Controlemos al loco. Ese parece el objetivo de lo que se presenta como un importante avance tecnológico, la “píldora digital”.
Tal cosa ha sido recientemente aprobada por la FDA y consiste en un medicamento en forma de píldora inserta en un sensor que, en contacto con el jugo gástrico, emitirá una señal. Ésta será a su vez registrada por un receptor en un parche torácico que la reenviará por Bluetooth al “smartphone” del paciente, quien podrá añadir a la "App" correspondiente otros datos clínicos como su estado de ánimo (tal invento ha sido usado por primera vez con el psicofármaco aripiprazol). Finalmente, todo ello será enviado a la base de datos del médico que haya prescrito tal medicamento.
Se trata, al parecer, de potenciar la adherencia terapéutica desde el argumento de que es buena para la mejoría del paciente y supone un ahorro considerable al evitar hospitalizaciones, situaciones de incapacidad laboral, cambio a otros fármacos potencialmente peores, etc.
Es llamativo que este sistema de control (con buena o mala intención, no cabe otro término para definirlo) se inicie con un psicofármaco. La reclusión manicomial se cambia por la hipervigilancia electrónica.
La intimidad más íntima (el propio jugo gástrico) será cómplice necesario para acusar al enfermo de su mal comportamiento como tal, porque, a fin de cuentas, de eso se trata, de un control de comportamientos y de gastos.
Sucede así que algo que ocurre en la propia casa y con el propio cuerpo, algo tan habitual como la ingesta de un fármaco, es susceptible de generar datos que alimenten ordenadores de otros del mismo modo que lo hace Facebook.
Al final, no sólo nuestras historias clínicas, en las que se dice si bebemos, si somos VIH positivos o si somos esquizofrénicos, sino también nuestra bondad como pacientes, expresada como el grado de nuestra adherencia a la medicación, estarán en “la nube”, eso que tanto se cita, como nebuloso resulta.
Es probable que cualquier persona con dificultades de memoria, desde las que supone la demencia a las simples distracciones, tenga más facilidad para manejar una cajita con sus píldoras o una libreta en la que tiene anotadas las pautas de medicación, que para usar la "App" en cuestión, pero se intuye fácilmente que el próximo paso sea el envío directo de señales a la base de datos sin pasar por el “móvil” del paciente. Por nuestro bien, se nos hará más indefensos de lo que ya estamos ante un Gran Hermano que suponemos incorpóreo pero que tiene un cuerpo bien constituido e integrado por todos los que se pueden lucrar con datos tan sensibles.
Por supuesto, tal avance requiere un consentimiento informado, pero eso también ocurre si uno se tiene que operar de apendicitis. ¿Quién está en situación de no firmarlo?
Es más que previsible que, por el bien de los enfermos y, sobre todo, de los proveedores de semejante engendro y sus simpatizantes, la píldora inteligente acabe usándose para cualquier medicación requerida por una dolencia crónica o por un factor de riesgo, sea la artritis reumatoide o la hipertensión. Pero la psiquiatrización generalizada hace previsible un paso más allá. Será posible establecer, por ejemplo, si la ingesta de metilfenidato guarda una adecuada correlación con las calificaciones escolares, para actuar en consecuencia en el caso de niños diagnosticados de TDAH, que ya se sabe que es algo bastante frecuente.
La vigilancia implícita en algo tan personal como la ingesta de un medicamento puede acompañarse del correspondiente castigo si uno lo hace mal, sea en términos económicos (con un seguro médico que pudiera no estar dispuesto a mantener en su listado de clientes a un mal paciente), sea en términos de libertad, de la que pueden ser privados pacientes psiquiátricos ambulatorios.
La “píldora digital” abre las puertas de la fantasía prospectiva a las más elevadas calenturas. Nuestro estómago, digiriendo, que es lo que sabe hacer, se convierte en nuestro detective, y, en vez de alimentarnos a nosotros solos, alimenta también los deseos informativos de otros.
De nuevo estamos ante el ideal de pureza. El buen paciente será el que haga lo correcto, de grado o a la fuerza. Tal situación recuerda otra, la de la fidelidad asegurada por el cinturón de castidad. Si siempre hubo alguien pendiente de salvaguardar la bondad de otros, la tecnificación permite la generalización de ese perverso afán.
Parece sacado de la novela de Orwell, y pone los pelos de punta
ResponderEliminarSí. Es orwelliano, como la post-verdad y tantas otras cosas. De seguir así, vamos por mal camino.
