jueves, 23 de julio de 2015

"Nature" se olvida del alma

Nada duele más que la enfermedad del alma, incluso aunque ese dolor no parezca ser percibido por el propio sujeto, como podría ocurrir en el caso de demencias avanzadas o de ciertas formas de locura. Pocas tareas tan nobles como la de tratar de curar o paliar el dolor anímico. El propio término “Psiquiatría” alude a tal intento de curación (ἰατρεύω) del alma (ψυχή).

En su afán por clasificar lo inclasificable, el lamentable manual conocido como DSM trata de mostrar cuándo es factible realizar un diagnóstico de depresión mayor (curiosamente, el primer criterio reside en tener un estado de ánimo deprimido). Unos criterios cualitativamente pobres, en comparación con las patografías clásicas. Claro que tampoco puede haber mucho más que sea de aplicación general, al no disponerse de marcadores medibles. 

Ante esa carencia, la falsa medida es habitual en el ámbito "psi". De hecho, proliferan los tests psicológicos, y el análisis factorial que, de lo cualitativo, pasando por lo ordinal, retorna a lo cualitativo del peor modo. 

Se ha negado el alma. No precisamos ser dualistas para conservar tan hermoso término, alma, lo que anima el cuerpo, aunque surja o emerja del cuerpo mismo (término que también se va desposeyendo de lo que alguna vez significó). 

Sartre dijo aquello de que “L'enfer, c'est l´Autre”, así, con mayúscula y en singular, aunque se suele traducir su expresión por otra más suave, la de que el infierno son los otros. Y no; suele ser el Otro, con mayúsculas, ese amo incorpóreo que echa a uno al paro, lo desaloja de su casa o que lo enajena de mil modos. No es extraño que un infierno así deprima, pero ¿Por qué acontece la caída en depresión en ausencia de ese infierno que la explicaría, cuando incluso a la vista de otros, supuestamente “objetiva”, la vida parece sonreír? Si lo supiéramos, se abriría la posibilidad de buscar fármacos eficaces, en vez de esos mal llamados "antidepresivos".

Una concepción materialista muy mal entendida (cada materialista tendría que tener claro qué entiende por materia, como cada ateo o deísta qué entienden por Dios) ha sustentado el reduccionismo cientificista y, desde él, nada anímico puede propiamente ocurrir. Siendo máquinas bioquímicas, complejas, basta con saber qué falla en ellas para que la conducta, lo anímico observable, lo único que para muchos existe, se trastorne.

En ese contexto en el que la Genética es la gran metáfora, el nuevo libro de la vida, no es extraño que se busque en ella la respuesta a todo, como si de un texto sagrado se tratara. 
El primer borrador de ese nuevo libro santo se obtuvo en 2001, pero el nacimiento real de la Genética Humana, más allá de la herencia ligada al sexo, más allá de la citogenética, tuvo lugar con un descubrimiento que pasó un tanto desapercibido, pero que resultó crucial: ver que el DNA, además de ser substrato genético, podía ser usado como marcador fenotípico para buscar los propios genes. Genotipo y fenotipo en la misma molécula. Ese fenotipo, altamente polimórfico, era mostrado como un patrón electroforético obtenido tras cortar en fragmentos el DNA con restrictasas. Ese polimorfismo en los fragmentos de restricción (RFLP) fue usado con éxito (y mucha suerte) por el equipo de Gusella para hallar una asociación con la enfermedad de Huntington.

A partir de ahí, empezaron a surgir noticias sobre hallazgos de genes. Todo parecía simple; si se había dogmatizado la relación “un gen - una enzima”, ¿por qué no otra, “un gen - una enfermedad”? Y enfermedad es también la psicosis maníaco - depresiva, sufrimiento terrible suavizado ahora con el término “bipolar”. ¿Por qué no buscar los genes alterados en esa afección? Así se hizo y así se sigue haciendo, obsesivamente. Se hicieron intentos con ese enfoque exitoso de los RFLP en la población amish. Inicialmente, todo iba bien; parecía que el cromosoma 11 estaba implicado en que uno se deprimiera, pero el contraste estadístico, esencial en estudios de este tipo, fracasó cuando se estudió un número adecuado de amish y se vio que no se comportaron tan locamente como se esperaba, eliminando la significación estadística previamente obtenida. 

Las técnicas genéticas se fueron refinando y el conocimiento de los propios genes también. Se indagaron los llamados genes candidatos (aquéllos que por alguna razón deberían ser especialmente sospechosos), pero los resultados fueron pobres, apuntando más bien a un determinismo poligénico débil, como el que da cuenta de la obesidad.

