Mala cosa es olvidar la infancia, tanto la propia, porque ese olvido suele ser represivo y origen de síntomas neuróticos, como la de los demás, la de quienes aun están atravesándola.
En las Jornadas del Instituto del Campo Freudiano habidas en mi ciudad se ha reflexionado sobre todo el arco que comprende desde lo más íntimo de cada uno, lo que remite a la propia infancia, hasta el niño como paciente, el que se muestra como sujeto de trastorno y que nunca ha de ser considerado como objeto, ni siquiera como objeto protegido.
Siempre se es sujeto, incluso siendo niño, y siempre hay un otro. Un otro acogedor o problemático. Un otro que puede ser la familia o la institución que trata de paliar su ausencia o sus fracasos o algo distinto y peor.
Las distintas ponencias presentadas el viernes en modo de “flash” por razones de tiempo mostraron mucho y bueno para la reflexión. La excelente conferencia impartida el sábado por Mariam Martin Ramos y el debate posterior, moderado por Manuel Fernández Blanco, tuvieron un efecto magnífico en lo que apunta a mostrar dos aspectos esenciales en la tarea clínica: sensatez y responsabilidad.
El sentido común ha de ser verbalizado y eso no es tarea fácil. Cuando se oye hablar a psicoanalistas que reflexionan desde un saber empírico (nada mas falso que ver en el psicoanálisis un mero constructo formal), uno pasa a una situación especial, de gran riqueza espiritual, la de darse cuenta. Y es así como nos dimos cuenta de muchas cosas que, una vez dichas, expresadas con rigor y valentía, parecen auto-evidentes pero que distan de serlo.
La moda científica no es ajena a ese afán segregacionista, concentracionario, incluso en aras de las llamadas buenas causas. Del "uno por uno" que defiende el psicoanálisis en el mejor modo, podemos pasar al aislamiento cientificista, a la segregación, desde un pretendido saber que no es tal.
Son ya 19 las Jornadas celebradas por el Instituto del Campo Freudiano de A Coruña. De cada una de ellas se sale con una sensación difícil de describir, algo así como un realismo esperanzado, algo sustentado por el análisis riguroso de lo que ocurre en nuestra civilización, que muestra la crudeza de lo peor, pero que, sin nostalgias inútiles, apunta a la esperanza en lo humano, lo que hace que vivir valga la pena.
Si la ciencia atiende a sectores de realidad, si la filosofía interroga sobre el saber mismo, el psicoanálisis se va haciendo desde el empirismo clínico y la reflexión honesta, con el ánimo de facilitar que cada uno pueda hacer de su vida algo valioso para sí mismo y, como consecuencia, también para los demás.
Infancia: es el título de uno de los libros más bellos de Coetzee, que por cierto ha sido nombrado titular de la Cátedra de Literatura de la Universidad San Martín en Buenos Aires. Viajará cuatro veces por año para asumir esa tarea.
ResponderEliminarLa infancia es la patria, la verdadera, dijo José Saer, uno de los más grandes escritores argentinos. Olvidar esa patria tiene consecuencias, generalmente graves. No se trata de mantenerse atado al terruño natal, sino de no perder el lazo con las determinaciones originarias, con aquellos azares que marcaron nuestra existencia.
Gracias Javier por tu crónica de estas Jornadas. Un bello título, sin duda.
Gustavo
Muchas gracias, Gustavo.
ResponderEliminarEfectivamente, el recuerdo, el buen recuerdo del origen, nos sitúa en el tiempo y eso supone la gran responsabilidad, la que nos ancla a la Historia, que no es sólo lo pasado sino el ámbito de lo posible. Me parece acertadísimo por ello ese término al que te refieres: "lazo".
Gracias también por las referencias que aportas. En lo que a mí concierne, quedan ya para una lectura muy próxima y es probable que esa sugerencia sea también importante para otras personas que tengan la gentileza de visitar este blog y que, como yo, desconozcan esos textos.
Un abrazo,
Javier