“Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro”. Segunda Carta a los Corintios, 4,7.
Hace dos años, dos investigadores, Vogelstein y
Tomasetti, habían propuesto que la diferencia en la tasa de cáncer existente
entre distintos tejidos tenía que ver con el número de replicaciones celulares
que en ellos se daban.
Ahora, en un artículo publicado en este mes de marzo en Science,
muestran que alrededor de dos tercios de las mutaciones relacionadas con el
cáncer no se deberían a la herencia ni a factores ambientales sino al azar. Dicho
de otro modo, un 67% de los cánceres se deben sólo a errores aleatorios en
nuestras células, con independencia de que nos cuidemos o no.
Es bien sabido que cuando una célula se divide su
ADN es replicado (cada cadena sirve como molde para la síntesis de una
complementaria). Se trata de un maravilloso y complejo proceso en el que, en
condiciones normales, se da una fidelidad de copia altísima, acompañada de
mecanismos de reparación que hacen que la tasa de error sea del orden de uno
por cada diez a cien millones de nucleótidos (las “letras” del ADN). Aun así,
en cada reproducción celular se estima que se produce un promedio de unas tres
mutaciones.
No todas las mutaciones son perjudiciales, pero desde
hace décadas se ha relacionado la tasa de mutagénesis con el cáncer. Se conocen
muchos agentes mutagénicos, como las radiaciones ionizantes o los componentes
químicos que inhalan los fumadores. La relación entre mutagénesis y
carcinogénesis no siempre existe, pero, a pesar de eso, la investigación del
potencial dañino de un nuevo agente químico se suele probar con tests de
mutagénesis, mucho más rápidos que los de carcinogénesis.
El riesgo del tabaquismo para el cáncer de pulmón
es claro. A la vez, es sabido que a veces el cáncer de mama tiene que ver con
la herencia de unos genes concretos alterados. Esa influencia de lo ambiental y
lo genético en el cáncer en general ha dado lugar a numerosas investigaciones
para tratar de restringir al máximo la exposición a carcinógenos potenciales y
ha impulsado la financiación de programas de investigación como el “Cancer Genome Atlas”.
Desde una información probabilística limitada sobre el riesgo genético pueden adoptarse
medidas drásticas como la tomada por Angelina Jolie.
El artículo publicado en Science no niega la
importancia de los genes y del ambiente físico-químico, pero realza el papel
del puro azar en la aparición del cáncer. Errores aleatorios en la polimerasa,
desaminación hidrolítica de bases o alteraciones por radicales libres pueden
conducir a mutaciones que acaben siendo nefastas.
Todo estudio importante precisa ser confirmado
(también o quizá más aún los publicados en Science y Nature), pero las
conclusiones de éste son llamativas y no tanto por pragmáticas cuanto por sus
potenciales implicaciones filosóficas, pues ponen de relieve la importancia de
lo aleatorio frente a lo determinista. A veces desearíamos que nuestros
mecanismos bioquímicos fueran perfectos, que el ADN no sufriera al replicarse
ni un solo error, pero la Naturaleza sigue su curso no intencional y no actúa
según nuestros deseos. Y parece que no sería bueno que lo hiciese, pues sin
tasa de error, sin mutaciones, no habría una variabilidad sobre la que operasen
los mecanismos evolutivos. Bien podría decirse, simplificando, que, si no
hubiera errores en la replicación del ADN, no estaríamos aquí. La variación es
inherente a la vida misma, que precisa azar y necesidad. Para organismos
pluricelulares como nosotros, la vida y la muerte están íntimamente imbricadas,
necesitadas de colaboración entre sí.
El cáncer se ha convertido en la plaga del primer
mundo y es preciso combatirlo ahondando en todo tipo de medidas de prevención
primaria como lo son evitar el tabaco o la exposición al amianto, tomar
decisiones políticas para disminuir la contaminación urbana y adoptar medidas
higiénicas generales concernientes a la limpieza, alimentación y ejercicio.
Pero la cuestión es más problemática en el caso
de la prevención secundaria, la que tiene que ver con el llamado “diagnóstico
precoz”, porque muchas veces es dudosa tal precocidad o el valor real de
detectarla. Los autores concluyen al final de su artículo que “para los cánceres en que todas las
mutaciones son resultado de errores aleatorios, la prevención secundaria es la única
opción”. Con tal afirmación parece sugerirse que, a más azar, mayor obsesión
por neutralizarlo y así la medicalización de la vida puede pasar a ritualizarla
en el peor sentido, ya que no sólo convendría insistir en los cribados cuando
uno se sabe portador de genes malos o ha estado expuesto a carcinógenos
químicos o físicos, sino que se trataría de hacerlos universales desde el
argumento de que todos somos blancos potenciales del nuevo demonio.
