miércoles, 6 de marzo de 2019

MEDICINA. El cinismo proteccionista.



"However, there is another source of evidence we could consider: the experience of real patients". Jacob Stegenga


Recientemente, los medios de comunicación, incluyendo el “Diario Médico” mostraron el resultado de los esfuerzos ministeriales para arrojar luz sobre las pseudociencias.
Somos iluminados al respecto en la web “CoNprueba” , un pretendido simpático juego de sendas palabras, una con “n” y otra con “m”.

En ella se insiste en la necesidad de utilizar terapias basadas en la evidencia científica, mostrando un listado de todas aquellas pseudomedicinas que no soportan la más elemental prueba de eficacia y anunciando otra relación por confirmar. 

Sobra decir que cualquiera que esté en sus cabales le daría tanto valor a la "geocromoterapia" como a la "oxigenación biocatalítica" para tratar un problema clínico y que sería sencillamente nulo. Para tal viaje no se precisan alforjas. Pero el intento del legislador no parece pretender informar sobre la charlatanería fácilmente reconocible, sino tomar este primer paso para una posible deriva inquisitorial que segregue de la práctica clínica cualquier aproximación que los grandes “expertos” consideren no científica. No es probable que el signo político de próximos gobiernos altere la adoración cientificista.

Todo ha de basarse en la evidencia, mantra que ha de orientar también la educación de nuestros jóvenes (en la web se indica que Una enseñanza efectiva de la ciencia conduce a mejores resultados para los estudiantes y a una optimización de los recursos. Esto requiere que tanto docentes, como administraciones y entidades encargadas de su formación, tomen decisiones basadas en la evidencia científica disponible sobre cómo funciona el aprendizaje y la motivación de los alumnos” ). Tal parece que los profesores de enseñanza básica y secundaria son unos osados si no aprenden las bases científicas de la motivación y del aprendizaje que lo facilita, por lo que parece imprescindible el auxilio de pedagogos que ilustren sobre lo que ha de ser una educación basada en la evidencia. 

Si hay ingenieros y biólogos (APEPT) que asesoran a ministerios sobre cómo debe ejercerse la Medicina, no sorprende que haya pedagogos que traten de enseñar cómo deben hacerlo los docentes. Un nuevo sacerdocio se instala, el de los “expertos”.

¿Cómo saber si una práctica médica es adecuada? Hay dos posibilidades complementarias. Una es simple; se trata de aceptar lo que nos diga el Ministerio en su web. Otra, complementaria, se muestra como objetivo en ella para este año, pues se nos dice que #CoNprueba da a conocer nuevas acciones de cultura científica dirigidas a promover el pensamiento crítico y racional. A lo largo de 2019 se desarrollarán materiales formativos para que los alumnos de secundaria conozcan cómo funciona el método científico y entiendan conceptos clave como “efecto placebo”, “grupo control” o la diferencia entre correlación y causalidad. 

Dicho de forma simple, la estadística y, para más concreción, la estadística frecuentista será la esencia de lo racional a la hora de plantear la bondad de una perspectiva terapéutica.
No cabe duda de que la estadística es una herramienta valiosa en Epidemiología y en el ámbito de los ensayos clínicos que comparan unos medicamentos entre sí o con placebo. Pero no puede haber una deificación de lo instrumental, porque todos somos conocedores de excesos metodológicos, empezando por los relacionados con conflictos de interés. 

Un ensayo clínico, un meta-análisis, cuando están bien hechos, orientan, pero no siempre son definitivos. El ser humano no es reducible a un individuo muestral (en este sentido, es habitual la existencia de “outliers”) y la relación clínica siempre es singular. Eso supone el gran límite para la bioestadística y sostiene la práctica clínica.

Un contraste de hipótesis como el que supone un ensayo clínico a doble ciego requiere eso, ceguera, la imposibilidad de saber si un sujeto está recibiendo un medicamento u otro (o un placebo). Y eso, que parece factible en el caso de la homeopatía, por ejemplo, no lo es tanto en otras prácticas como la acupuntura; ¿con qué “control” la compararíamos? 

