Un plan de vacunación y la resolución de incidencias en él debiera ser científicamente consensuado. Pero la ciencia, que permitió el desarrollo de las vacunas, no parece estar presente en el ámbito epidemiológico / preventivo. Una entrevista televisiva a D. Fernando lo mostró este domingo de un modo tan claro como patético. Fue realmente triste volver a revivir cómo se gestionó este horror del que no hemos salido
Ante la asociación temporal entre raros episodios trombóticos y una vacuna, aprobada por las altas agencias europea y española a las que eso corresponde, rápidamente un “experto” gallego afirmó que la vacuna en cuestión es segura, mucho más que una aspirina . Y este fin de semana se hizo una vacunación masiva en Galicia con ella, no como en otras autonomías en donde la paralizaron.
No hacía falta que nos “convenciera” el experto. Ya sabemos que es segura… estadísticamente. También lo es una intervención de apendicitis (aunque siempre hay alguien a quien se le complica y se muere, pero es raro). Algún caso hubo de hepatitis fulminante por un paracetamol.
¿Descartaríamos por ello vacunas y tratamientos médicos o quirúrgicos? Un riesgo bajo es asumible cuando de mejorar o conservar la salud se trata.
Por eso, no pasaría nada escandaloso si la vacuna no fuera segura al 100%, especialmente cuando la finalidad es protegerse de un virus terrible. Pero no es políticamente correcto sugerir que hay que estudiar más a fondo esa posibilidad. De hecho, esas afirmaciones en vacío, sin un estudio adecuado de posibles relaciones casuales o causales, sin una evaluación rigurosa del lote en cuestión, no sólo no valen para nada, sino que contribuyen a generar lo contrario de lo que se pretende, miedo. Una inquietud que se ve favorecida por el hecho de que haya países que se van sumando a una medida de retirada temporal por prudencia hasta que los datos aclaren la situación. Parece sensato, porque, en ciencia, los datos son importantes; en la adivinación simoniana, mucho menos.
Inquietud que aumenta al saber que la diversidad no solo afecta a países enteros, sino que también se da a escala autonómica en el nuestro, sugiriendo que unos expertos son más expertos que otros (y no sabemos cuáles). Se dijo que todo el mundo se creía epidemiólogo y, lo que son las cosas, va a resultar que sí, visto lo visto y viendo lo que vemos, en esta gestión del “sálvese quien pueda”.
La vacuna es imprescindible. La vacuna en cuestión tiene un buen aval (tanto que fue la primera en mostrarse en una publicación científica de alto nivel), pero cualquier duda sobre posibles efectos secundarios ha de ser disipada o concretada porque, si la eficacia es importante, la seguridad también. E incluso, en caso de que la seguridad no fuera todo lo deseable (estamos en fase de dudosa farmacovigilancia), en el hipotético caso de una clara incidencia causal de acontecimientos trombóticos, que todos deseamos nula o muy rara, habría que tener presente la relación riesgo – beneficio.
Necesitamos ciencia; la ciencia que ha desarrollado las vacunas pero también la ciencia que nos proporcione, como adultos, la información adecuada sobre cada una de ellas. Si hay una alarma, ha de atenderse científicamente y no limitarse a despreciarla autoritariamente.
No sobraría, en tal contexto, la recogida de datos básicos previos a la vacunación (enfermedades de base y medicación habitual) y posteriores (efectos secundarios fácilmente registrables).
Y, además de ciencia, necesitamos ética, que pasa por convencer con datos y no con confianzas en cargos políticos o en sus “expertos”, en quienes hemos de creer aunque no los veamos, casi en plan religioso.
Es la ciencia también y no la creencia la que puede neutralizar adecuadamente posiciones pseudocientíficas negacionistas, no sólo perjudiciales para quien las asume sino también para quienes le rodean. Reitero que yo, ya vacunado y agradecido por estarlo, ya manifesté varias veces que me vacunaría con la primera opción que me ofrecieran.
Querido Javier: siendo un profano en la materia, resulta verdaderamente inquietante que esta vacuna, de la que se han aplicado ya varios millones de dosis, se haya suspendido por un puñado de casos de reacción negativa cuya relación causa-efecto aún no ha sido demostrada. La hipótesis de que podría tratarse de una guerra de las grandes farmacéuticas para desacreditar a la la vacuna que casualmente es la más económica, se ve contrariada por el hecho de que uno tras otro los países miembros de la Unión Europea se suman a la suspensión. Ya no se trata solo de un mercadeo deleznable, sino de algo mucho más oscuro y para mí inexplicable. ¿Acaso los ciudadanos del Reino Unido poseen una estructura genética especial? Porque de momento es la población que más dosis de AstraZeneca ha recibido, y nadie se ha muerto por ello.
