejo). No valdrá lo mismo el voto de un astrofísico que el de un albañil; no será igual el voto de un ama de casa que el de una “product manager”. Eso es obvio desde la optimización de votos que implica una Política basada en la Evidencia. ¿Quién puede votar? ¿Todos? ¿Cuál es el coeficiente intelectual mínimo que el bien común requiere desde la evidencia?

Seguro que es mera casualidad utilizada torticeramente por este modesto autor, pero todo parece apuntar a que un mensaje tan peculiar, quizá por moderno, cale en las grandes cabezas pensantes de nuestros políticos señeros, que, aunque no sean científicos, aspiran al saber proporcionado por diferentes “másters”. Habrá los incultos que no entiendan que se les convaliden materias, considerándolo escandaloso, como si rectores, decanos y profesores varios no supieran del saber de esos privilegiados alumnos. Son esos incultos críticos (siempre los hay) los que perturban la democracia. Y más la perturban votando; ellos, que jamás lograrían un máster, pretenden criticar las legítimas titulaciones de nuestros representantes, llamados como están a hacer Política basada en la Evidencia.

Seamos pragmáticos, científicos, humanos. Segreguemos a toda apariencia de pseudo-ciencia que en el mundo haya, es decir, a todo lo que no sea ciencia pura y dura (quizá podamos dejar las ciencias “blandas” como la Paleontología). Eliminemos todo eso que los expertos y cazadores de talentos ven mal. Y nos irá … peor. Seremos conducidos al precipicio.

La ciencia se basa en un método y tiene su campo de acción, que no es precisamente la política ni la ética. El cientificismo, que pretende adorarla, es un demonio anti-científico que la confunde con la perversión bibliométrica y que adora a los autodenominados escépticos, como antes (ahora ya menos) se hacían novenas a santos. 

La ciencia se nutre del logos aunque sustente buenos mitos, el cientificismo se alimenta del peor, del más pobre de los mitos, el del progreso imparable, ése que condujo a la fijación del nitrógeno, pero también al gas mostaza por parte de la misma persona, ése que arrasó Hiroshima, ése que calienta la Tierra y llena los mares de plástico hasta convertira en planeta inhóspito, ése que sólo sabe adular a la riqueza y matar de hambre a tantos.

La ciencia tiene un gran enemigo hoy en día, un enemigo que se viene incubando desde hace décadas. Es el cientificismo, que ahora pretende invadir el campo de la decisión política. 

Estamos ante un movimiento demoníaco que, en nombre de la ciencia, deificándola a la vez que la destroza, devendrá, si no lo remediamos, en puro totalitarismo. Es bien sabido que el fin del demonio es el que es, el infierno. Y en ese camino pretenden meternos bastantes siervos del mal.


7 comentarios:

  1. Aterrador. Lo siguiente en procesarse a través del "método científico" será la ley, otro dechado de imprecisiones que encima rige nuestras vidas... A la hoguera también! Espero que los políticos reaccionen -de la buena manera-. Ha llegado el PSOE 2.0 para dejarlos en el paro...

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    1. Gracias.
      Eso que indicas ya lo plantean en su web. Se trata de que influir científicamente en el legislador.
      La reunión con la presidenta del Congreso ya han tenido recientemente, gobernando el PSOE.
      Lo temible es que no creo que haya diferencias entre izquierdas y derechas en el embobamiento por lo que se presenta como ciencia aunque sea pura venta de humo.
      Un saludo cordial.

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  2. Querido Javier: tu magnífico libro El autoritarismo científico ya presagiaba este asunto. Además de todo lo que con tanta precisión e ironía destacas en este nuevo post, me permito añadir que esta iniciativa -compartida tanto por la derecha como por la izquierda, incluso con mayor entusiasmo de esta última- también cumple la función de disfrazar la absoluta incompetencia de los políticos que tenemos. El problema no solo es que alimenten la cultura de la corrupción, sino que además sean prácticamente iletrados. Envolverse en el manto de la pseudo ciencia es una versión moderna del esperpento.
    Un abrazo

    Gustavo

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    1. Querido Gustavo,
      Muchas gracias por tu comentario.
      Como bien indicas, no parece que haya grandes diferencias entre derechas e izquierdas a la hora de admirar a los nuevos expertos vendedores de un humo al que pretenciosamente llaman ciencia.
      Esperemos no llegar a la distopía que pretenden, pero el recorrido es gradual y en ese continuum de dejación por parte de representantes políticos ya vamos viendo serias derivas inquisitoriales, como la prohibición de los que unos cuantos "expertos" designan como pseudoterapias (que las hay, no voy a negarlo) en vez de educar ya desde la infancia en un sentido crítico, algo que sí sería lo bueno de la ciencia. Otra deriva a la que asistimos y precisamente en este ámbito, el educativo, es la condena fáctica (en número de horas de clase, en sometimiento a normativas ISOficadoras, etc.) de materias humanísticas.
      Seguimos en malos tiempos para la clínica con la Medicina basada en la evidencia. Ahora se pretende un estúpido elitismo que subyugue a la democracia real, haciendo que la polis, que esa gran ciudad que es de todos, sea gobernada por el neoliberalismo más atroz revestido de un lenguaje supuestamente científico.
      Esperpento, como dices, es la palabra adecuada.
      Un abrazo,
      Javier

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    2. Importante, el matiz que añade Gustavo: políticos iletrados, que como vemos tienen que comprar másters que ni siquiera cursan. La raíz de este problema es la calidad de la educación, lamentable, que han recibido y están recibiendo varias generaciones. Hemos fabricado súbditos, en vez de ciudadanos con espíritu crítico. El saber siempre es peligroso...

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  3. Excelente como de costumbre la denuncia de Javier al cientificismo y mas que necesaria en estos momentos. La profecia de Orwell ya esta cumplida .El imperialismo cientificista despues de haber colonizado la economia,psicologia,la educacion etc ,etc , ahora se lanza a la colonizacion de la politica y todo ello , - hay que reconocerlo, como muy bien dice Gustavo, con la complicidad aun mas entusiasta por parte de la izquierda que de la derecha.
    La democracia esta hoy amenazada desde muchos flancos , pero quizas el.mayor de ellos , porque cuenta con el apoyo tanto de las derechas como de las izquierdas, es el totalitarismo cientifico.
    Seria importante hacer un foro o algo asi sobre este tema donde científicos, educadores, psicoanalistas y todos aquellos que sientan la amenaza que para la democracia supone el totalitarismo cientificista pudieran conversar.
    Es lo que me ha sugerido la terrorifica noticia y el.excelente articulo de Javier.
    Saludos







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    1. Muchas gracias por tan generoso y estimulante comentario.
      Hacia la distopía nos dirigen si no lo remediamos.
      Hay algo que creo conveniente resaltar: en nombre de la Ciencia, la Ciencia es atacada. Lo es porque la propia producción científica tiene ese nombre, "producción", que, en la práctica se traduce en publicar como locos y lograr lo que se llama alto impacto, buen índice "h", etc., etc.
      Y ahora vienen estos "expertos", que parecen serlo en dibujar diagramas infantiloides, a decir que se ha de legislar como cocina Arguiñano, con fundamento, es decir desde el método científico. La propuesta distópica está servida. En nombre de la evidencia todo está permitido.
      Hay, abundan, quienes pretenden un totalitarismo. A veces se intenta reactivar el clásico, el de la pureza (el "nosotros" en defensa frente al Otro). Otras veces, como en este caso, se hace en el supuesto nombre de la ciencia.
      Un afectuoso saludo,
      Javier

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