Pero era necesario insistir. Porque todo ha de ser genético en este contexto simplista en el que nos movemos; todo ha de ser determinado, escrito en nuestro genoma, también para explicar lo inexplicable y corregir lo incorregible. Y, si los genes candidatos no ofrecían respuestas, habría que aplicar un enfoque de fuerza bruta, el basado en comparar, entre casos y controles, miles de polimorfismos de nucleótido único (llamados SNP y algo mucho más moderno que los RFLP), con enfoques llamados “genome wide association”.

Y es que ¿será por dinero? Constituyamos grandes equipos, como el “CONVERGE Project”, gastemos lo que se precise y la verdad surgirá. Éste es el triste panorama de muchas aproximaciones, supuestamente científicas, a los problemas humanos. La misma visión que indujo al presidente Nixon a ver la lucha contra el cáncer como la conquista de la Luna. Fracasó.

Una pretendida divulgación científica es cada día más afín al sensacionalismo, con titulares como el reciente de El País: “Halladas dos de las grandes causas de la depresión”; a pesar del amarillismo, es de agradecer al menos su referencia a la publicación científica de la que deducen tan impactante conclusión. Se trata de una carta firmada por más de cien autores (como si de un trabajo realizado en el CERN se tratara) a la prestigiosa revista Nature y en la que se indica que, mediante una aproximación “genome - wide”, se compararon 6,242.619 SNPs entre 5.303 casos de depresión mayor con 5.337 controles. Los resultados mostraron una asociación de la depresión con dos lugares (loci) genéticos, ambos situados en el cromosoma 10. El significado estadístico fue excelente (la probabilidad de que se debieran al azar era inferior a uno entre mil millones). El estudio se realizó en mujeres chinas, con la participación de 58 hospitales. 

Lamentablemente, las chinas parecen deprimirse por causas genéticas distintas a las de personas europeas porque los resultados del estudio no fueron todo lo coherentes que se esperaba con respecto a otra investigación realizada por otro gran grupo, el mega - análisis (a diferenciar de meta - análisis) del Psychiatric Genomics Consortium, que asoció la depresión más bien al locus CACNA1C.

Es fuertemente llamativo que todo este trabajo se haga partiendo de estudios caso - control en los que los criterios de “caso” son los que son, los que refleja el DSM o los que definen los distintos psiquiatras participantes desde su saber empírico, pero que no soportan el rigor que se asociaría a una entidad objetivable anatómica o bioquímicamente. No parece científico pensar que, con tal base, se llegará a alguna conclusión, por mucho dinero y esfuerzo que se ponga en el empeño y por mucha significación estadística que se alcance. Y, en este sentido, parece muy útil la revisión muy reciente de dos autores recogida en Neuron, en donde apuntan claramente a las dificultades metodológicas inherentes a este tipo de estudios. De dicha revisión, se deduce la ausencia de determinantes genéticos claros, hallándonos más bien ante un determinismo poligénico débil y un terreno en donde las conclusiones alcanzables requieren un amplio número de participantes y algo tan difícil como evitar factores de confusión, derivados principalmente de elementos de comorbilidad.

A pesar de todo, sabemos que el geneticismo no cesará en su empeño por desentrañar las bases de lo más anímico, por tratar de explicar en términos informativo - mecanicistas el dolor psíquico, siempre con la distopía de la ciencia como progreso lineal hacia un mundo feliz. Nada peor que la depresión para frenar esa nueva e infantiloide utopía, que enmarcará la dinámica de grandes publicaciones supuestamente científicas y revistas que las recojan. 

Esta vez, nuevamente, Nature ha olvidado el alma, creyendo leerla.

9 comentarios:

  1. Hanna Arendt se preguntó en una ocasión por qué una teoría sobre lo humano es considerada más "científica" cuanto más asimila sus postulados a los que resultan válidos para los animales. Se respondió reflexionando precisamente sobre la importancia que los nazis, es decir los alemanes, le confirieron a la genética. Lo que hace que la genética sea el colmo de la cientificidad sobre lo humano, es precisamente su deshumanización. O como tú lo dices de forma tan sencilla: la sustracción del alma. No voy a denostar ni la ciencia ni la genética, porque eso sería caer en un disparate. Pero tus artículos tienen la inmensa virtud de que son escritos por un científico que al mismo tiempo milita en la causa de una ciencia que no sea "desalmada".
    En ti se reúnen el científico y el poeta. Richard Lewontin, en su libro El sueño del genoma humano y otras ilusiones, trata este tema con gran maestría. Ignoro cuántos científicos son conscientes de la diferencia que existe entre la ciencia y el cientificismo, pero cualquiera sea su número es evidente que su discurso no interesa. Por supuesto que el dinero es un factor importante, pero creo que el delirio de alcanzar una correspondencia biunívoca entre un gen y cualquier cosa (una enfermedad, una conducta, una tendencia, una costumbre, un vicio, una capacidad artística, etc.) responde también a la creciente necesidad de "desalmar" al ser humano. Es interesante ver cómo se han trastocado los valores: en el pasado, el alma era lo que más importaba, mientras que la carne era la puerta de entrada de lo diabólico. Hoy es al revés: el alma es portadora de misterios que la Ciencia debe erradicar por completo, porque son un obstáculo "satánico" en la comprensión de lo real. Es gracioso que tengamos que reivindicar la vieja alma, defenderla para que no nos arrebaten lo que aún subsiste de humanidad...
    Gustavo Dessal