ResponderEliminarMuchas gracias, querido Gustavo, por tu reflexión.
EliminarComo bien dices, lo prioritario es mostrar en la medida de lo posible si estamos ante causalidad o casualidad. El hecho de que haya varios casos inquieta y es precisa una investigación que aclare el asunto.
Efectivamente, llama la atención el contraste que apuntas con el Reino Unido y que, en caso de relación causal, ésta fuera más propia de uno o varios lotes que de la vacuna en general.
Lo cierto es que estamos ya en un contexto político - comercial, en el que no se ve mucha ciencia. Hay trazabilidad, según parece, del lote que le ponen a cada uno, pero, que yo sepa, no se recogen datos previos ni posteriores a la vacunación (no sólo con ésta), que podrían aclarar algo.
Un abrazo
Javier
Hola Javier. Tienes razón en lo que dices, personalmente cada vez que hago divulgación aprovecho, como bien dices, para explicar siempre cómo funciona el método científico. Sin embargo, en este punto, creo que hay que tener una visión más amplia. Frente a los casos de reacciones secundarias que siempre va a haber, además de estudiarlos, hay que hacer pedagogía, explicar que no debemos parar la vacunación, que ésta debe ser lo más universal posible. Sospecho que detrás de tantos escrúpulos a la hora de valorar la seguridad de una vacuna hay un movimiento comercial importante. Un enfoque pensado en la maximización de beneficios y no un enfoque universalista, que es lo que se necesita para acabar con una pandemia. Fallar en vacunar a todo el mundo en un plazo de tiempo corto a la larga será una estrategia cara porque aparecerán nuevas variantes. Eso si, será un escenario mucho más beneficioso para los intereses de estas empresas que para la salud y la economía de las personas.https://iccwbo.org/content/uploads/sites/3/2021/01/icc-summary-for-policymakers-the-economic-case-for-global-vaccination.pdf
ResponderEliminarMuchas gracias, Esteban, por tu comentario.
EliminarPor supuesto, la vacunación debe ser "lo más universal posible", como indicas.
Pero, por lo que sea, se está dando una asociación temporal de casos, incluyendo muertes. Hoy mismo, en España. Algo ocurre con esa vacuna y, curiosamente, lo afirmo porque no ocurrió. No en la fase de ensayo clínico ni en la vacunación masiva en UK. ¿Por qué ahora? Es esa asociación temporalla que me resulta inquietante, pero mucho más me inquieta el sosiego d los epidemiólogos que a priori afirman que bueno... que estas cosas pasan.
Siempre dije que me vacunaría con lo primero que me ofrecieran. Ahora tengo serias dudas de si haría eso con la opción de AstraZeneca. No excluyo que haber visto las noticias de hoy me haya afectado, pero creo que, dentro de la frialdad necesaria, hay que diferenciar una comparación caso control de una asociación temporal como la que parece darse y que sugiere ya, aquí y ahora, causalidad.
Un abrazo
¡Qué interesante lo que dices! "te inquieta el sosiego..." ¡Qué humana es esa reacción! Cuando no entendemos del todo lo que ocurre buscamos la información en pequeños gestos. Si ante algo que es preocupante el experto mira para otro lado y da un mensaje de tranquilidad, automáticamente se nos encienden las alarmas.
ResponderEliminarLo que no ocurría con esta vacuna de AstraZeneca, ni en ensayos clínicos ni en la vacunación en el Reino Unido, sucede ahora.
EliminarEstamos ante una asociación temporal obvia.
No implica causalidad inmediata pero ya la sugiere fuertemente.
Y sí, me inquieta el sosiego SERVIL de los epidemiólogos / preventivistas. Ya vimos las consecuencias en España con la gestión de la pandemia y con la actitud de Simón.
Hay dos cosas que he aprendido de tu libro y de leerte en tu blog y que me han servido muchísimo como divulgador. Una es la importancia de divulgar el método científico y cómo se genera el conocimiento, algo más importante y necesario que el dato de la investigación la mayor parte de las veces. La segunda es que el científico no tiene el derecho de mentir. Un político puede hacerlo si el objetivo es tranquilizar la población, pero un científico no puede arrogarse esa obligación. Esto me lleva a reflexionar si toda esta gente que no cree en las pruebas científicas, no cree porque no conoce el método científico o porque ha detectado que los científicos mienten a veces y les ha retirado su confianza. Hemos mandado a publicar unas encuestas a estudiantes universitarios sobre conocimiento del Covid-19 y hay un 42% que creen que el virus salió de un laboratorio. Y este porcentaje es independiente del grado de conocimiento del alumno, no importa si es de primer año o del último, si es de ciencias o de letras. Tienes mucha razón, un "experto" no tiene que mentir, por eso más que nunca debemos luchar por la libertad de cátedra, por tener investigadores realmente independientes
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