En la obsesión por el contraste estadístico, se puede calificar de pseudociencia a lo que simplemente no es contrastable. Y así, la fisioterapia en general no sería evaluable, no sería científica, como tampoco lo serían las distintas formas de psicoterapia. ¿Les llamaríamos pseudociencias a la espera de medicamentos que superen viejas prácticas?

El criterio estadístico frecuentista, en contraposición al bayesiano, ha supuesto serios excesos interpretativos en forma de riesgos relativos que sustituyen a los absolutos, o de olvido del número de sujetos a tratar para evitar un solo episodio cardiovascular, por ejemplo, en un lapso temporal determinado. Las estatinas constituyen tal vez el mejor ejemplo de ese exceso que, bajo la supuesta finalidad preventiva, hace uso y abuso de estudios caso - control, estudios de cohortes y demás historias.  

Bueno, esa es la “ciencia” aplicada a la Medicina o, más bien, la "medicina científica" que se pretende. Nada como las “p”, los “intervalos de confianza”, los riesgos relativos, etc. Pero, si se usa esa ciencia para analizar pseudoterapias, también deberá tenerse en cuenta en la revisión de terapias consolidadas.Es el mínimo exigido por la coherencia.

Ya se han publicado unos cuantos artículos, incluyendo meta-análisis, sobre la dudosa eficacia de los antidepresivos. Estos días, se incidía en este sentido en un artículo publicado en AEON 
 
Sencillamente, no parece, a la luz del contraste estadístico, que los llamados antidepresivos lo sean de verdad, es decir, que curen o alivien una depresión mayor, ese “sol negro” terrible. No de modo estadístico. Y, si es así, si ocurre con ellos lo mismo que con los medicamentos homeopáticos, habría que actuar en consecuencia y proponer que se retiren del mercado. ¿O no? O no, porque hay personas a quienes les ha ido bien con ellos, o así se lo ha parecido a ellos y a sus psiquiatras. O no, porque, si alguien los está tomando, es posible tanto que sus efectos secundarios se perciban como mejora real como que la abstinencia de ellos comporte efectos indeseables. Julius Axelrod vio los efectos en terminales sinápticas y, desde entonces, las hipótesis simplistas de la depresión como un déficit de neurotransmisores persisten. Si estás deprimido, es porque te falta serotonina; hay que subirla.

No deja de ser curioso que los más cientificistas, los que adoran las escalas ordinales de depresión, como si de marcadores morfológicos se tratara, y las significaciones estadísticas, sean también los más biologicistas y conciban la depresión como una gastritis o una neuralgia de trigémino, una patología con dianas moleculares susceptibles a una supuesta amplia batería de antidepresivos que, al final, ni es tan amplia ni tan “anti”.

Con los criterios que está operando el Ministerio de turno a la hora de protegernos de pseudoterapias, deberían plantearse la eficacia de los antidepresivos, pero también de muchos antihipertensivos, de los antiinflamatorios, de viejos antibióticos (las quinolonas producen más lesiones tendinosas de lo que debieran, como ha advertido la propia AEMPS), etc., etc.

Claro que es dudoso que sea esa la tarea de un comité de expertos ajenos a la práctica clínica, y es que un antidepresivo puede irle bien a una persona, del mismo modo que le puede ir bien para un catarro una píldora homeopática. En ambos casos, estamos también bajo las influencias de conflictos de interés. 

Tomemos un ejemplo, la mirtazapina. Si es tomada por alguien con depresión, puede facilitarle el apetito y que concilie el sueño, aunque no afecte a su depresión propiamente. O no, porque cada cual es un mundo. En otros casos, ese efecto tendrá como consecuencia un sobrepeso indeseado. ¿Ha de suprimirse en general? ¿Por qué no ver qué ocurre, caso por caso? Tomemos otro ejemplo. Hay quien se encuentra mejor tomando escitalopram y hay quien no lo tolera. ¿Lo eliminamos o lo dejamos en la farmacopea en función del ensayo clínico de turno? Sólo el clínico que pauta una medicación y la respuesta del paciente a la misma podrán orientar de modo realista al respecto. Por supuesto, teniendo en cuenta las publicaciones serias, pero él, el clínico. No sólo la AEPT. No, desde luego, el Ministerio de Salud, de Ciencia, de Deportes, de Defensa o de lo que sea. 