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  2. Muchas gracias, Gustavo, por tu comentario.
    Sí. Persiste esa obsesión por reducir todo lo humano a la Genética. Aunque se asuma que la relación un gen - algo (lo que sea, como los ejemplos que señalas) es demasiado simple, se trata de superar con un modelo que abarque los genes que hagan falta. Si algo es poligénico, bueno… a buscar todos y pesar el efecto de cada uno y de sus interacciones. Y todo estará dicho.
    La visión geneticista se enmarca en la idea de completitud de la investigación científica, como si fuera posible alcanzarlo todo, como si los límites fueran sólo del ámbito de la física fundamental y no los hubiera en el ámbito biológico. Que no los conozcamos, no supone que no los haya.
    Como bien dices, sería estúpido negar la importancia de la investigación científica y, concretamente, de la genética, pero el problema no es tanto científico cuanto filosófico. Es la ciencia misma la que debe ser siempre interrogada.
    ¿Qué ciencia se está haciendo? Esa cuestión afecta, al menos, a dos ámbitos importantes. Uno, el metodológico, otro el de la cosmovisión que enmarca los grandes proyectos que se inicien.
    Metodológicamente, asistimos a un olvido (también aquí) de la importancia de la buena repetición, de lo esencial de que lo hallado sea reproducible, algo esencial en la investigación y que se descuida bastante por la prisa por publicar, por “producir”. ¿Quien se dedica hoy a comprobar lo publicado por otros? El fraude científico está a la orden del día, en parte por ese motivo.
    En cuanto a esa cosmovisión que alimenta grandes proyectos es claramente cientificista, por no decir directamente pseudocientífica. Caminamos con las orejeras marcadas por el “publish or perish”, por un lado, y por la inmersión en grandes proyectos decididos política o comercialmente.
    Un abrazo.

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  3. Me encanta el articulo, su didáctica argumentación. Al finalizar su lectura, me embarga una gran tristeza, sencillamente, porque estamos cogiendo "la curvas al revés",con un atrevimiento que da miedo.Y, no es solamente en este campo, el que tan bién expones, en donde erramos... es general.......;claro, claro, nos olvidamos del alma...

    Apertas agarimosas, Javier... y muchas gracias por ponernos alerta, de forma tan didáctica.

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    1. Muchas gracias por el comentario.
      Sí. Hay demasiado atrevimiento en muchos órdenes, el que deriva de no ver límites.
      Un abrazo.

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  4. ¿Tiene valor el alma? ha habido mucho dinero en estos campos porque habían muchas expectativas de crear una nueva medicina, una medicina que, basada en el perfil genético del "cliente", proporcionaba una atención personalizada. Se pasaba de tener individuos sanos a tener individuos preenfermos dependientes de esta nueva tecnología. Una tecnología que prometía salvar vidas en función de la cuenta corriente. Desde que el capitalismo ha llegado a un limite de crecimiento están desesperados por encontrar nuevos mercados que les permitan seguir creciendo. Había mucha "ilusión" en este tipo de tecnologías. Afortunadamente la complejidad de los seres humanos ha demorado su implementación.

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  5. Gracias, Esteban.
    La medicina personalizada es puro marketing sin fundamento. Periódicamente se habla de ella aludiendo al ámbito de la oncología. Y, si bien es cierto que puede hablarse de una "personalidad" de perfiles de expresión génica en tumores, eso no se acompaña en absoluto de una personalización de terapias que, al final, tienen unas posibilidades restringidas. Lo personalizado del diagnóstico (como bien dices, para quien se lo pague) choca con el nada personalizado empirismo de los citostáticos disponibles.
    En cuanto a la pre-enfermedad, se ha convertido en enfermedad misma para el bien del higienismo como mercado y como religión o fantasía: pre-diabetes, pre-hipertensión, pre, pre... predestinados todos a morirnos si no nos ponemos el lacito del colesterol, si no corremos, si fumamos, si bebemos, si vivimos.

