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lunes, 12 de agosto de 2019

Un hermoso libro. Á SOMBRA DA CINZA, de Fidel Vidal.







“Nada máis puro, e sen opor ningún pero, o aire que respira o universo en cada ser, a vibración e o ritmo en cada único verso”.

Fidel Vidal.

El alma resuena, como decía F. Cheng, y parece hacerlo con el universo, en el verso.

En el nuevo libro de Fidel Vidal estamos ante una “forma de gozo”, como él mismo señala. 

La poesía de Xulio L. Valcárcel es tomada por Fidel como hilo conductor de su reflexión, como una senda desde la que dirigir su mirada, en libertad, que, por serlo, ha de ser amplia, haciéndose incluso libertinaje cuando de reflexión se trata, como él mismo dice al principio. 

Y ocurre que esa mirada a lo cotidiano y a lo universal nos va llevando por los entresijos del alma humana, que implican el cuerpo, el nombre, el cariño, la casa, esa casa que, si es auténtica, “debe comezarse polo tellado, coma os castelos deberían construirse no ar. Así son as casas últimas, as casa íntimas”. Nos enfrentamos a lo familiar en general, que abarca el amor y la muerte, lo que nos nombra y nos permite vivir.

En el texto, todo eso lo mueve y nos conmueve si somos receptivos, si nos dejamos llevar en la calma precisa y preciosa, asumiendo que un libro así no se puede resumir sin matarlo; no es comunicable de otro modo que leyéndolo o escuchándolo y aun así es difícil (“Ler non nos obriga a comprender”). Requiere esa “lectura despaciosa” a la que se refería García Gual en alguna entrevista.

Este nuevo libro de Fidel, basado en la lectura poética, sostenido por ella, es también poético en su construcción, y en él la palabra se completa con la pintura, en la que Fidel ha mostrado ser un adelantado.  Se intercalan con el texto ilustraciones que se muestran sencillas, pero esa sencillez es sólo aparente pues las distintas imágenes que se aportan en el libro, no sólo no son fáciles de obtener, requiriendo una técnica muy depurada, sino que enriquecen lo que dice y se complementan de un modo peculiar entre sí. Hablar del alma, tratar de contemplar su misterio supone saber del límite (“Son os versos que navegan nos límites… os que nos convidan á reflexión”). Una bicicleta parte y retorna dos veces a lo largo del texto. Otras imágenes lo completan.
 
Y reflexionar supone echar mano de lo que se tiene. Por parte del autor, se perciben apoyos en la experiencia clínica y en el saber de otros.

Fidel ha tenido una larga trayectoria como psiquiatra, en la que ha tenido ocasión de enfrentarse al enigma, de ayudar en las peores circunstancias, de proceder con la compasión necesaria, esa que se refiere a compartir el pathos de ser humano. Y la literatura le ha ayudado, sin duda. Hace veinte años publicó una joya, “Anatomía da emoción poética”; entre ella y ésta, otras obras de narrativa y ensayo jalonan su incursión feliz en las letras. Y en ellas ha encontrado sus guías. Muchos autores referentes son nombrados aquí, además de quien le sirve de sendero, Xulio L. Valcárcel. Se trata de Pessoa, Zambrano, Todorov, Handke, Borges, Nietzsche, Lacan, Basho… 

Es así que puede hablarse de lo que es indecible, acercarse a lo que resulta más lejano precisamente por ser lo más propio, lo más íntimo al ser humano, mirando el "Da" del "Dasein".

La ceniza nos recuerda que somos polvo estelar y esa ceniza, que reveló a Cenicienta (los cuentos infantiles siempre encierran grandes verdades), mantiene el poder luminoso de lo que la hizo posible. Por eso puede alumbrar e incluso hacer sombras. El título es así plenamente acertado. En el fondo, no necesitamos un sol entero para tener luz; basta con un leve rescoldo de fuego amable, de lo que de él deriva, hogar.

Cada libro parece requerir una lengua propia. Éste está escrito en gallego, lengua acogedora que remite a lo materno, lengua que muchos entendemos, pero muy pocos dominan; cosas de la monolítica represión de tiempos pasados y de la pereza propia. Pero vale la pena, incluso si nunca se ha tenido el contacto con el gallego, tratar de hacer el esfuerzo por leer este libro tal y como está escrito. Se dice habitualmente que traducir es traicionar; el gallego no es una excepción a esa ley general de lo que supone leer.