jueves, 10 de octubre de 2019

Nobel de Medicina de 2019. La importancia de soñar.


Este año se ha premiado a tres investigadores centrados en desentrañar algo que es de suma importancia, la sensibilidad de las células a concentraciones de oxígeno, desde la que se ponen en marcha mecanismos de adaptación molecular que permitan sobrevivir en condiciones de hipoxia.

Algo sabido a la gran escala del organismo (la importancia de la eritropoyetina o la necesidad de la angiogénesis en supervivencia de tumores sólidos) se elucida ya a escala molecular, de regulación genética..
 
Dos de los premiados, Gregg Semenza y Peter Radcliffe, se han centrado en el gen de la eritropoyetina y en otros relacionados. A su vez, William G. Kaelin ha partido de una rara enfermedad (la de von Hippel Lindau) en la que aumenta claramente el riesgo de cáncer, debido, al parecer, a una proteína alterada, la VHL, que actúa señalando de modo incorrecto una situación de hipoxia. 
 
En síntesis, se ha partido de lo sabido y con dos enfoques que han permitido un gran avance en algo común a ellos y esencial en Biología Molecular. Uno ha sido generalista, basado en partir de la eritropoyetina y estudiar los genes de regulación asociados. Otro se ha centrado en una enfermedad rara pero relacionada con algo tan habitual como el cáncer, la de von Hippel Lindau, que afecta una de cada cincuenta mil personas aproximadamente. Si algo bueno tienen esas patologías raras es que sirven como “experimento de la Naturaleza”, como modelo de algo, en este caso de una sensibilidad celular especial a la concentración de oxígeno. 
 
Un tema común, dos aproximaciones diferentes. 
 
Cualquier persona interesada en esta cuestión dispone de una abundantísima bibliografía fácilmente accesible, pero el objetivo de esta entrada en el blog es ajeno a una divulgación que puede encontrarse de mejor modo en muchos lugares. Mi propósito aquí es hacer una breve reflexión sobre este premio Nobel. 
 
Por un lado, como en otras ocasiones, el Instituto Karolinska ha preferido lo importante a lo sensacional (aunque sea también importante). Era previsible el premio a investigadores relacionados con los linfocitos T-CAR o con los métodos de edición genética. Probablemente se otorguen en el futuro, pero ahora, que no se pensaba mucho en el oxígeno, se nos recuerda la importancia de la adaptación celular a cambios en la disponibilidad de algo tan elemental para vivir y, a la vez, aumentar la entropía del mundo, algo tan maravilloso que hace años se había llegado a suponer increíble, acuñándose el término “neguentropía”. Y no, la entropía ha de aumentar a la vez que la vida prosigue. Desde la emisión de fotones solares hasta el crecimiento de un niño y el mantenimiento del organismo hasta la muerte, y más allá de ella, la entropía universal va aumentando. Los alimentos se degradan y sus productos finales son literalmente quemados, oxidados por oxígeno en esas maravillas conocidas como mitocondrias, aumentando la entropía pero, a la vez, proporcionando energía libre (no energía “a secas”) para construir moléculas mediante reacciones encadenadas. No parece mala cosa premiar la profundización en lo más básico, en lo más fundamental. 
 
Por otra parte, en Biología y Medicina resulta imprescindible el uso de modelos experimentales u observacionales. Uno de los mayores científicos, Sydney Brenner, fallecido hace poco, no solo realizó investigaciones esenciales, sino que mostró la importancia de modelos experimentales como el C. elegans o el pez globo. Ahora, una enfermedad rara es usada como modelo natural para avanzar en la investigación básica. No es la primera vez que algo así ocurre, de modo que lo extraño, lo menos “normal”, los “outliers”, sirven precisamente para poder ver lo general, lo normal.

Y, finalmente, algo que parece olvidado en la investigación actual con su excesiva obsesión bibliométrica, que llega a equiparar investigar con publicar. Se trata de la pasión por el conocimiento, por buscarlo aunque no se logre. Eso no se da sin más ni más, se ancla en el niño que cada cual lleva dentro, en el deseo básico al que se puede responder o no.

Reside en el sueño que pasará a ser libre destino, expresión clara, por paradójica que parezca. Pues bien, a eso se han referido dos de los galardonados. Semenza lo expresó así Somos afortunados de tener esta carrera donde podemos seguir nuestros intereses y sueños donde sea que conduzcan”. Por su parte, Kaelin decía que “Me permití soñar que tal vez algún día esto sucedería”. A la vez, se refirió a que "la enfermedad de von Hippel-Lindau era el lugar correcto para ir de pesca", rememorando curiosamente la actividad favorita de su padre, cuyo secreto era saber dónde pescar, un recuerdo infantil.

Quizá un mensaje de este premio, más allá del reconocimiento de tres grandes investigadores, resida en mostrar que la ciencia no resulta tanto de una carrera curricular, por más que lo parezca a muchos, como de la actualización de un sueño, de la realización de un deseo propio, noble y fundamental, tanto si es reconocido por otros como si es ignorado por el mundo.

2 comentarios:

  1. Que bien lo cuentas y con que claridad, querido Javier. Completamente de acuerdo contigo. Es una pena que se pierdan los sueños de la infancia y convertirnos en adultos para jugar unha partida de tute o no perderse un partido de fútbol, aceptando que non son incompatibles con los sueños. Y publicar únicamente para hacer currículo. Mil gracias por hacer fácil algo que para mi resulta tan complicado como es la biología molecular.
    Un fuerte abrazo.
    Fidel,

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    1. Muchas gracias, querido Fidel, por tu comentario. La publicación se ha hecho obsesiva como marca de ser investigador, y eso aleja de la realidad de la investigación misma. Se trata de "producir" aunque el producto sea vacío. Afortunadamente, hay muchos científicos de verdad que, aunque publiquen mucho o poco, se dedican a lo que en verdad importa, a la búsqueda de conocimiento. Esta vez, como otras, el Instituto Karolisnka reconoce lo que tantos académicos ignoran.
      Un abrazo,
      Javier

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