Unas líneas antes, se expresa en el artículo el
sueño de evitar mutaciones insertando buenos genes reparadores. Un sueño en un
artículo científico, cosas de la modernidad. Pero parece que asistimos a un
afán inútil por controlar lo incontrolable, el mismísimo azar, haciéndolo
mediante el cribado masivo de todo lo analizable y a edades cada vez más tempranas.
Este planteamiento, unido a los avances en métodos de detección múltiple como
los que permitirán la llamada “biopsia líquida” y la mayor resolución de técnicas
de imagen, podrá facilitar la detección precoz de algunos cánceres, pero a un
alto precio, el que implicará el incremento de falsos positivos, la instalación
de una hipocondrización generalizada y el retorno de un neo-mecanicismo que, de
tanto fijarse en el cuerpo – máquina informado por genes, nos niegue el alma.
Hay algo que muestra el estudio y, al parecer, a
pesar de lo que concluyen los autores. Se trata de que somos frágiles y que esa
fragilidad subyace a los propios mecanismos moleculares de nuestro cuerpo. No
es malo percibir esa fragilidad intrínseca y sabernos así, limitados, igualados
por la franciscana hermana muerte. Podemos optar por la vigilancia extrema,
cada día más instrumental y sofisticada, de los efectos del error molecular. Pero
también, siendo prudentes y no temerarios, aceptando la bondad de lo que la
ciencia nos proporcione para nuestra salud, podemos optar por aprovechar la
vida del mejor modo posible, sencillamente viviéndola, aceptando la propia
contingencia. En realidad, es la presencia de la muerte la que confiere a la
vida su extraordinario valor. Borges ya nos mostró lo que supondría la
inmortalidad, un insoportable aburrimiento.
Querido Javier: ahora sí que ya no tenemos ni un clavo al que agarrarnos. La lectura de tu nueva entrada me hizo sentir como una bolita dando saltitos en una ruleta. ¿Dónde caeré? Yo no fumo, no bebo, no consumo drogas, como sano, hago algo de ejercicio, pero por lo visto Dios sí que juega a los dados. Es muy injusto. Me siento como el pobre Job, que cumplía con todo y desde arriba le enviaron todas las desgracias. Por lo tanto, ya lo tengo decidido: esta tarde de domingo me como una ración doble de bizcocho. Y que del colesterol y los triglicéridos se ocupen los duendes de las mutaciones...
ResponderEliminarUn abrazo,
Gustavo.
Querido Gustavo,
EliminarHaces bien en ceder a esa tentación del maligno y comerte los bizcochos.
Einstein, a pesar de ser tan lumbrera, parece que se equivocó al ver tan serio a Dios como para descartar en Él (Él, Ello, Ella...) el juego.
Un Deus Ludens parece la manifestación más seria y trágica para nosotros de un Deus Absconditus. En caso de que exista y a saber qué es.
Los electrones de unos átomos bailan más desaforadamente su danza y la Guanina no reconoce a la Citosina como su pareja de baile.
Tomas el sol uno de estos días, que ni sol hace, y a dos Timinas que están una al lado de otra en su cadena de ADN se les da por juntarse de mala manera a la espera de que un mecanismo reparador resuelva el entuerto... o no.
Harás muy bien en tomarte esa ración doble de bizcocho. No descuides la nata o la crema.
Un abrazo,
Javier
Hola Javier. Lo primero es agradecerte que no publicaras el comentario que te dejé hace unos días sobre otra entrada. Era una noticia sobre el crecimiento en la audiencia de la dichosa misa de la 2, y que está claramente relacionado con las amenazas podemitas. Cuando uno es un trascendentalista radical mete la pata a menudo, jajaja...
ResponderEliminarBueno sobre este artículo y al hilo de las connotaciones filosóficas que mencionas, sobre azar y determinismo, me ha recordado a un artículo que recientemente leí en el blog de Ana Márquez. Está basado en esta declaración del catedrático Manuel Alfonseca: "Yo trabajo en el campo de vida artificial, y utilizo algoritmos genéticos y selección natural para simular la evolución en mis mundos simulados. Supongamos que algún día consigo que en mis programas aparezcan seres inteligentes. Aplicando el argumento de Dawkins, esos seres podrían decir: 'La evolución de la vida en nuestro mundo se basa en el azar y la selección natural. Luego es probable que Manuel Alfonseca no exista".
Aquí está el artículo completo: http://frasesdedios.blogspot.com.es/2017/03/el-senor-del-azar-manuel-alfonseca-vs.html
Saludos, y gracias.
Muchas gracias por tu comentario y por el enlace que aportas.
EliminarUn abrazo,
Javier