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  6. Buenos días. Enhorabuena por el artículo. Aunque me gustaría hacer de abogado del diablo. ¿De verdad cree usted que la farmacopea actual no ayuda a paliar los efectos de las enfermedades mentales? ¿qué otra línea debería seguirse?
    Por otro lado, particularmente entiendo que el auge del cientifismo ha encontrado una legitimación en el abuso, por parte de charlatanes desvergonzados, de resquicios de la ciencia, como el ámbito cuántico, la nueva biología, o la sencilla imposibilidad de dar respuesta a todo desde la ciencia. No digo que no se deban investigar en otras áreas, soy muy seguidor del trabajo de R. Sheldrake por ejemplo, a lo que me refiero es que el cientifismo se justifica, y mucho, en la persecución de "magufos", metiendo injustamente a otros en ese saco.
    Por último quisiera preguntarle si tiene algún artículo dedicado al debate de la existencia de Dios, gracias y de nuevo enhorabuena.

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    1. Agradezco mucho su felicitación y la crítica que hace. La crítica es necesaria y aquí siempre será muy bien recibida, entre otras cosas porque el propio blog trata de ser crítico.
      Obviamente defiendo la utilidad de muchos fármacos en Psiquiatría. No podría ser de otro modo, siendo yo médico.
      Es ya historia reciente que la clorpromacina, cuyo uso se inició en la década de los 50, cambió radicalmente para bien el panorama de la asistencia psiquiátrica. Sabemos lo que había antes del desarrollo de los psicofármacos: manicomios, shocks insulínicos, etc. No es menos cierto que ahora la excesiva confianza en el arsenal terapéutico disponible, muchas veces insuficiente, deja desprotegidos a pacientes que debieran estar más atendidos social y médicamente.
      Ante una crisis de ansiedad, sería una crueldad tratar de calmarla con la palabra, pudiendo dar un ansiolítico. Demos el fármaco y luego ya veremos, pero no hacerlo sería como dar buenos consejos en vez de analgésicos para el dolor.
      Ahora bien, lo que tenemos es insuficiente. Los antidepresivos no parecen ni de lejos ser tan buenos como a veces se dice. Las psicosis no están bien resueltas desde el plano farmacológico. ¿Qué hacer? Seguir investigando, desde luego, y hacerlo en ese terreno y en todos los demás que puedan influir en el sufrimiento mental, incluyendo la genética.
      En el caso de enfermedades monogénicas, el avance genético parece esencial para elucidar su patogenia y desarrollar opciones terapéuticas racionales y no sólo empíricas, fruto de ensayo y error. Pero aquí, en la patología mental, exceptuando algunas situaciones concretas, estamos aparentemente ante un panorama en que la obsesión geneticista no parece tener freno, a pesar de que la determinación biológica que pueda darse es poligénica y muy débil para cada alelo supuestamente implicado. No parece que esa vía se adecuada en orden a desarrollar nuevas estrategias farmacológicas. Porque hay que tener en cuenta algo, la investigación científica es cara y el afán de completitud es utópico o, más bien, distópico. Los grandes proyectos, que absorben una gran cantidad de dinero, proporcionan información; no podía ser de otro modo, pero muy probablemente la investigación en sentido más libre, lúdica, sin tanto proyecto y mega-proyecto, acabara siendo más eficaz, como lo muestra en general la propia historia de la ciencia.
      En cualquier caso, mi post trató de mostrar, más que la posible bondad de las investigaciones genéticas en la obtención de fármacos (algo que parece lejano), la imagen que proporcionan del ser que sufre: la de un organismo genéticamente alterado. Un paciente es mucho más. Esencialmente es un sujeto biográfico, un existente, y no solo un ente biológico.
      En cuanto a lo que me dice al final, sobre el debate en torno a la existencia de Dios, prefiero no pronunciarme aquí por razón de espacio.

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  7. Muchas gracias por la respuesta. Es usted un adalid del sentido común, no puedo estar más de acuerdo en lo que dice... lo verdaderamente preocupante es que cueste tantísimo encontrar personas así dentro del ámbito científico. Por razones personales, hube de penar con un familiar por muchas consultas psiquiátricas; el trato humano fue deplorable en todas y cada una de ellas. La medicina es mucho más que la prescripción de fármacos; D E O N T O L O G I A, término en el que muchos se regodean pero al que apenas se acercan. En fin, me uno a su reivindicación de humanidad en un ámbito, el de las enfermedades mentales en particular y el de la asistencia sanitaria en general, que lo necesita tanto como la investigación libre.
    Gracias.

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