El Colegio Médico
al que pertenezco ha emitido recientemente un boletín en el que, además de
noticias de gran interés sobre agendas culturales, incluye una nota relativa a
algo tan importante como la existencia de un “Observatorio OMC contra lasPseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias”.
Se
incluye en él un “formulario para denuncias” , algo que no está nada mal en la lucha contra intentos demoníacos anti-científicos.
No se trata,
pues, de una iniciativa local, sino que es la Organización Médica Colegial (OMC) la
que acoge la protección de la ciudadanía con una iniciativa de vigilancia, incluyendo denuncias, que
defiende el buen hacer médico frente a la influencia poderosa de charlatanes y pseudo-científicos
varios.
Una iniciativa
sin duda necesaria si se piensa que alguien mayor de edad, cuerdo y educado en
un país civilizado como parece ser España, sigue siendo una criatura a la que
hay que evitarle el esfuerzo intelectual de distinguir el grano de la paja o de
diferenciar un médico titulado de un charlatán quiromántico. Parece que tan
extraordinario y loable esfuerzo organizativo redundará en una mejor educación
y más eficaz vigilancia en aras de la salud de los españoles.
El documento que
recoge tan feliz propósito aporta tres enlaces, ninguno de los cuales parece resultado de un agobiante trabajo colegial. Uno de ellos nos dirige a un
extenso y aburridísimo documento elaborado en 2011 por el Ministerio de
Sanidad, Política Social e Igualdad en el que se analiza la situación de las
terapias naturales.
Hay otro “link” llamativo
que no parece ser fruto de esforzados médicos colegiados sino de “un grupo de
personas preocupadas por el auge de las terapias
pseudocientíficas y del daño que están haciendo a la salud
pública, aprovechándose de la falta de cultura científica en la mayor parte de
la población”. Así es como se define la “Asociación Para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas”. Esta
asociación “ha sido creada en la Comunidad Valenciana, pero es de
ámbito nacional, y presta su ayuda y pretende conseguir
sus finalidades, en la medida de sus posibilidades, en todo el Estado Español”.
Finalmente, hay
un tercer enlace que nos facilita saber de un modo rapidísimo si una práctica
está incluida en las pseudociencias, al presentar todas éstas en formato de fichas. El esfuerzo de sus dignos autores no parece haber pasado
por una gran labor de lectura previa, si se echa un vistazo a la escasa bibliografía
en que se apoyan y asumible por cualquier
círculo de “escépticos” que se precie. Citan a Martin Gardner. Nada menos. El
escéptico y a la vez creyente Gardner , que tal vez se echara las manos a la cabeza al ver cómo su nombre es usado en
apoyo de tan pobre discurso. Y tampoco dudan en apoyarse en la colección "Vaya timo". Bunge, también citado, estaría contento.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué personas
adultas han de ser “protegidas” de lo que no es ciencia?
Asistimos a una tendencia dicotómica, algo
habitual en todos los órdenes, desde el fútbol a la política; buenos o malos,
científicos o pseudocientíficos. Y parece defenderse, especialmente por los llamados a sí mismos "escépticos", que, si algo no es ciencia, es
pseudociencia y, como tal, ha de ser conjurada. En ese proceso de purificación
se dan dos fases, la iluminación de los necios y el ostracismo de los
culpables. Y así un Colegio Médico puede pasar de acoger la posición de médicos
homeópatas en un periódico local a condenarla al silencio. Y no seré yo quien
defienda la homeopatía. Pero vivimos en un país en que no hay grados, sino
oposiciones, sí o no, bueno o malo, todo o nada.
¿Quienes deciden sobre la verdad y el bien?
Los “expertos”. Siempre existen, aunque no los conozcamos. A ellos aluden todos
los días en los telediarios. “Expertos” y sociedades “científicas” rigen
nuestras vidas, sea para explicar terremotos, sea para hablar del suicidio de células.
La acogida por parte de la
OMC de enlaces de asociaciones protectoras de enfermos es
llamativo.
Parece que vivimos, si alguna vez no lo
hicimos, en tiempos de ortodoxia, ya no religiosa sino científica, como si la Ciencia no se bastara a sí misma y
precisara de un apoyo que evoca la censura inquisitorial.
No sólo hay que elegir entre ciencia y
pseudociencia. La Filosofía no es una ciencia. ¿Alguien sensato la calificaría
de pseudociencia? Y lo mismo ocurre con la Literatura, con el Arte… Y también
con la Medicina misma, a pesar de muchos médicos embelesados por el reduccionismo molecular. La Ciencia auxilia a la Literatura, al Arte, en mayor
medida aun a la Medicina. Pero no absorbe a esas facetas del saber, del
interrogar humano.
El Psicoanálisis entra, de la mano de aparentes
ignorantes de lo que es tal cosa (ya se sabe que la ignorancia es atrevida), en el club de las pseudociencias en los últimos dos enlaces citados . Habrá quien lo ponga al lado de la aromaterapia y se quede
satisfecho. Parece algo lógico en ese esquema aparentemente infantiloide y
maniqueo que no sabe de una clasificación que no sea binaria, oposicional.
Hay dignos colegiados que ejercen, para bien
de muchos pacientes, el psicoanálisis. Pueden adivinar lo que le espera a su
práctica cotidiana en caso de que la OMC siga empeñada en ese empeño
cientificista que lesiona a la propia Ciencia, pasada a ser confundida con un
producto bibliométrico de mero interés curricular y con expertos y sociedades "científicas" como nuevos sacerdotes de una ciencia hecha religión.