Pero dichosos vuestros ojos, porque
ven, y vuestros oídos, porque oyen. Mt. 13, 16.
Todos los seres vivos lo somos porque sentimos, aunque ese “sentir”
sea un término muy amplio y con tintes antropomórficos. Una planta siente la
luz y la gravedad aunque no sea consciente de ello. También el movimiento de
una bacteria puede ser influido por agentes químicos que tocan su membrana.
Nosotros tenemos órganos de los sentidos y la vista es uno
muy importante, lo que no implica que sea esencial. Hay grandes ejemplos de
vida digna a pesar de una gran deprivación sensorial desde el nacimiento.
Hellen Keller sería uno de los más célebres.
Y hay casos de vidas muy productivas a
pesar de la ceguera sobrevenida. La ceguera de Borges no perturbó su
creatividad y probablemente facilitó la de quien fue su lector, Alberto Manguel.
Podría decirse que la mirada supone más que lo que la vista
hace accesible. Podemos ver sin mirar, de tal modo que lo visto sea
irrelevante. A la vez, cabría hablar de una “mirada” mediada por el tacto o el
olfato. Indudablemente, la mirada es facilitada por una vista adecuada y es lógico
que uno de los grandes miedos se asocie a la ceguera.
En el contexto de que hay ya días para cada enfermedad o
conjunto de ellas, el segundo jueves de octubre es el “Día Mundial de la Vista”. En este día no podían faltar las
recomendaciones preventivas y así los telediarios y periódicos
nos hablarán de la importancia de una
correcta evaluación de trastornos refractivos, del riesgo que supone la diabetes
y del enemigo silencioso que es el glaucoma, a la vez que nos darán esperanzas
con los grandes avances con células madre o
perspectivas biónicas.
Pero todas estas advertencias, consejos y soluciones lo son
para quienes nos lo podemos permitir, para el primer mundo. Porque ocurre que
las cataratas, por ejemplo, algo que ya se considera prácticamente banal por
solucionable en nuestro medio, siguen siendo la principal causa de ceguera en
países de ingresos medios y bajos, según la OMS.
Y sucede también que el tracoma y la oncocercosis hacen aun estragos a pesar de
los esfuerzos de esta organización, en uno de cuyos documentos se nos indica
que el 80% de cegueras se pueden prevenir o curar.
No sólo hay defectos de visión. También los hay de mirada. En
el día de la vista el primer mundo no mira al tercero. Es cierto que la OMS
tiene planes como “Vision 2020”, la "Iniciativa Global para la eliminación de la
ceguera evitable” pero la atención allí (porque es allí y no aquí) y ahora a muchas personas que pueden recobrar la vista
descansa en buena medida en ONGs como “poderver” , una organización que precisa hacerse visible, como indicó en un artículo
reciente, publicado en “Mujer Hoy”, Julia Navarro.
Se dice con bastante acierto que no hay más ciego que el que no quiere ver. La mirada local, egocéntrica, sosiega tanto como encubre una realidad cruel, la que puede mostrarnos cualquier niño condenado a quedarse ciego por tracoma, una enfermedad curable, sólo por haber nacido donde nació. Nadie es culpable. A la vez, todos lo somos.
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