¿Cuándo entenderán quienes tratan de protegernos, siendo ya adultos, que la Medicina precisa de la ciencia, pero que no es ella misma una ciencia? ¿Cuándo dejarán de protocolizar lo no protocolizable y permitir que los docentes enseñen y que los clínicos curen con su conocimiento y la responsabilidad que les reconoce su titulación?

16 comentarios:

  1. Simplemente excelente.

    ResponderEliminar
  2. Querido Javier: si ya nos faltaba algo por ver, era un astronauta al frente de esta Cruzada Neolilustrada. El principio aristotélico de que solo hay ciencia de lo universal no cuenta para las disciplinas del cuerpo y del espíritu: ninguna de ellas, como bien dices, son estrictamente ciencias en el sentido más puro del término. Por supuesto, entre las prácticas médicas y psicoterapéuticas que poseen un rigor, y la charlatanería, existe una diferencia abismal. Es lógico que las autoridades se preocupen de informar sobre ello, pero para ese fin se requeriría una metodología y una serie de estudios que por ahora son inexistentes. A ello se añade la fundada sospecha de que detrás del "bien" del ciudadano, se halla el bien de las corporaciones, que ¡ay! no suelen ser muy coincidentes, como ya lo reflejó John Le Carré en "El jardinero fiel". Puesto a elegir, prefiero que el Estado no proteja, no me cuide ni trate de salvarme de nada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querido Gustavo,
      Tu comentario ilumina, como siempre, la situación.
      Efectivamente, no existe metodología a la hora de informar por parte de las autoridades. Recurren a supiestos expeertos en todo, que no lo son en casi nada.
      La realidad supera a la ficción de Le Carré. Los conflictos de interés son abundantes, excesivos, escandalosos y todos lo sabemos. Ahora la homeopatía es perversa, cuando siempre fue bien considerada. Y no es cuestión de ciencia, sino de lo que sea, pero no de ciencia.
      La ciencia, para bien, pero sobre todo para mal, ya no es lo que era. Priman los intereses currriculares y comerciales frente al afán epistémico. No digamos ya sobre el poderosísimo atractivo estético. Para belleza estamos. Tenemos el CRISPR y todos como locos a patentar lo patentable. De eso se trata.
      Hablas del "bien" del ciudadano, sobre el que se prioriza el de corporaciones. Esto es muy claro. Se es ciudadano si se es activo laboral y mientras se halla uno en tal estado. Después... a las hermanitas o a un geriátrico si te lo puedes pagar. No hablo de los 90 sino de mi propia edad, ya la tercera según imbéciles que también podrían referirse a la cuarta o la vigésima para clasificarme , rebajándome, eso sí, las entradas del cine.
      Las contingencias son como son. Hoy fui a un geriátrico. Y vi. Y, visto lo visto, trataré de que la hermana muerte franciscana sepa buscarme llegado el momento si no me encuentra a la primera (a veces, es muy torpe: se lleva a jóvenes sanos y deja viejos de decrépitos babándose). Hasta el cristiano (y quizá arriano) Hans Küng, a quien admiro, se refirió favorablemente con respecto a la eutanasia. Ser médico tal vez facilite las cosas.
      Como tú, digo que ... que le vayan dando al proteccionismo estatal, a todos los informáticos biólogos y jovencitos kurzwellianos que asesoran a astronautas ministros. Que no me salven, ni siquiera de mí mismo. Que me dejen, que yo me arregaré llegado el caso.
      Tenemos la obligación ética de recuperar un cierto grado de humanismo, ese que se centra en lo singular, irrepetible, de cada cual, ese que respeta al indigente como al poderoso, ese que hermana. Tenemos la obligación ética de quedarnos con la vida (de la que la muerte es complemento), de vivir como se ha de vivir, caóticamente, consciente e inconscientemente, lúdicamente. Debemos defender lo infantil que permanece en nosotros frente a lo infantiloide social.
      Si algo precisa nuestro tiempo es la lucidez. Esa que pretende la Filosofía, tan denostada. Esa que facilita el Psicoanálisis, más denostado aún.
      Un fuerte abrazo,
      Javier

