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viernes, 10 de septiembre de 2021

PSICOANÁLISIS. Una lectura de "Face to Facebook", de Gustavo Dessal

 

 


El nuevo texto de Gustavo Dessal, “Face to Facebook”, de agradabilísima lectura, con toques de excelente humor, nos orienta en la mirada a lo que llamamos progreso. No nos proporciona ningún consejo, pero sí nos advierte con sabiduría de los efectos de un desarrollo tecnológico que puede hacerse inhumano.

 

Otros autores, como John Gray, ya habían incidido en el nuevo mito del progreso incesante.

 

Es bueno estar alertados ante lo que pueden suponer los principales logros que afectan y afectarán en mayor grado a nuestras vidas. Tenemos un buen ejemplo en la suplantación electrónica de la palabra hablada, con los despidos y jubilaciones anticipadas consiguientes, haciendo de internet la oficina universal y mostrando que quien no tenga y use un “Smartphone” sencillamente no existe en la vida cotidiana, algo sencillamente terrible por segregador. Los ejemplos proporcionados en el libro de Dessal lo ilustran muy bien.

 

El libro es una recopilación de textos breves que el autor ha ido publicando periódicamente en Facebook, una vez superada, como nos dice al principio, su reticencia a la inmersión en ésta y otras redes sociales. De ahí el acertado título, pues será usando Facebook que nos fue dando a conocer inicialmente tantos y tantos casos “casos” de su “Manicomio Global”. 

 

Aunque el trabajo que se condensa en este libro se basa en una inmensa revisión bibliográfica que ya de por sí le confiere un gran valor, importa especialmente la luz que Dessal aporta al contemplar, con la sencillez que lo caracteriza, todo ese material. Nos dice que lo hace asido a dos grandes “cuerdas”, “el discurso del psicoanálisis y la ficción literaria”.  Contempla así aspectos de la realidad actual en la que el lenguaje, lo más propiamente humano, se convierte, gracias en buena medida a la perversión alienante del uso de la técnica, en diana de dominación. Por ello, desde una larga trayectoria como psicoanalista y escritor, bien puede afirmarnos que “el psicoanálisis y el decir poético tienen la enorme responsabilidad de organizar la Resistencia contra la toma del lenguaje”. Y es que lo poético remite a lo poiético, a ese mundo habitable al que se refirió Hölderlin.

 

No se destaca en el libro un intento que pudiera llamarse prioritariamente filosófico, aunque ese contexto se halle presente, sino que estamos ante otra cosa, algo que sintoniza mucho más propiamente con el psicoanálisis, acercándolo de un modo tan claro como impactante a quienes nunca hubieran oído hablar de él. Y lo hace con respeto y rigor, sin ceder a la tentación excluyente ni a la divulgadora. Tampoco cae en nostalgias que se opongan al avance tecnológico; le basta con la advertencia sensata dirigida a nuestra responsabilidad moral en las implicaciones que dicho progreso puede tener. 

 

Aun siendo muy variados los temas que el autor ha ido recogiendo en el “Manicomio Global”, los agrupa aquí en nueve apartados de extensión heterogénea, pero todos ellos de gran riqueza.

 

Desde las limitaciones que me son propias, diría que es en el capítulo IV, “Realdistopik”, donde mejor se puede apreciar el valor incuestionable del psicoanálisis a la hora de reflexionar sobre los cambios tecnológicos que, como la inteligencia artificial, ya son cosa del presente. El capítulo V, “El amor, el deseo y otras enfermedades oportunistas”, realza también la mirada analítica, ofreciéndonos la esperanza basada en lo más importante, el amor, no como emoción sensiblera, sino correctamente entendido, como el mejor motor humano, del que la Historia ha proporcionado grandes ejemplos. Dessal lo muestra con una frase espléndida, “el amor puede abrirse camino entre los intersticios del mayor espanto”. 

 

Estamos, pues, ante un libro amoroso, de un autor al que nada humano le es ajeno, y por ello no podía faltar en su obra un nutrido conjunto de reflexiones, contenidas en su último capítulo, relacionadas con la pandemia que aún nos afecta, y que fueron redactadas en su época inicial, llena de incertidumbres y sin vacunas, mostrándose “a posteriori” como proféticas en no pocos aspectos. Ya nos advirtió entonces, en línea con Fromm, que “los seres humanos no soportan demasiado ni la vida ni la libertad”; abundan los ejemplos cotidianos al respecto. Cerramos el libro con un final pronosticado que se ha hecho presente en forma de un hogar transformado en otra cosa.

 

En este último capítulo, afianzándose en la “cuerda” literaria, nos induce a leer de nuevo a Shakespeare, aduciendo que “allí está todo”. Y es curiosamente ese recurso del autor el que me ha hecho especialmente breve el capítulo VIII, dedicado a “La curación por la Literatura”. Sería deseable que Gustavo Dessal nos brindase un futuro trabajo dedicado a esa “cuerda”, a la ficción literaria, quizá no tanto como un canon al estilo de Bloom, sino como una reflexión sobre los autores que más han influido en su lúcida mirada al mundo y al ser hablante, pues, aunque todo esté en Shakespeare, Dessal da muestras de un vasto conocimiento literario que no se limita a ese autor, por gigante que haya sido.    

 

En síntesis, es éste un texto con una sólida base de conocimiento sobre el avance tecno-científico, que analiza la realidad, no sólo con rigor sino también de un modo extraordinariamente ameno, y que nos permitirá un cierto “déjà vu” con el que encajar los nuevos retos de un mundo que, a pesar de los pesares, puede seguir siendo maravilloso. De nosotros depende.

