El agua sigue siendo considerada un elemento fundamental. Poco importa, ante ese significado intuido, saber que su naturaleza no es elemental, que resulta de la combinación de hidrógeno y oxígeno; que es, como ya saben los niños, H2O. Precisamente su estructura molecular da cuenta de tantas extrañezas del agua, empezando por su carácter líquido a temperatura ambiente, su bondad como disolvente, su menor densidad como sólido que como líquido, la tensión de su superficie sobre la que patinan algunos insectos, etc.
El fuego es importante y no viviríamos sin el aire ni podríamos imaginarnos sin tierra. Pero es en el agua donde reconocemos mejor lo elemental, como vida. Y, en realidad, lo es cuantitativa y cualitativamente. Somos en gran proporción agua, la bebemos, la excretamos, y nos lavamos con ella. Nuestras células son complejísimas disoluciones acuosas separadas de su entorno también acuoso por membranas lipídicas fluidas.
Asistimos a una lucha contra el envejecimiento que equivale, en muchos casos, a un fútil intento de mantener el agua aparente, de evitar la deshidratación visible de la piel. Porque el agua no sólo es disolvente; también estructura y, por ello, un anciano puede estar bien hidratado y a la vez tener una piel arrugada por haber perdido la tersura que el agua confería. Cremas hidratantes, enriquecidas en colágeno, en vitaminas, en antioxidantes, o incluso en ADN (a saber por qué) son ampliamente demandadas.
En cierto modo, seguimos buscando la fuente de la eterna juventud y, mientras no la encontremos, la hidroterapia usa los sucedáneos de esa fuente inexistente, y lo hace recurriendo a aguas que, sin alcanzar tan gran objetivo, poseen, por sus trazas minerales o el lugar en el que manan, un valor medicinal real o imaginado, por ingestión o inmersión.
Lo elemental es también símbolo de lo sagrado. Si el dios bíblico se mostró mediante una zarza ardiendo, el fuego es necesario también para el sacrificio ritual. Tan divino es que sabemos del castigo sufrido por Prometeo por robarlo a sus dueños, los dioses. El agua ha ido reemplazando el simbolismo del fuego, ya residual en cirios, en nuestra relación con lo sagrado. Conocemos los poderes del agua bendita para exorcizar al maligno y sin el agua tampoco pueden los cristianos serlo propiamente a través del bautismo. Incluso aunque no se use, el símbolo permanece y así se habla de lavar los pecados, porque el agua es la gran purificadora. El oráculo divino en Delfos sólo era accesible tras purificarse con el agua de la fuente Castalia.
Una moderna purificación mediante el agua es la diálisis. Nuestros riñones son, cuando están sanos, magníficos dializadores pero, en un afán de pureza, hay quien cree necesario facilitarles el trabajo bebiendo diariamente dos o tres litros de agua, como si los riñones precisaran de tales excesos.
El agua purifica si es ella misma pura. La de nuestras casas ha sufrido un proceso de purificación, un proceso que alcanza su máximo nivel en el caso del agua que se usa en laboratorios. Pero también la obsesión por la pureza hace que mucha gente pase el agua de grifo por múltiples filtros adicionales o que incluso quiera mejorarla mediante una transformación imposible, magnetizándola.
Teniendo el agua tanto valor simbólico, no sorprende que se le atribuyan propiedades terapéuticas tan pintorescas como las homeopáticas. Si las vacunas eficaces se basan en inducir una inmunidad frente a lo idéntico o similar a ellas, la generalización de ese hallazgo en forma de postulado es irracional. Sin embargo, tal postulado, establecido por Hahnemann (“similia similibus curantur”), refuerza su irracionalidad mediante la “potenciación” homeopática basada en diluciones del producto activo que llegan a superar la recíproca del número de Avogadro o, dicho de otro modo, que conducen a un preparado en el que es probable que no haya ni una sola molécula de dicho principio activo. Aunque asumen eso, los homeópatas suelen aducir una hipotética memoria del agua. Pareció hallarse en un experimento de Benveniste pero que no pudo reproducirse (https://www.youtube.com/watch?v=k-rT1evItHA) y ocurre que, sin reproducibilidad, no hay ciencia que valga. Más recientemente, otro francés, Luc Montagnier, parece empeñado en la investigación de extraños efectos físicos que demostrarían la memoria del agua. Pero lo que parece probarse con eso es que ni siquiera la posesión de un premio Nobel inmuniza contra la tentación de la pseudociencia. Y es que sólo la pseudociencia puede aceptar que el agua recuerde algo. El agua, siendo esencial, es una desmemoriada.
Buen artículo.