      Eliminar
  3. ¿Cuál es la probabilidad de que “los expertos” acierten en sus conocimientos? Desde el punto de vista frecuentista tendríamos que conocer a un buen número de esos expertos (cosa bastante difícil dada la entelequia) en un determinado campo, medir sus aciertos en un mismo tema repetido muchas veces, y dar por supuesto que ese porcentaje es un valor fijo que servirá como referente para que a partir de entonces baste con aludir a “lo que dicen los expertos” para establecer un grado de confianza. Desde un punto de vista bayesiano, bastaría con analizar a tres o cuatro expertos y, determinando variables aleatorias como sus creencias, ideología, etc, establecer un margen de probabilidad de que ese “experto” alcance en algún momento, según los intereses, un grado de confianza. Ambos puntos de vista van perdiendo en observación lo que ganan en computación, y, en ambos no se tiene en cuenta que la manera en que se determina ser o no “experto” tiene más que ver con una cuestión política que epistemológica, curricular más que real. No se considera tal cosa a quien tenga un conocimiento profundo y directo sobre algo sino al que tiene credenciales metacognitivas sobre lo que otros “expertos” dicen sobre algo, y entonces volvemos al principio del párrafo.
    En educación se ve claramente. No importa lo que haga el docente en su aula, ni el grado de empatía que le permita fomentar el gusto por aprender a sus alumnos; importa la burocracia, la programación, las actas y lo que figura en ellas que hace(todo cada vez más digitalizado), importan los cursos a los que asistió, el uso de las Tics (casi me confundo y las pongo en masculino), los proyectos de innovación educativa en los que participa, etc. Da igual la sensibilidad respecto a las peculiaridades del alumnado si en el papeleo figura que “atiende a la diversidad”, da igual que haga exámenes abiertos o repetitivos (con respuesta en la página tal del apartado cual) si tiene un curso en “inteligencias múltiples”, incluso puede asfixiar cualquier amor a la lectura poniendo exámenes de libros obligatorios (en los que preguntan cosas como el nombre de la mascota de la prima del protagonista, porque lo importante es cerciorarse de que lo leyeron) pero tener reconocido su fomento de la lectura porque está metido en el “proyecto lector”.
    En fin, ese interés “protector” se parece al interés en “ayudar humanitariamente” de Trump, pongo esto no sólo por su grado de cinismo sino también porque no sea que pierdan los astronautas y nos invadan los alienígenas.
    No sé si viste hoy la noticia sobre la Ketamina…pues a mí me parece más antidepresivo leer tu post que, lo contrario, anestesiarse.
    Un abrazo,
    Marisa

