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jueves, 27 de junio de 2024

Salud de los enfermos

    

    Hoy, en el contexto católico, es el día de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de Sanidad Militar y de los Colegios Médicos. 

    En otra entrada de este blog, escrita un día de la pandemia en 2021, incluí un breve apunte sobre la imagen que representa esta advocación mariana.

    Mucho arte, incluyendo las catedrales, ha sido dedicado a manifestar la veneración que el cristianismo otorga a María por su libre aceptación al anuncio del ángel, que tan bien pintó Fra Angelico y que culminó con el reconocimiento cristiano de María como theotokos, Madre de Dios. Ese saludo angelical, como “Ave María”, se hizo oración universal y, con la oración a Dios Padre enseñada por Jesús, y otra de alabanza trinitaria, conforma el rosario, cuyas cuentas se despliegan en tantas manos, lugares y tiempos. En las letanías, que lo acompañan, se van recitando reconocimientos y alabanzas a María, una de las cuales es precisamente “Salud de los enfermos”.

    El “Ave María” es una oración evolucionada históricamente y que incluye el saludo inicial, la bendición y una petición concreta: “ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte”. Y así se canta por magníficos tenores, en latín: “ora pro nobis peccatoribus, nunc et in hora mortis nostrae.” La intercesión solicitada se refiere así a dos momentos esenciales en nuestra vida, el momento presente o ahora, “nunc”, y el del cierre biográfico que traerá la muerte, a la que S. Francisco de Asís llamó hermana. 

    El icono aludido incluye la cruz en forma oriental, de doble travesaño y que porta el arcángel Gabriel y que recuerda que el cristianismo no es casi nunca un camino de rosas y que, en él, cada instante de vida cuenta y puede bastar con uno solo de ellos para una buena respuesta a la gracia que a todos otorga Dios.

jueves, 21 de diciembre de 2023

Navidad 2023

 


Imagen tomada de Wikimedia Commons



“¿Y Cristo? Kafka inclinó la cabeza. Cristo es un abismo lleno de luz. Hay que cerrar los ojos para no precipitarse en él”

(G. Janouch. Gespräche mit Kafka. Aufzeichnungen und Erinnerungen. Frankfurt).

 

“Si a mí alguien me probase que Cristo se encuentra fuera de la verdad, y si la verdad realmente estuviese fuera de Cristo, preferiría quedarme con Cristo y no con la verdad”.

(F. Dostoievski. Carta dirigida a Natalia Fonvizine en 1854)

 


    Vivimos en una mezcla del tiempo cíclico con el lineal. Nos hacemos mayores, envejecemos y un día moriremos. No podemos vivir sin recuerdo ni olvido. Si en el tiempo lineal construimos una biografía marcada por sucesivos ritos de paso, en el tiempo cíclico el recuerdo, como repetición periódica, nos evoca también algo esencial en nuestra cosmovisión. Esa repetición puede darse en modo de conmemoración social, de ritual mítico o de liturgia religiosa.

            

    La Navidad desencadena los mejores recuerdos de la infancia y las grandes nostalgias en personas ancianas que se van quedando solas. Cuando la celebración alude a su origen por cristiana, lo hace referida a un suceso histórico, no mítico. Sabemos que Jesús nació en el año 4 a.C, o algo antes, en Belén o Nazaret (sujetos a discusión). La celebración remite a la encarnación divina en Jesús, referencia vital en esperanza, en contemplación y en acción para sus seguidores.

            

    La creencia en un Dios estético, surgida ante la belleza y complejidad de lo observable, y que favorecería una tendencia panteísta que se da con frecuencia, precisa, en el cristianismo, a quien le da nombre, Cristo, como camino, verdad y vida, lo que supone y realza el reconocimiento de la Alteridad divina. 


    El Amor divino es mostrado en Jesús. Lo Absoluto se encarna y se hace receptivo a la queja, la petición, la meditación, la contemplación y la alabanza del ser humano. A todo eso que llamamos oración. 

            

    En un mundo que no ha olvidado la guerra ni los agravios humanos, sigue siendo relevante que el anuncio del nacimiento de Jesús a pastores fuera hecho, según el evangelio de San Lucas, por ángeles que decían “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc.2,14). No se necesita más.

  

¡ Feliz Navidad !