jueves, 22 de diciembre de 2016

Feliz Navidad.




Es bien sabido que la Navidad es continuación de la fiesta solsticial. Nos lo suelen recordar los ilustrados estos días, tal vez tratando de dismitificarla. Pero la Navidad no se sostendría sin su carácter mítico y perderla supondría perder algo bueno de nosotros mismos. La Navidad real, no la parafernalia sensiblera y consumista, sólo puede ser mítica.


No siempre ganamos con pasar del mito al logos porque ocurre que somos seres simbólicos y el mito es consustancial a nosotros. Nunca lo perdemos; sólo ocurre que con demasiada frecuencia hacemos del logos mito, de la ciencia cientificismo y del progreso material fe salvífica. Es decir, seguimos creando mitos y figuras heroicas, modelos, pero extraordinariamente pobres y alienantes. 


Dos evangelistas, Mateo y Lucas, nos hablan del nacimiento de Jesús. Pero los evangelios no son propiamente textos históricos aunque haya historicidad encerrada en ellos, algo reconocido también por investigadores ateos. Refieren a la creencia. Siempre nos movemos en ese terreno. Incluso en el ámbito científico creemos en la inducción, la deducción y la isotropía del universo. No viviríamos humanamente sin la creencia, aunque lamentablemente ésta se haga en ocasiones excluyente y letal. 


De algún modo hay que hablar de lo misterioso y la divinización humana sólo es así posible, en tal contexto, mediante la mujer. Algo más allá del texto cala en la perspectiva simbólica. No fue en los evangelios sino en el concilio de Éfeso en el año 431 cuando se atribuyó a María el término theotokos. Aporía de aporías, como un koan, pero que alude a lo más misterioso, al ser humano, su vida y su posibilidad. 


Ratzinger nos recordó un día que en los evangelios canónicos no se dice nada de los animales que figuran en todos los belenes, el buey y el burrito. Pero la divinización sólo parece posible fuera de los hombres, entre los animales. Roma fue factible por la leche de la loba capitolina. También un dios como Zeus o un héroe como Ciro precisaron el soporte animal. 


Los evangelios no lo dicen pero el dulce San Francisco asumió la bondad de la tradición. Si no hay casa, un establo o una gruta acogerán el deseo de Dios. La Naturaleza será más bondadosa que los hombres. Si no hay calor humano, lo proporcionarán los animales. Un buey y un burro  bastan. Respirando alientan. Viviendo soportan la vida de un bebé, dándole calor.


Lo animal se impone en la representación del nacimiento del héroe divino, que, sobre un asno, entrará siendo adulto en Jerusalén. A diferencia de Buda, Jesús no buscará la Iluminación. A diferencia de Mitra, Jesús no precisará sacrificar un animal para vivificar la tierra. Lo hará con su propia sangre. 


La Navidad celebra la unión de familias, algo que puede explicar el aumento de divorcios en enero, pero en realidad remite a la soledad inicial de la familia que para muchos es ejemplar, a su aislamiento brutal. El recuerdo navideño de esa soledad puede hacernos solidarios con algunos de tantos que nacen y mueren así, en soledad, que no es lo mismo que solos, pues solos nacemos y morimos. A veces con la dulce compañía de un perro o un gato. A veces, muy cerca hoy de nosotros, bajo las bombas lanzadas por insensatos. 


La Navidad se mantiene precisamente porque no puede desmitificarse. Brilló en 1914 cuando grupos de contendientes dejaron sus trincheras y los odios implantados para celebrarla. Poco duró, pero sigue brillando en muchos sitios y seguirá haciéndolo. Ese brillo inmaterial es la estrella que encaminó a los magos de Oriente y que sigue facilitando la búsqueda humana.




8 comentarios:

  1. La cultura como construcción de un mundo de símbolos es el espacio donde mujeres y hombres podemos realizar nuestras vidas. Y los ritos -las formas de hacer cotidiana, y sagrada al mismo tiempo, la conducta creada- permiten que esos objetos simbólicos y míticos construidos se mantengan renovados y atendidos como creación de las potencias humanas. Excelente tu reflexión sobre la Navidad. Indesmitificable. Permitió ofrecer en ese momento del 14 una apoteosis dentro del Apocalipsis. Que tengas una feliz Navidad. Con un gran abrazo.

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    1. Muchas gracias, Esteban, por tu comentario, muy animoso para mí.
      Realzas a la perfección la "apoteosis dentro del Apocalipsis", ocurrida en 1914. Los dos términos se refuerzan mutuamente e indican de que es capaz, para bien y para mal, el ser humano. Fueron pocos en proporción al conjunto general de fuerzas implicadas, pero mostraron que cada uno, en singular, tiene siempre una opción ética incluso en la peor de las circunstancias. Más tarde se vería en los campos de concentración.
      Lo ritual, como dices, unos árboles, cantar, movilizó entonces algo profundo. Sigue haciéndolo y eso sostiene la esperanza.
      Un fuerte abrazo.
      Feliz Navidad !!!

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  2. Pues...me has devuelto un poco de espíritu, en un año para mí anti navideño 😃

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