    ResponderEliminar
    Respuestas


    1. Gracias, Marisa.
      Si siempre agradezco tus comentarios, he de decir que el que haces hoy me parece especialmente brillante, cosa difícil teniendo en cuenta la riqueza de los previos.
      Lo primero que indicas es el modo riguroso de preguntar ¿quién evalúa a los evaluadores? Ni la aproximación frecuentista ni la bayesiana sostienen que alguien sea experto en algo; no son practicables. Y, fuera de la perspectiva probabilista, el saber que alguien es grande en algo no garantiza que lo sea como consejero. Al final, como bien señalas, el experto es quien reúne credenciales, esto es, alguien que genera confianza al político de turno, una fe sobre un supuesto saber, aunque éste sea escaso o inexistente.
      Lo que dices de la Educación me resulta familiar porque ocurre en nuestros hospitales.
      Nuestras bibliotecas desaparecen para hacer sitio a espacios de “innovación” en los que sobra decir que nadie innova nada. Además, ¿Para qué sirve estudiar libros si tienes protocolos, guías y cursos online?
      Las normas ISO van en línea con la idea de que la sanidad “produce” algo, como una fábrica. También se valoran los cursos de inteligencias emocionales, múltiples y de otros tipos si las hay, cursos de gestión de stress y cosas así. La burocracia resurge del modo más idiota con registros de registros ad infinitum en aras de algo que llaman “calidad” y que parece algo concentracionario. Los ordenadores son dedicados, curiosamente, a generar puro ruido y plasmarlo en papel. Los laboratorios se han convertido en oficinas, los pacientes en números y sus cuerpos son parcelados por órganos en un revival del “cuerpo – máquina” como jamás se había visto y así llegaremos a los quirófanos 5.0 a la vez que nuestros viejos se pueden morir de sed o de tristeza.
      ¿Qué importa en Medicina? Parece que sólo conservar a elementos productivos. Por ejemplo, se insiste en la conveniencia de los dichosos cribados, entre ellos, el de mama, que no parece reducir la mortalidad global. Pues bien. Eso es así hasta los 70 años, tras cuya edad ya no hay que cribarlo (y no porque deje de haber cáncer de mama). ¿Por qué será que los 70 ya no valen la pena en el sistema público? Nos venden lo saludable con imágenes de jóvenes sanos y guapos riéndose en pandilla o como parejas de viejos juguetones con sus nietos gracias a los suplementos vitamínicos, minerales y en felices ámbitos familiares que no existen más que en los anuncios de pizzas.
      Y, por si fuera poco, vemos, también como vosotros, el brillo de los “top doctors”, cuando sabemos cómo se fabrican esos dichosos “top”. La estupidez no sólo existe, galopa mirando a Bolonia.
      Acabo de ver lo de la ketamina. Bueno, no está mal. Podemos tener experiencias cercanas a la muerte y contactar con IV Milenio. Es cuestión de dosis. Unos cuantos chutes y… a flotar.
      Me alegra que mi post te resulte antidepresivo. Lo cierto es que la realidad misma tiene bastante de antidepresiva si se toma su lado tristemente gracioso. Berlanga, que era muy simpático en sus películas, decía que se limitaba a copiar lo que veía para producirlas.
      Y ya en ese tono, te comento algo que me ocurrió hoy mismo. Fui en coche a uno de los hospitales de ese monstruo llamado complejo (con razón) hospitalario, universitario (que ya es decir) de A Coruña (eso es cierto). Como ocurre en todos los hospitales públicos y privados de Coruña, no hay sitio para coches (los párkings sólo los hacen en superficies comerciales). Así que decidí aparcar en un tanatorio adyacente. Pues bien, el celo del agente de seguridad, que sospechó, como haría Poirot, que yo no iba allí a visitar a nadie de cuerpo presente, me persiguió literalmente cazándome en la salida del tanatorio, donde iba yo de listo a salirme por la tangente real, y advirtiéndome de que llamaría a la grúa. Tuve que retirar el coche. Tenía razón el hombre, pues había un letrero que indicaba que el parking es de “uso exclusivo para clientes”. Total, que si estás enfermo, has de tomar un taxi para ir al hospital. Ya acabarán los problemas de parking cuando te mueras y pases a ser “cliente”.
      Un abrazo,
      Javier

      Eliminar
    2. Sí, ese hospital y sus alrededores...Te aprecio muchísimo, Javier.
      Un abrazo grande

      Eliminar
    3. Gracias de nuevo. El aprecio es recíproco.
      Un abrazo,

      Eliminar
  4. Estupendo Javier, totalamente de acuerdo. Pedro

    ResponderEliminar
  5. Hola Javier, a los tiempos, como se dice acá en el Ecuador: Acabo de ver la junta directiva del APETP... ejem. Respecto a la autoridad de los expertos... no se si has leído lo que le ha pasado a López-Otín, si, ese señor que ahora sale en los medios como el que va a curar la progeria, idea que le robó a un compañero mío. En este blog muestran la desfachatez de uno de los científicos más brillantes en biomedicina en España https://forbetterscience.com/2018/05/07/the-perennial-northern-blot-of-lopez-otin/ Hasta ahí todo entendible: un ambicioso con pocos escrúpulos. Lo penoso ha sido ver como 50 de los mejores científicos apoyaban a López-Otín, sin embargo, sus colaboradores, cuando se escudan en el anonimato declaran que es un impostor https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2019/01/29/5c4f1ae121efa0466b8b4663.html Brutal

