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martes, 2 de agosto de 2022

Una lectura de verano



Imagen tomada de Wikimedia Commons

Las vacaciones son un tiempo propicio para explorar posibilidades, especialmente cuando se acerca el tiempo de jubilación, ese para el que Cicerón aconsejaba la horticultura como buena tarea.


¿Qué hacer? La respuesta fácil y quizá sensata es decir…  nada. Algo que parece sencillo, pero no lo es. Depende de lo que entendamos por eso.


Entre muchas posibilidades, cabe la lectura “de evasión” y para ella pueden privilegiarse libros arrinconados, de esos que pensamos que no nos aportarán nada relevante a lo que ya “sabemos”, como si realmente supiéramos algo de algo.


Estos días eché mano de un libro sobre un cantante de voz grave y bellas melodías. Era la autobiografía de Johnny Cash (escrita en colaboración o con ayuda de Patrick Carr). Me pareció muy atractiva. Cash se remonta a su infancia, enmarcada en los tiempos del “New Deal”, de trabajo duro en campos de algodón, y habla de su vida más que de sus obras exitosas, aunque éstas afloren casi sin querer a lo largo del texto. Describe dos experiencias cercanas a la muerte, la de su hermano mayor, que la manifestó poco antes de fallecer a causa de un trágico accidente laboral, y la suya propia, de la que fue rescatado por el personal médico que lo asistía en una UCI. En diferentes lugares del texto se declara cristiano y son abundantes las referencias a su consumo de anfetaminas y barbitúricos, con los desastres que tal hábito tóxico propició. No muestra una imagen edulcorada de su persona ni de su personaje, sino la de un hombre buscador de sí mismo y de Dios (“creía haberle abandonado, pero Él no me había abandonado a mí”).


En la autobiografía alguien se explica, mientras que en la biografía es explicado. No es lo mismo. En las biografías se tiene especialmente en cuenta la íntima relación entre la vida personal y el contexto histórico en que se da. Un buen ejemplo lo proporciona Ian Gibson con su biografía de Antonio Machado, impresionante por el conocimiento del poeta y la excelente descripción del marco histórico en que éste vivió y produjo su obra.


La biográfica y la autobiográfica son miradas distintas que pueden complementarse. Si son buenas, apuntarán a lo esencial y descartarán la reducción cuantitativa a un “balance biográfico” en la asunción de que uno equivale a lo que produce, a un “curriculum vitae”. Nadie es por lo que produzca, sino que produce desde lo que es. El título que Gibson dio a su biografía de Machado, “Ligero de equipaje” realza ese gran valor del desapego al que el propio poeta se refirió en sus versos. 


A pesar de carencias de objetividad o precisamente por ellas, biografías y autobiografías facilitan que nos interroguemos sobre nuestra propia vida del modo más crudo: ¿Ha valido la pena? ¿Cuánto tiempo más necesitaremos para aceptar que nuestra vida no ha sido en vano? ¿Importará lo que aprendimos? ¿Qué, de ella, rescataríamos? ¿Cuánto repararíamos?


Decía el gran místico cristiano Juan de la Cruz que "al atardecer de la vida se nos juzgará en el amor". Esas palabras asustan si fuéramos nosotros nuestros propios jueces, pero alientan si confiamos en el Amor que, a pesar del horror, del mal humano y natural, sostiene el Universo y a la vida en él en su incomprensible y extraordinaria belleza.