“De mirada en
mirada, el sujeto aspira a un encuentro supremo, el que lo uniría a la mirada
inicial del universo”. F. Cheng.
“Esta inminencia
de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético”. J.L.
Borges.
Bien puede
decirse que la perspectiva científica nos ha cambiado la vida. Aun cuando haya
grandes desigualdades en la obtención de sus beneficios en los distintos países,
podemos decir que gracias al avance tecno-científico vivimos más y mejor. Y por
ello se comprende que se alaben todos los esfuerzos depositados en promover la
investigación científica, sean institucionales o de macro y micro-mecenazgo.
Se supone que una
inversión en una investigación dirigida a objetivos tendrá consecuencias beneficiosas
(el caso del cáncer o, en general, de enfermedades, está a la orden del día),
pero tal suposición es errónea pues implica olvidar la propia historia de la
ciencia, que es prolija en mostrar la importancia práctica de objetivos de mera
curiosidad, así como los efectos de la serendipia, del juego y del azar en los
grandes avances científicos (El mejor proyecto es no tener ninguno, decía
Kornberg, premio Nobel y padre a la vez de otro Nobel).
Pero la Ciencia
nos da algo más, o mucho más si se prefiere, que un avance epistémico. Nos da
ignorancia y belleza.
La Ciencia nos hace
más ignorantes de lo que creíamos porque, a medida que aumenta nuestro
conocimiento de algún campo de la realidad, aumenta también el grado de
ignorancia del que habíamos partido. Los ejemplos se dan en todos los ámbitos,
pero quizá el más revelador sea el biológico. Fue un extraordinario avance
comprender la función del ADN, pero no es menos extraordinario ver que desde
entonces hasta ahora estamos muy lejos de la comprensión de los mecanismos
genéticos que, por si fuera poco, incluyen los epigenéticos. Cuando ya todo se
explicaba apelando al demiurgo de la santa evolución, ocurre que el viejo Lamarck
retorna tímidamente para aliarse con Darwin.
La Ciencia aspira a la
completitud, pero esa aspiración parece ser menos realista cuanto mayor es el
avance científico. La completitud, desbaratada en el ámbito matemático, parece
ya un sueño pragmáticamente inalcanzable, a pesar de todas las promesas
salvíficas cotidianas.
Por otro lado, la
Ciencia nos proporciona belleza. Y, como en el caso de la ignorancia, la
belleza perceptible se asocia al avance epistémico. Contribuye a ello la
ampliación de la mirada que, en términos espacio – temporales, abarca unos 61
órdenes de magnitud, desde las dimensiones de Planck hasta el tamaño y edad del
universo observable.
Pero esa belleza
perceptible por la ampliación de la mirada, gracias a una tarea que es en sí
misma bella (Hardy y Dirac no concebían otra alternativa), no siempre es
percibida. Más bien, casi nunca lo es con tantas prisas por investigar y producir artículos
científicos.
Un excesivo
antropocentrismo hace que, sin necesidad de un análogo al síndrome de Stendhal
relativo al arte, los ojos de muchos científicos y filósofos se cierren ante la
belleza del mundo que la Ciencia facilita. Ese antropocentrismo ve su mirada
ampliada, pero demasiadas veces se ciega a ella ante el atractivo epistémico y
muchas más desconoce otras miradas, aunque las estudie.
¿Qué es la
mirada? Tenemos mucha información sobre el modo en que vemos. Desde un punto de
vista mecanicista, también sabemos mucho sobre cómo han evolucionado los
sistemas fotosensibles, desde los cloroplastos hasta los ojos del halcón.
Podremos entender cómo ven los animales, pero no ver como ellos, de los que
tanto nos hemos distanciado, por mucho que los estudiemos. Desde esa distancia,
creemos que la mirada animal es sólo utilitaria, simplista, de búsqueda de
alimento o de reproducción sexual. Pero no sabemos propiamente qué siente un
animal al mirar su mundo, eso tan inconcebible a lo que von Uexküll llamó su “Umwelt”.
Ese olvido de lo
animal, esa ignorancia radical de lo que siente un ave al volar o un pez al
nadar, supone a la vez la gran ignorancia, la del Misterio que hace que seamos
aquí y ahora y sintamos también de algún modo un “Umwelt”, el nuestro, cada día
más deshumanizado y desanimalizado. A pesar de realzar la importancia de la
Evolución, somos poco propensos a considerarnos surgidos de ella e integrados en un mundo
compartido con otros seres vivos que también como nosotros, y a la vez a
diferencia de nosotros, miran el mundo. No es descartable que lo hagan con
cierto modo de placer estético. No lo sabemos. La maravillosa visión darwiniana
puede también cegarnos ante lo más próximo, haciéndolo lejano.
La Ciencia
facilita la mirada a la realidad, pero no da directamente una visión de lo
Real. No la dará nunca y eso hace imprescindible una mirada diferente, si se desea en realidad
contemplar, en el sentido al que se refería François Cheng; la mirada que, auxiliada por la ciencia, se abre a la admiración y asume la
gran ignorancia esencial que permite acogernos al gran Misterio.
Como decía
Borges, la revelación, por inminente que sea, no se produce. Lo Real no es
alcanzable.
Interesante reflexión.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Jaume. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias!
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