miércoles, 16 de agosto de 2023

Antiguos alumnos, amigos actuales.




“Las amistades deben ser cuanto más viejas, más sabrosas”. Cicerón. “Sobre la amistad”.

 


    Cuando se reúnen amigos que tienen la misma edad, la afirmación ciceroniana cobra un vigor especial.


    Algo así ocurre con celebraciones periódicas de quienes fueron condiscípulos en edad escolar y han llegado a una edad en la que la juventud va quedando algo atrás.


    Se da una mezcla curiosa y magnífica entre relatos de “puesta a punto” del devenir de cada cual y añoranzas de un pasado de convivencia escolar cotidiana. El tiempo se percibe de modo especial, único, cuando colectivamente el recuerdo se mezcla con el presente y, desde ahí, se percibe la buena repetición futura. Es, en cierto modo, una visita del tiempo de Aión la que los amigos congregados reciben, en la que se ven sumergidos.


    La celebración es desinteresada, algo que ya la hace preciosa en una época de encuentros de cortesía obligada o de puro interés. A la vez, no es una reunión de amigos “de siempre”, sino de quienes, con mayor o menor cercanía en la vida, celebran un día precisamente eso, la propia vida presente, vitalizada por gratísimos recuerdos que deben ser nuevamente narrados. De amigos que lo fueron y siguen y seguirán siéndolo, aunque no se vean más que una o dos veces al año, o menos.


    En una celebración así, generalmente compartiendo una comida o una cena, prima la mezcla de narraciones que, en mayor o menor grado, a todos afectaron, casi siempre deliciosamente simpáticas, muchas ya conocidas, pero ya sabemos que la repetición de lo mismo es el necesario ritual inherente a lo auténticamente festivo. 


    No sería factible algo tan alegre y estimulante sin que alguien se encargara de catalizar lo que acaba siendo un deseo común; tampoco sin que los convocados estuvieran encantados de serlo y acudieran.


    En tiempos de soledades, falsamente cubiertas por una hiperconectividad digital, encuentros así resultan sencillamente esenciales para olvidarse de relojes y agendas y vivir perceptivamente, de vivir porque sí, el siempre de ayer y mañana en un corto pero a la vez eterno presente.


    Dedicado a mis amigos que fueron muchos años compañeros colegiales.

 

 

 

4 comentarios:

  1. Querido Javier: la amistad, cuando es auténtica, lo cual por fortuna no es excesiva en número, es un regalo de la vida. No tengo hermanos, pero un pequeño puñado de amigos que conservo desde la infancia sustituye con creces esa carencia. Los verdaderos amigos, no los de las redes sociales, dan un sentido de continuidad a la existencia. Y como el buen vino, mejoran con el paso de los años.
    Un abrazo

    Gustavo Dessal

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    1. Querido Gustavo,
      Desde luego. La comparación con el buen vino, que mejora con los años, es muy oportuna. También esa donación de continuidad existencial que ofrece la amistad.
      Un fuerte abrazo,
      Javier

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  2. Es muy bonito lo que dices Javier.No se puede expresar mejor el sentimiento ni el momento de felicidad tan grande que hemos sentido los 16 setentones que nos hemos reunido para reivindicar nuestra unión y amistad alimentando los recuerdos .Eramos los supervivientes de aquellos 49 chavales que compartieron juegos y estudios en el viejo y querido caserón de la calle Betanzos

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    1. Muchas gracias, querido Luis.
      Muy buenos recuerdos, desde luego. Algo, a su vez, a recordar y a repetir en un futuro próximo.
      Un fuerte abrazo,
      Javier

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