"Se os abrirán los ojos y seréis como dioses"
Gen.3,5.
Woody Allen expresó su deseo de ser inmortal, no por sus obras, sino por no morirse.

Alcanzada la singularidad tecnológica, nuestras mentes podrán ser replicadas, la consciencia humana será propiamente híbrida con la de máquinas y probablemente el cuerpo mismo sea indefinidamente reparable o ya no necesario.
Kurzweil percibe que es posible que su cuerpo actual no tenga la estabilidad suficiente para alcanzar ese año, y por ello ingiere unas doscientas píldoras al día para “reprogramar” su bioquímica y tratar de mantenerlo hasta entonces. Las acompaña con vino tinto en un aislado ejercicio de sensatez.
Podría pensarse que estamos ante un iluminado más, similar a los que esperan la llegada de alienígenas o de un inminente Armaggedon, pero Kurzweil no parece sólo un fantasioso. Es un superdotado que ha contribuido poderosamente a mejorar la vida de mucha gente gracias a notables aplicaciones tecnológicas, lo que le ha valido reconocimiento internacional y múltiples premios. Parece que sabe de lo que habla cuando habla de ciencia. Colin Powell no se reunía con cualquiera para charlar sobre defensa.
La creencia de Kurzweil, sostenida por predicciones suyas previas que se han cumplido, es compartida, aunque sea con matices, por otros científicos conocidos como transhumanistas.

En realidad, no sabemos qué pasará en el 2.045 ni en el 3.002; mucho menos en el 25.459. En realidad, no sabemos qué ocurrirá mañana o la próxima semana. Hacer previsiones sobre capacidades técnicas futuras es interesante sólo como ciencia-ficción, aun cuando puedan inspirar aplicaciones poco bondadosas de carácter militar.
Lo interesante de Kurzweil no es imaginar si acertará, cosa que parece muy poco probable y menos importante aun. Lo interesante en realidad es su planteamiento mismo, algo que ofrece en su libro, “The Singularity is Near”, y en el documental “The Transcendent Man”.
El documental es especialmente interesante porque es el propio Kurzweil quien habla, quien defiende la posibilidad de que lo escrito en el libro del Génesis se haga realidad, que el conocimiento nos haga como dioses.
Pero hay algo que llama especialmente la atención porque se muestra casi sin querer, y es la alusión de Kurzweil a su padre, muerto con 58 años. Vemos en el documental a Kurzweil derramando una lágrima ante la tumba de su padre, a la vez que dice que es probable que no vuelva a verlo. Probable, no seguro, porque Kurzweil no quiere salvarse solo, sino resucitar a su propio padre. Habla de exhumar su cadáver para obtener el DNA y tratar de generar un clon con esa información genética, pero también sabe que nadie es sólo biología y para ello tiene previsto echar mano del recuerdo de su padre y de los recuerdos que el propio padre legó en forma de fotos, videos, facturas incluso. Le servirá el material que tiene recogido en un montón de cajas y con el que espera modelar el cerebro del clon hasta reconstruir, resucitar, a su padre.

Tal esperanza razonada parece la expresión de un serio problema biográfico. El padre de Kurzweil era músico pero, como compositor, aunque bueno, no parece haber sido alguien especialmente relevante, no al menos para este curioso mundo informativo que es internet, con sus "wikipedias" y demás fuentes. Sin embargo, un joven Raymond de 17 años logró que un ordenador construido por sí mismo “compusiera” música. Más tarde, con el asesoramiento de Steve Wonder, fundó la compañía Kurzweil Music Systems dedicada a producir instrumentos musicales electrónicos. Hizo muchas más cosas que facilitar la creación musical, pero la música es el nexo inicial y mantenido con el padre. Y en eso aparentemente, de otra forma, lo superó. Por ello… ¿Qué quiere apaciguar resucitándolo?

La mayor inteligencia puede ser ciega a lo más oculto y, a la vez, a lo más evidente de uno mismo, a lo que sólo es revelado en la casa del ser que es el lenguaje; en esa casa heideggeriana que precisa al otro para ser dicho.
La vida humana es más que un saber mantenerla. Hölderlin lo expresó desesperadamente en su petición: “Nur Einen Sommer göhnth, ihr Gewaltigen!” Sólo un verano (y un otoño pedía también). Le fue tristemente concedido mucho más pero de otro modo; tuvo una prolongación de vida como locura. No importa la duración de la vida sino el goce pleno de su misterio. ¿Quién quiere vivir para siempre?