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario, Esteban.
      Sí. He visto las noticias sobre la retirada de esos trabajos. Lo del Northern es para nota.
      Hay dos aspectos que son inquietantes.
      Uno, ya sobradamente conocido, deriva de la “autoridad” que deviene autoritaria. Viendo las noticias, parece que, si se ha alcanzado un nivel, uno es intocable, aunque produzca algo científicamente incorrecto o, peor aún, fraudulento. Que te retiren ocho artículos no es una tontería. Y, desde luego, no vale en absoluto que otras grandes figuras lo respalden o que otros trabajos posteriores confirmen lo que publicó, si esto es imaginado. Supongo que si un grupo de investigación “reprodujera” de forma real los datos fraudulentos de Hwang https://www.abc.es/20120224/archivo/abci-clonacion-hwang-201202241142.html, él, un mentiroso, podría ser candidato al Nobel, porque habría sido el primero. En aras de la prioridad, todo estaría permitido si es creible y, ya no digamos, si alguien confirma la fantasía.
      En Ciencia son vitales el rigor metodológico y la honestidad que implica. Y todo está muy pervertido. Cuando estamos ante salami publications o ante grupos en los que trabaja uno y firman todos, puede pasar de todo, que ha de ser lo “mejor”, es decir, publicaciones en revistas de alto impacto, que es como desgraciadamente se concibe hoy la ciencia.
      A la vez, no veo bien el anonimato. Si alguien detecta algo impropio en un artículo, debiera bastar con una carta al editor de la revista. Me parece una gran cobardía andar a la caza de fallos sin dar la cara. Ya sé que esa valentía puede arruinar una carrera con toda seguridad, pero va siendo hora de que se actúe con coherencia.
      Un abrazo,

      Eliminar
  6. Fantástica explicación. Estoy bastante harto de la gente que desprecia ciertas prácticas sin ningún criterio crítico. A mí nunca jamás un medicamento alopático me ha curado ninguna dolencia persistente. Al contrario. No puedo decir lo mismo de la homeopatía o la naturopatía.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por su comentario. Yo podría decir que soy personalmente "alopático" en lo que a mí mismo concierne (nunca me traté ni pienso hacerlo con homeopatía o naturopatía).
      Dicho esto, admito que somos demasiado complejos como para cerrar alternativas con las que haya pacientes satisfechos.
      La escucha, la palabra, sin ir más lejos, siguen siendo imprescindibles en un ámbito como la medicina, en el que las relaciones causales más elementales no siempre son claras a escala individual (por ejemplo, no siempre se identifica el germen causal de una infección, al margen de que el cuadro clínico responda o no adecuadamente a la antibioterapia).
      En cualquier caso, no puedo ver bien que, si no hay daños a personas indefensas (caso de movimientos anti - vacuna), se depuren terapias por "decreto", en base al criterio de supuestos científicos. Es cierto que esos decretos de momento no existen (exceptuando retiradas de medicamentos de la cobertura de la seguridad social), pero no es menos cierto que hay sesgos evaluadores en nombre de la ciencia.
      Si somos rigurosos y admitimos que el ensayo clínico es poco menos que palabra divina, deberían revisarse a conciencia todos los que sostienen el uso de cada uno de los fármacos que se dispensan y no sólo de los que, desde el punto de vista fundamental (por razones moleculares) precisen atención.
      Los dogmas se resquebrajan ante el empirismo.
      Hay mucho que revisar y hay mucho que frenar, como la escalad de precios que es previsible con las terapias novedosas en Oncologia.
      Un cordial saludo.

      Eliminar