sábado, 20 de mayo de 2017

El miedo asumido. "De dioses y hombres".



"Dios está de pie en la asamblea divina; en medio de los dioses ejerce el juicio." (Salmo 82)

En nuestro primer mundo, el miedo nos atenaza. Miedo al paro, a la soledad, al olvido, a la enfermedad, la decrepitud y la muerte. Las promesas del avance médico hacen soñar en retrasar más y más la propia muerte, haciéndonos olvidar que la vida es mucho más que mera duración. Es difícil no contagiarse de ese sueño, que suele implicar una hipocondrización generalizada, sin darnos cuenta de que la Medicina se relaciona cada vez más con la imagen que pintó Klimt, la de Hygeia impávida y de espaldas al río de la vida humana.

Un día de 1996 varios monjes de Tibhirine (en los montes del Atlas, en Argelia) fueron asesinados. Una hermosa película de Xavier Beauvois (“De dioses y hombres”) recrea su vida y finaliza cuando ya se ve la inminencia del asesinato. 

Podrían haber escapado o haber aceptado la protección de un ejército corrupto. No lo hicieron. Sabían que probablemente morirían asesinados y, después de serias dudas, lo aceptaron. Una visión superficial puede sugerir que eran fanáticos, como quienes los mataron, pero no fue así sino todo lo contrario. 

El fanático desea la muerte; de ella le viene el término. Tanto la desea que puede aceptar morir matando. El caso de esos monjes, por el contrario, fue ejemplo de amor a la vida. A la suya, a la que renunciarían si escapasen a un modo alternativo por similar que se pretendiera, porque esa vida, vivida de ese modo concreto, sostenía también la de otros, de distinta religión, y en ellos era a la vez sostenida. La vida fue concebida como tal, como amor. Y en esa concepción, cuando es firme como en el caso relatado, cosa más bien excepcional, la vida no busca ser prolongada, escapando, sino totalizada, viviéndola con los que también la precisan. No hay componendas si se es coherente en el amor y si se lo es hasta el fin, como reveló el testamento del abad Christian de Chergé

Precisamente desde ese amor a la vida, no es buscado el martirio, sino que se reafirma la vida que se ha querido, aunque la contingencia del asesinato planee sobre ella como una sombra, como algo que alguien puede actualizar en cualquier momento; no se sabe cuándo. 

No hubo deseo de martirio. Al contrario, hubo miedo, un miedo humano radical, pero también el coraje de asumirlo. De uno en uno, aunque estaban juntos. No hay valentía si no existe el miedo al que mirar desde ella. El valor implica el miedo, incluso patológicamente, como nos mostró Stefan Zweig en algunas de sus páginas, relatando cómo la cobardía en la relación amorosa puede intentar compensarse malamente con la actuación heroica en la guerra. 

La película muestra de forma emotiva una cena que podría ser, como la de Jesús, la última. La música de “El Lago de los Cisnes” y un poco de vino realzan en una escena esa alegría y gratitud por la vida, el miedo a perderla y la sabiduría de que no hay otra opción vital alternativa; de que, si desaparece la rama, el pájaro no puede posarse en ella, pues los argelinos con quienes conviven precisan de esa convivencia, cifrada en los cuidados médicos básicos de un monje, en la participación en ceremonias de la religión del otro, en la simple amistad. Al final, lo más esencial es lo más sencillo y cotidiano. No se ve despliegue de heroísmo compensador de carencias sino el valor de ser coherente con lo más querido, el divino regalo de la vida. No se ven justificaciones salvíficas, pues la vida de los que queden seguirá su curso aunque será distinto. No se ven intentos ejemplares, sólo coherencia.

Distintos dioses y hombres, Dios al final a través del otro. Dios en quien abandonarse para no abandonar al otro, tan concreto, tan singular, que es insustituible como uno mismo. Con esa perspectiva siguieron a su maestro, el joven judío que dijo que quien quiera salvar su vida la perderá.







6 comentarios:

  1. Testimonios como los de estas personas a uno le hacen sentirse pequeño.
    Preciosa crónica de una película preciosa, que relata una historia sencillamente maravillosa.
    Muchas gracias.

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    1. Sí. Muchas gracias por este comentario.
      Efectivamente, uno se siente pequeño con sus miedos, con sus apegos.
      Un abrazo

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  2. Maravillosa historia la que relatas en este artículo, Javier. Sobre todo destacaría esta frase: "la vida no busca ser prolongada, escapando, sino totalizada, viviéndola con los que también la precisan."
    Creo que en ella se resume todo.
    Felicidades.

    Un abrazo.

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  3. Veré la película. Gracias por la recomendación. El primer párrafo de tu entrada resume gran parte de las cosas que todavía no suceden en el Ecuador y que hacen que me encante este país.

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    1. Gracias a ti, Esteban. Desde luego, los avances no sólo son para bien. Por lo que comentas en tu blog, que me permito recordar aquí (http://bacteriasactuaciencia.blogspot.com.es/), Ecuador debe ser muy interesante y precisamente para ayudar con la ciencia de la buena manera. Los filtros de barro son un buen ejemplo.
      Un abrazo,

      Javier

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