domingo, 5 de abril de 2015

No nos olvidemos de hablar.


“Bajo el reinado del joven que recibió la soberanía de su padre, Señor de las Insignias reales, cubierto de gloria, el instaurador del orden en Egipto, piadoso hacia los dioses…”
Texto escrito en 196 a.C. en la piedra de Rosetta

“Civilization now happens digitally.
And it has no memory
This is no way to run a civilization.”
Danny Hillis

Sabemos de la importancia de que uno de tantos decretos se inscribiera en una estela de granodiorita en jeroglífico, demótico y griego antiguo. No se debe al texto en sí sino a la circunstancia de que éste fuera escrito en tres lenguas en un soporte que resistió el paso de siglos. Champollion pudo descifrar así los jeroglíficos egipcios mostrando el resultado de su trabajo en 1822.

¿Podría ocurrirle al inglés o al español lo que pasó con los jeroglíficos, de tal modo que nadie pudiera descifrar textos en estos idiomas al cabo de muchos años? No lo sabemos, pero sí es muy probable que lenguas minoritarias hoy en día desaparezcan sin dejar rastro en poco tiempo. 

En la actualidad se conoce la existencia de 7102 lenguas en el mundo, muchas de ellas habladas por muy poca gente. 

¿Por qué no salvar lo posible haciendo una piedra de Rosetta moderna? Con esa perspectiva se ha acometido un proyecto que intenta guardar como archivo digital (Internet Archive) unas cien mil páginas de documentos y registros en audio de unas 2500 lenguas.  Además de información relativa a aspectos gramaticales, se recogen en cada una de esas lenguas textos tan conocidos como el inicio del Génesis o la Declaración de Derechos Humanos. 

Si la piedra Rosetta sirvió para saber del pasado, fue por su estabilidad; por ello, se ha pensado también en un soporte que no sea digital sino físico, duradero y múltiple, lo que dio lugar en 2008 al Disco Rosetta, un disco de níquel de 7,62 cm de diámetro que contiene más de 13.000 páginas de información sobre unos 1.500 lenguajes humanos. No se precisa ordenador alguno para leerlo; sólo un sistema óptico que proporcione más de 600 aumentos, un microscopio relativamente simple.

Hay algo llamativo en este intento de conservar información lingüística. Retoma lo más clásico, tanto en “hardware” como en “software”, usando como soporte la consistencia sólida del níquel y sustituyendo el habitual lenguaje binario por los signos reales utilizados en cada lengua, mediante una grabación analógica. Un número de copias elevado facilitará sin duda la permanencia de, al menos, algún disco por muchos siglos.

El proyecto persigue conservar lo que presumiblemente se perderá rápidamente y es a la vez una llamada de atención al mantenimiento de la diversidad lingüística. 

En un tiempo en que parece que no podemos vivir sin informática, no es malo recordar la corta vida de los materiales que la sostienen, incluyendo los soportes de memoria física. Nadie puede hacer nada con un disco flexible de 8”. ¿Servirá para algo un “pendrive” dentro de diez años? ¿y un DVD? Pero también la propia forma de entenderse con los ordenadores es olvidadiza. No son lejanos los años en que se impartían cursos de Fortran IV o en los que se anunciaban academias prestas a enseñar el “lenguaje del futuro”, el Basic. Lo más novedoso y aparentemente universal, el lenguaje de ordenador, y las aplicaciones que permite, parecen lo lo más efímero. 

La intensa globalización facilitada por los sistemas de comunicación digitales es lesiva para la diversidad de lenguas, al favorecer la existencia de una lingua franca deteriorada a su vez, con un vocabulario muy restringido y una ortografía cada vez más ignorada. En España hemos asistido incluso a políticas activas en la destrucción de lenguas propias sin que ello lograra el supuesto beneficio de que nuestros jóvenes se expresen mejor en inglés. Más que hacia una lingua franca caminamos hacia una pobre neolengua infantiloide. Sabido es que cuantas mayores posibilidades de comunicación existen, menos comunicación real se da, lo que sugiere que un avance técnico como el que suponen los “smartphones” pudiera ser, en realidad, el peor ataque a lo que nos hace humanos: ser hablantes.

Si la tecnología sostiene un empobrecimiento cultural masivo, las políticas educativas inspiradas por el plan Bolonia parecen facilitarlo, haciendo del lenguaje (incluso del matemático) mera herramienta de servidumbre tecno-científica. Por ello, frente a la deshumanización cientificista se hace preciso recuperar el valor real de la ciencia misma, que sólo puede darse en un contexto humanístico. No es descartable que la buena ciencia (no la mera obsesión febril por publicar en revistas científicas) sólo pueda construirse si se retorna a los clásicos y se prioriza en la enseñanza básica y secundaria el estudio de las llamadas lenguas muertas, que nunca lo han estado propiamente.  


4 comentarios:

  1. Es un proyecto interesante, no solo por lo que implica respecto de la memoria histórica, sino por la aguda observación de Javier sobre la obsolescencia de los soportes digitales, y el peligro que la digitalización omnipresente supone para la inteligencia.
    Gustavo Dessal

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  2. Muchas gracias, Gustavo, por tu comentario. Sí. El respeto por la Historia no sólo tiene que ver con la recuperación del pasado; también con facilitarle el trabajo a quienes se dediquen a ella en el futuro.

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  3. Javier,

    Me ha gustado mucho este post en particular. Creo, entre otras muchas cosas, pones de manifiesto dos cosas muy interesantes:

    El tema del “basic”: el error conceptual que hubo cuando la informática entró en nuestras vidas, fue confundir el concepto de “programador” con el de “usuario”. Pensamos que había que saber programar, pero al final sólo unos pocos programadores realizaron los programas a los que todos accedimos como usuarios. Esto es algo concomitante de alguna manera con el fin de los laboratorios de ciencia escolares: la mayoría de ellos se habían convertido en lugares fantasmagóricos olvidados en algún aula siempre cerrada de los colegios de EGB de los años 80, por lo que fueron desmantelados y sustituidos por “salas de informática”, con una actitud no falta de cierto sentido snob… El resultado: hoy tenemos colegios equipados con salas de ordenadores antediluvianos, y una enorme carencia de vocaciones científicas entre los jóvenes y de científicos con capacidades experimentales…

    El inglés: el concepto del esperanto finalmente triunfó: ya hay una sola lengua común para todos. Sólo que no fue el esperanto aquella ansiada lengua global, sino el inglés. La obsesión por saber inglés se ha convertido en algo que recuerda también un poco al “basic”, y, frecuentemente apenas sin conocer su propio idioma, los chavales aprenden inglés en el marco de un sentido completamente utilitarista del saber… Para colmo, tras dedicar ingentes recursos a aprender inglés (algo que los anglófonos se ahorran de nacimiento; no olvidemos este enorme agravio comparativo), tampoco sabemos ya si será de tanta utilidad, pues ya hay "visionarios" que dicen que ahora, para estar preparado para el futuro, lo que hay que hacer es aprender… ¡chino!. Sin comentarios.
    Guillermo Fernández

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  4. Muchas gracias, Guillermo, por tus lúcidas aclaraciones. Lo que dices es llamativo: contrasta el esfuerzo centrado en la educación tecnocientífica con esa "carencia de vocaciones científicas" que indicas.
    En cuanto al chino... dejemos de momento a los visionarios con sus visiones.

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