 

 


miércoles, 14 de abril de 2021

Sobre "El caso Mike" de Gustavo Dessal.

 


 

“Los sentimientos constituyen un terreno infinitamente más complejo que las ideas o los pensamientos. Están directamente conectados a esa rara red del habla de la que estamos cautivos.” Gustavo Dessal.

La nueva obra de Gustavo Dessal, de reciente aparición, es interesante, entendiendo este término tal y como lo recoge el diccionario de la R.A.E.: “que interesa o es digno de interés”. Es un doble sentido, aunque parezca único. 

Por un lado, interesa, que no es poco. Estamos ante una novela que induce a su lectura mantenida y, a la vez, reposada, “despaciosa” como decía García Gual, prestando atención al mundo en que se encuadra y al torbellino que en sus personajes se desencadena. 

Es y no es nuestro mundo el que ahí se nos muestra. La acción se desarrolla en una ciudad estadounidense, Boston, cuyas calles y barrios son descritos con el detalle suficiente para que la imaginación nos lleve a ellos, para que nos situemos allí aunque nunca hayamos estado en esa ciudad. Pero, a la vez, el protagonista principal, Mike, se mueve en un espacio que no sabemos si es real, virtual o esa extraña mezcla a la que la tecno-ciencia nos está conduciendo. Mike es un hacker cuya capacidad, de la que a veces dudamos, se mezcla con una gran fragilidad. Podría decirse, de modo rápido, que estamos ante un joven con una mezcla de síntomas o con un síntoma novedoso hasta cierto punto, propio de la civilización actual. 

Se trata de una novela en la que hay buenas dosis de intriga, de sorpresa, de acción… en la que las condiciones de entorno son las que son, una mezcla de desestructuración familiar, en la que ha nacido y se ha desenvuelto el personaje, y de un orden social que oscila entre el extremo perturbado y perturbador y una continuidad que abarca desde el turbio clima de los hackers de poca monta hasta el de las agencias de inteligencia.

¿Quién espía a quién? ¿Quién gana y quién pierde en ese juego solitario y a la vez extrañamente relacional que se produce ante la pantalla de un ordenador? Son preguntas que surgen a lo largo de las páginas en las que, a la vez, se sugiere algo inquietante: esto, el nuestro, es o parece un mundo de locos. Y el protagonista sería sólo uno de ellos. Ni héroe ni antihéroe, sólo un ser abocado a la repetición de lo peor en forma de suicidio frustrado.

Por otro lado, el libro es digno de interés en sentido de la R.A.E., porque no sólo es una novela, sino algo más. 

Podríamos decir, utilizando un término que no aparece en el texto, pero que sería compatible con él, que hay un atractor caótico como núcleo del mundo en que se mueven todos los personajes. Los atractores caóticos tienen que ver con lo extrañamente repetitivo, con lo determinista que se muestra como aleatorio. Un cambio en las condiciones iniciales y surge el caos. Y la novela juega con eso. Todo parece determinado pero está tocado con el indeterminismo que nos permite, a la vez que sorprendernos ante lo azaroso, ser humanos, gozar de la libertad. 

No estamos ante seres felices, precisamente, aunque la lectura nos depare magníficos momentos de sosiego de personajes aparentemente tranquilos, como esos que comparte el Dr. Palmer con el juez Casttan, en los que se nos transmite el valor de una buena compañía gastronómica en la que discurre el diálogo facilitado por selectos vinos, aunque alguna vez el mismo placer se obtenga en un bar de carretera con una cena rápida. Ambos personajes hablarán sobre un supuesto psicótico, haciendo de él con frecuencia el centro instantáneo de su universo mental, su aquí y ahora, tratando de ver hasta qué punto ese sujeto delira o dice algo sensato, algo que sería inquietante para todos. Acaba siendo más cómodo clasificar a alguien como un algo nosológico, cosa que ni Palmer ni Casttan harán.

El Dr. Palmer es psicoanalista y trata a muchos pacientes. Uno de ellos, el caso Anne, fue central en la primera novela de esta saga.

Quienes tenemos la fortuna de conocer al autor de la obra, sabemos que no es identificable con Palmer, pero sí tiene algo importante en común con él. Se trata del ejercicio del psicoanálisis, de esa humilde, humana y transformadora atención al sufrimiento humano, que inauguró Freud y que se siguió por otros, entre los que destaca la figura de un psicoanalista muy relevante, Jacques Lacan. 

Ese modo, singular siempre, de percibir al otro, de acogerlo, para ayudarle a que, partiendo del síntoma y siendo escuchado, haga algo mejor con su vida, es lo que proporciona la gran fuerza transformadora del psicoanálisis en general, aquí en su modo lacaniano. La palabra entra en juego analítico y terapéutico.. libremente, sin prisa, sin pausa, con tiempos de mirada, de comprensión y, tal vez, de conclusión.

Es difícil hacer bien la tarea a que uno está volcado por ser vocado a ella. Mucho más lo es cuando ese deseo se encarna en dos facetas, aunque se complementen, la de ser escritor y la de ser psicoanalista. Gustavo Dessal es maestro en ambas tareas y, por serlo, podemos entenderlo mejor en esas dos facetas, acercándonos en sus textos a lo que es el psicoanálisis y disfrutando de las obras literarias que produce. 

Todos sus lectores deseamos, por ello, que el Dr. Palmer tarde mucho tiempo en jubilarse y siga deleitándonos con sus nuevos casos.