ResponderEliminarEfectivamente los principios activos de algunos remedios homeópaticos están a niveles próximos al 0 absoluto, sus propiedades curativas deberían ser atribuidas al efecto placebo.
De todos, modos hay que aceptar los efectos positivos de microcantidades de oligoelementos en el organismo.
Un exceso de agua también puede matar. P.ej. Por ahogamiento, por ser sede de microrganismos nocivos, por contener sales minerales tóxicas, o estar saturada de sales como por ejemplo el agua marina
La pura es nociva. p.ej. agua desionizada o destilada.
Hace algunos años se atribuyeron cualidades curativas al agua radioactiva.
Muchos adeptos terminaron sus días con cáncer de huesos.
El tratamiento del agua con cloro aunque elimina microorganismos puede tener efectos negativos si reacciona con algunos compuestos orgánicos disueltos.
La obsesion por purificar el agua es un gran negocio para algunos.
Se llegó a poner en duda envasar el agua en PVC El argumento empleado era que micro cantidades del monómero cloruro de vinilo de conocidos efectos cancerígenos podia contaminar el agua. Se propuso substituirlos por envase de PET.
Detras de estos debates se ocultan intereses económicos.
El verdadero riesgo del PVC proviene de la incineración de los residuos de los envases que producen dioxinas que se acumulan permanentemente en los lípidos del cuerpo
En el Yellowstone National Park me llamó la atención el Sulphur Caudron.
Era una charca turbia pestilente de color ocre con un pH de 1-2:
Loa causantes eran unos microrganismos capaces de resistir las elevadas temperaturas de los gases sulfurosos que metabolizaban en lel medio acuoso en ácido sulfúrico y no perecian a pesar de las extremas condiciones.
Conclusión.
Hay que beber vino o cerveza. En el agua los peces hacen sus necesidades
Muchas gracias, Jaume, por tu comentario que, desde una óptica química, ofrece una excelente información sobre el agua. Apuntas a la bondad de los oligoelementos. Es un tema relativamente descuidado en la práctica clínica (al igual que las olvidadas vitaminas); en estos tiempos en los que afloran hambres de todo tipo, una de ellas es precisamente la de una alimentación equilibrada y no es excepcional que una buena nutrición calórica se acompañe de déficits de vitaminas (la D, por ejemplo) o de oligoelementos.
ResponderEliminarNunca se me ocurrió beber agua destilada, pero sé de alguien que lo hizo y no le fue muy bien.
En cuanto a los envases, hay sin duda, como señalas, poderosos intereses comerciales que pueden enmascarar los resultados de investigaciones sobre su potencial acción mutagénica / carcinogénica.
El mundo de los extremófilos, al que apuntas al final, es de gran interés y sugiere que la concepción de la vida, necesariamente restringida al ámbito planetario por el momento, puede ser muy limitada a tal punto de poder ser incapaces de reconocer formas de vida extraterrestres (en Marte, por ejemplo) si fueran claramente distintas en sus fundamentos químico – físicos a las que conocemos. Lo que comentas me evoca otro organismo, el Termus aquaticus, que vive de maravilla a 70ºC; fue su polimerasa (Taq polimerasa) la que facilitó de modo extraordinario la técnica de amplificación de ácidos nucleicos (PCR), al soportar los distintos ciclos de temperatura necesarios para desnaturalizar, hibridar con “primers” en extremos del fragmento a ampliar y polimerizar, sin necesidad de añadir en cada ciclo polimerasa convencional, que se destruiría a la temperatura requerida para la separación de cadenas. Dicho de otro modo, gracias a un extremófilo, ha sido posible en buena medida el avance en la investigación genética y su aplicación al diagnóstico clínico y al campo forense.
Y, en cuanto a la conclusión, plenamente de acuerdo. Beber agua está muy bien pero hacerlo en forma de vino o cerveza es muy saludable. Tengo entendido que, además de saludable, puede ser la única opción en algunos casos. Al parecer, en Brunete, las tropas republicanas bebían vino para evitar los desagradables efectos de agua potencialmente contaminada.
COMENTARIO REMITIDO POR EL DR.NORBERTO GALINDO PLANAS
ResponderEliminarTales de Mileto (625-545 a. C.) ya sostenía que "el agua es el principio de todas las cosas".
Nuestro organismo cuyo 60% del peso está constituido por el agua, necesita de 2 a 2.5 litros de la misma para mantenerse en perfecto equilibrio homeostático.
La palabra homeostásis fue definida por Cannon (1871-1945) como el proceso coordinado que realiza el organismo para mantener sus constantes fisiológicas: glucemia, calcemia y temperatura del cuerpo.
Todo organismo está adaptado para vivir en el ambiente que lo circunda (ambiente externo) y del cual extrae materia y energía para construir el propio cuerpo y desenvolver las actividades vitales.
