No entendió de
carreteras ni señales de tráfico.
Fue arrollada.
La vida de la que
se iba, o que ya se había ido definitivamente, fue acompañada por su potro.
También su muerte.
Ninguno de los
dos, madre e hijo, habrán pensado propiamente nada. El logos no va con ellos. Son
animales.
Y, sin embargo,
estamos ante una imagen del alma misma, de la nuestra si sintoniza con la belleza del Cosmos,
estamos cara a cara con las profundidades del alma universal.
Es una imagen en la que se muestra el Amor
puro, esencial, el que alcanza el tuétano de la animalidad.
Ante esa
manifestación de Amor, que no sabe, que no precisa saber, el saber mismo es sencillamente
imposible.
Alguien quizá
trate de explicarlo aludiendo a los genes y neurotransmisores de los caballos, a la evolución de los mamíferos.
Pero sabemos que quien haga eso no alcanza la inteligencia de un caballo, porque
está ciego ante lo elemental, ante la existencia del alma.
El alma se ha
revelado en esa imagen conmovedora. Todo está dicho ahí y el “mind – body problem”,
que suena tan lindo escrito en inglés, es falso, absurdo, estúpido, ante un problema ajeno a a la ciencia galileana.
Estamos ante el
Gran Misterio. Y su solución no vendrá nunca de manos de la Ciencia. Las preguntas
suscitadas sólo serán factibles desde la humildad filosófica, desde el viejo
reconocimiento socrático.
Pero hay algo que es accesible a la sensibilidad
vital compartida, la que nos hace Uno con todo lo que existe en este maravilloso
e inefable Universo. Se trata del Amor, así expresado, con mayúsculas, del Amor
que mueve las estrellas y desconcierta a un potrillo, paralizándolo sobre el
cadáver de su madre.
Se trata del
Amor, que siempre, siempre, será más fuerte que la muerte.
En estos tiempos de posmodernismo inconsciente y ambigüedad sexual, voy a tener que revisar mi orientación sentimental... me enamoro con facilidad de tus textos. Quizá se algo patológico, quizá Freud lo describió ya, quizá la progresía tenga una respuesta.
ResponderEliminarUn abrazo de Amor en mayúscula.
Muchas gracias, Sergio por ese amoroso abrazo que comparto.
EliminarUn gato puede llorar la muerte de otro gato, aunque no sea de su familia?
ResponderEliminarYo presencié esa escena. Tenía 12 años. Se me ha quedado grabada para siempre.