“El hospital ha matado al médico de familia y nadie saldrá ganando con ello”
“¡Publicar! ¡Hoy en día es el sueño de todos!”
Maxence van der Meersch (“Cuerpos y Almas”).
“Cuerpos y Almas” es una gran novela cuya primera edición tuvo lugar en 1943. Su autor, Van der Meersch, moriría en enero de 1951 a los 43 años a causa de tuberculosis, una enfermedad que es central en la obra.
La novela trata de médicos en un ambiente de hospital universitario y muestra con gran maestría cómo los cuerpos y las almas de los médicos de aquella época, que nos parece tan lejana, eran similares a los de los actuales.
La pandemia ha amplificado un afán de notoriedad que trasciende al ámbito de un hospital concreto, cosas de la globalización, y conduce a luchas cientificistas, que no científicas, siendo más propias de la doxa que de la episteme. No estamos ante resultados científicos, sino ante la opinión de epidemiólogos reputados frente a la de otros también célebres. Esto lo ha mostrado de un modo breve y brillante Sergio Minué en su excelente blog.
Viendo lo que vemos y leyendo lo que leemos, es difícil sustraerse a la opinión de que la Epidemiología tiene mucho de pseudociencia y que la Medicina Preventiva previene muy poco, incluso en los centros sanitarios.
Por las páginas de “Cuerpos y Almas” desfilan personajes que podemos encontrar hoy en cualquier hospital. Se dibujan los brillos conseguidos, el horror de la decadencia, la presencia de los “trepas” (“logreros y aduladores” les llama el autor), las diferencias sociales y su implicación en los cuidados, etc.
Y hay un personaje central. Bien situado, podría lograr un magnífico puesto al cabo de unos años cortejando a alguna de las figuras médicas relevantes, como también lo es su padre. Sin embargo, el amor a una mujer pobre y enferma de tuberculosis, muy alejada de su clase social, lo distancia a él del brillo curricular y del acomodo económico. El protagonista decide dejarlo todo para buscarla, casarse con ella y trabajar como “médico de barrio”.
Ya Mika Waltari había novelado en “Sinuhé el egipcio” el contraste de una medicina para ricos y otra para pobres en los albores de la Historia. Hasta en esto nuestros tiempos son similares a los de Van der Meersch. La Medicina de Familia no es precisamente una especialidad preferida por quienes van a hacer el MIR. Y, sin embargo, es principalmente a médicos generalistas o a su equivalente en la novela, el “de barrio”, a quienes les es dado realizar del mejor modo ese vieja tarea de curar a veces, paliar con frecuencia y acompañar siempre.
El joven médico de la novela trabaja así, como médico “de barrio”. Un amor inicial, de joven apasionado, de dudosa permanencia temporal para su padre, con quien lo enfrenta, se entrelazará con un amor humano generalizado y persistente, con una vocación real que se muestra en la acción posible en un medio pobre e inicialmente poco receptivo.
Esa necesidad de ayuda a pacientes en su singularidad, pasará al acto de múltiples maneras, incluyendo la compañía a quien agoniza, facilitándole el calor humano imprescindible para ese tránsito, no visto como fracaso médico, sino como un tiempo en que lo cronológico deja de tener sentido y donde el miedo y la soledad ceden si puede estrecharse una mano solidaria, la de un médico que, al lado, facilitará que incluso en esos momentos sea factible la serenidad y se revele tal vez el propio significado biográfico.
La novela es muy extensa, tanto como atractiva su lectura, y cada cual la leerá de un modo distinto. Me consta que ha influido en algún amigo y maestro mío, como Norberto. Yo la leí bastantes años después de ser médico y acabo de releerla hoy.
Tiene un fondo universal que permite comprender que su autor no tuviera que ser médico (ejerció la abogacía) para poder escribir algo así, tan hermoso. La novela acaba refiriéndose a Dios, pero es atractiva para creyentes y ateos, porque el Dios que se muestra es inmanente, porque se instala en el corazón humano cuando éste se abre a lo bueno.
Personalmente veo en esa novela mucha riqueza y hay algo que destacaría especialmente en ella sobre todo lo demás. Se trata de la heroicidad del protagonista al cumplir su deseo, su actitud ética derivada de un deseo amoroso que acaba siendo su destino.
Fantástico Javier. Me has vuelto a inspirar. Buscaré ese libro, desde luego. Y se lo leeré si es necesario a mis hijos, no porque se hagan médicos, que no me importaría desde luego, sino por hacerlos conscientes de todo eso que dices: Dios, Amor, Compromiso, Humanismo, etcétera. Gracias amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo Sergio.
EliminarEs un libro que ya tiene años, pero parece haber sido escrito ayer. Claro que hoy no tendría la repercusión que tuvo, entre otras cosas por su extensión, algo que, en una época de tweets y prisas generalizadas, son gusta.
Un abrazo
Querido Javier: esa novela dejó en mí una marca muy singular, al punto que también la he evocado en mi último libro cuyo prólogo has tenido la amorosa gentileza de escribir. Es una obra inolvidable, y te sorprenderá si te digo que la leí siendo poco más que un niño, más o menos hacia mi pubertad. Mi abuela materna, que inculcó en mí la pasión por la literatura, poseía una biblioteca formada por autores selectos que fueron mis primeras lecturas. Ella, por razones que desconozco, tenía una pasión especial por “Cuerpos y almas”, y la leyó varias veces en su larga vida.
ResponderEliminarEl mundo médico que allí se refleja, es por una parte simplemente el mundo, con sus grandezas y sus miserias. Pero lo que más recuerdo con inmensa emoción, es esa figura del médico para el cual aún no se había cumplido definitivamente la triste separación entre cuerpos y almas. El médico al que no solo se le podía confiar el cuerpo, sino que con él el paciente entregaba también el alma. El médico que auscultaba el corazón orgánico y el otro corazón al mismo tiempo. El médico que seguramente tú serías incluso ahora, si te dedicases a la práctica clínica.
Un abrazo,
Gustavo Dessal
Querido Gustavo,
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
Sin duda alguna, tu abuela sembró bien, a la luz de la cosecha resultante en forma de un gran escritor y un profundo conocedor del alma humana como eres tú.
Sabes que, para mí, haber escrito el prólogo a tu último libro, ha sido un honor que agradezco a tu generosidad.
Ahora vivimos una época triste que cumina de modo nefasto algo que ya se viene dando desde hace años, la separación de cuerpos y almas y el patético marco cientificista. En realidad, ya ni siquiera son celebrados los médicos de cuerpos, sino los de trozos de cuerpo, los de riñón, corazón, hígado, etc.
Al final viene un virus y da al traste con esa idea de una Medicina "científica". La Epidemiología ha mostrado su cientificidad, prácticamente nula. La Medicina Preventiva ha fracasado estrepitosamente, no tanto por su acción cuanto por su omisión.
Esa separación de cuerpos y almas ha causado el inconcebible drama de este año de la separación de los seres queridos cuando uno se está muriendo, de la quiebra del duelo. Tanto horror combinado con tanta estupidez en todo el abanico político nos sitúa en la Edad Media. Le llaman "nueva normalidad" a lo que es subnormalidad.
Esa preciosa novela (yo la leí tres veces, más que cualquier otro libro, incluyendo los de texto) nos muestra lo que significa ser médico de verdad. Yo la leí mucho más tarde de haberme hecho médico. No sé si estudiaría Medicina en el caso de haberla leído como tú, mucho antes de tomar la decisión. Probablemente lo hiciera, pero de un modo muy diferente.
Un abrazo
Javier