¿De qué están formados los líquidos orgánicos?
El líquido extracelular que baña nuestras células, es muy antiguo. Su antecesor fue el agua de los mares paleozoicos, hace ya trescientos millones de años. Durante este periodo los remotos antecesores del hombre abandonaron su hogar marítimo y emergieron a la costa para poblar los continentes que empezaban a verdear.
Cuando los animales marinos hicieron su aparición en la tierra, llevaron consigo una pequeña parte del medio oceánico en forma de líquido extracelular.
La composición química del líquido extracelular humano sigue recordando a las aguas de los mares prehistóricos, de donde la vida emergió cierto día.
Los líquidos orgánicos están compuestos por el líquido intracelular (45% del peso) y el líquido extracelular (15%) del peso. Estos líquidos están compuestos por agua y electrolitos, que son aquellas sustancias que se ionizan adquiriendo carga eléctrica al diluirse en agua.
Los cationes de los líquidos orgánicos son: el sodio, el potasio, el calcio y el magnesio; mientras que los aniones son: el bicarbonato, el cloruro, el fosfato, el proteinato y los ácidos orgánicos.
"La enfermedad nos debilita el cuerpo, lo deseca, lo desvanece, arrugándolo como una pasa y reduciéndolo así a sus estructuras anatómicas" (R. Burton).
Este cuadro sombrío es el que se presenta cuando hay predominio de pérdidas de líquidos sobre ingresos.
Para que exista equilibrio perfecto en los líquidos orgánicos tiene que haber igual cantidad de cationes que de aniones. Esto lo podemos comprobar mediante un Ionograma. En una persona sana es fácil determinar el balance líquido comparando el volumen de líquidos ingeridos, con el de la orina excretada, que deben ser aproximadamente iguales.
En una persona enferma, las cosas cambian más en casos de diarrea o vómitos pueden presentarse trastornos graves del balance líquido.
El líquido eliminado por vómitos, aspiración, sudoración, etc. además de la pérdida de agua correspondiente, conlleva la pérdida de electrolitos.
En mi especialidad, Angiología y Cirugía Vascular, normalmente no existen sorpresas excepto cuando se produce un shock, que puede ocurrir durante una intervención comprometida o bien en el post-operatorio, sobre todo si ha habido pérdidas importantes de sangre.
También puede haber desequilibrios derivados de la anestesia, de las disecciones, y por el ayuno.
En un quirófano sin aire acondicionado el enfermo puede perder hasta 600 cc por hora, de ahí que en los quirófanos se tenga que pasar un poco de frío.
Teniendo en cuenta que la pérdida insensible de agua diaria puede variar entre 400 y 600 cc, esto añadido al volumen emitido de orina, que podría ser de 1200 cc, más el sudor que podría haber, por fiebre o humedad unos 1000 cc por día, ya nos da más de tres litros de agua, que son los que tenemos que administrar en el post-operatorio hasta que el enfermo pueda utilizar la vía oral.
En este momento es cuando podemos aconsejar un agua que contenga los aniones y cationes necesarios, y a poder ser aguas bicarbonatadas-alcalino- térreas, por ejemplo el Agua Malavella, cuyos componentes cuadran con todo lo expuesto anteriormente como el Na+, Cl-, K+, Li, S04, F, SiO2 y HCO3.
Este tipo de agua puede ser administrada en el post-operatorio y también como agua de mesa habitual."
El comentario anterior tiene como título "Balance hídrico en cirugía". Su autor, Norberto Galindo Planas, lleva ejerciendo la cirugía muchos años y sabe muy bien de qué habla.
ResponderEliminarCon un estilo sencillo facilita el entendimiento de aspectos tan importantes como la adecuada hidratación en pacientes sometidos a cirugía. Sobra cualquier comentario adicional por mi parte.
Existe evidencia de que el documental de la BBC no fue una replicación adecuada y está llena de graves inconsistencias y contradicciones. Como se ha dicho recientemente en Nature, en química pasos como una agitación distinta dan como resultado casos de irreproducibilidad, muy común en la actualidad, y no debidos a experimentos con homeopatía.
ResponderEliminarOs puedo resumir como sigue: "el experimento Benveniste" fue reproducido a principio de los noventa, en 1991. Este experimento es casi desconocido entre la población e incluso entre los investigadores. Sólo dos o tres experimentos han sido incapaces de reproducirlo. La historia de al BBC la podeís consultar aquí: http://explicandoalexplicador.blogspot.es/2012/04/la-religion-de-la-ciencia-homeopatia-vi.html
Si os gustas consultar la replicación del experimento Montaigner:
http://www.tandfonline.com/doi/abs/10.3109/15368378.2015.1036072