EliminarUn abrazo
Javier
¿Estamos ya entrados en el ciborg posthumanismo? Parece que a eso nos llevan. ¿El "progreso" tecnológico
Eliminares esta "tecnnificación que permite la generalización de ese perverso afán" como tu dices " porque "Si siempre hubo alguien pendiente de salvaguardadr la bondad de otros.."
El camino de "lo inteligente -en este caso de esta pildora- ¿nos lleva a una pérdida de nuestra voluntad y libertad personal? Será esta "condición sometida", la condición a unos avances de la ciència la que nos convertirá en pacientes -y a la vez ciudadanos pasivos- bajo el control de ese Gran Hermano del futuro- -ya presente- en muchos ámbitos? Eestas y muchas otras reflexiones se desprenden de tu interesante artículo Javier. Grácias
Cuando tuve conocimiento de la noticia, me entró miedo sospechando las consecuencias de cara al futuro. Si las "Farmacéuticas" ya gozan de gran poder, con esta modalidad controladora, en connivencia con los defensores del Gran Hermano, a partir de ahora... estamos apañados. Primero van a por los, a por los locos, después a por los crónicos, a por los "distintos" siempre que estos se ajusten a las previsiones de pingües ganancias, no me cabe duda. Muchas gracias Javier por tus reflexiones, que estimulan para seguir pensando en ello. Esto, para nuestra desgracia, no es una historia de ciencia ficción. Es un hecho que ya se está dando en otros ámbitos de la vida cotidiana.
EliminarUn abrazo,
Fidel Vidal
Apreciado Jordi,
EliminarTal parece, como indicas, que esa distopía es perseguida, con el mito del progreso como contexto.
Paciente, pasividad, son dos acertados términos para definir una tendencia acomodaticia muy generalizada porque es claro que, en buena medida, sólo se hace lo que se deja hacer.
Un abrazo,
Javier
Qurido Fidel,
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario en el que muestras con la lucidez que te caracteriza ese fin aparente: van a por los distintos y con criterios de mercado.
Y, como dices, no es ciencia ficción, sino ciencia real y traicionera a lo humano. A la vez, quizá para compensar, hay quien trata de mostrar la parte "buena" de esta carrera distópica, como hace alguien diciendo en los medios de comunicación y en conferencias que la muerte es una enfermedad y que eso se solucionará en breve, primero para las elites y después para todos.
Se intenta controlar a los locos siendo así que, en realidad, vivimos inmersos en la locura cientificista.
Un abrazo,
Javier
Querido Javier: abres el melón de la "adherencia al tratamiento" (A.T.). Sin caer en la actitud ingenua que soslaya los riesgos del irreversible progreso tecnológico –sobre lo que he reflexionado y publicado artículos de opinión–, referirse al capítulo de la A.T. es también situarse ante un problema grave de derechos y deberes del usuario del sistema PÚBLICO de salud. Sin extenderme en una discusión ordenada, sólo incido en el hecho de que algunos usuarios, que se benefician de medicación oral de muy alto costo, tal vez por la escasa conciencia que poseen de enfermedad grave –como ocurre hoy con los casos nuevos de VIH–, no interiorizan la trascendencia de la correcta A.T., lo que condiciona que parte de la medicación acabe, no en los jugos gástricos, sino en el cubo de la basura (el precio una caja de retrovirales para un mes de tratamiento puede superar los 500 euros). Parecido fenómeno se observa también con la "poli-medicación" de personas de edad avanzada y problemas de memoria. Tal vez esas aplicaciones tecnológicas merezcan aquí reflexión a parte.
ResponderEliminarUn gran abrazo
Querido Esteban,
EliminarAgradezco mucho tu crítica, precisamente porque ayuda a centrar las cosas. Tienes toda la razón en destacar un hecho bastante frecuente como es lo que supone una falta de adherencia al tratamiento.
Tirar fármacos contra el VIH supone un gesto costoso, además de contaminante. Evitar una medicación que puede restaurar la salud, incluyendo la mental, puede implicar lo peor para quien lo hace.
Y eso hace ver las cosas desde el otro lado. ¿Qué hacer? No dudo de la buena intención del creador de la “píldora digital”. Pero… Es muy complicado. Por eso lo he expresado como post, precisamente para inducir comentarios como el que tú haces. El problema que tenemos es que la tecno-ciencia va siempre delante de la reflexión ética sobre su uso. Parece que es hora de que imaginemos con realismo las posibilidades que la tecno-ciencia ofrece y adoptemos lo que parezca más sensato.
No sé cuánto supone el desarrollo de fármacos que “avisan” de su ingesta. Quizá fuera más apropiado atender con personas y no con sensores a quienes lo precisen. Parece que estamos ante una carencia social. Estos días dieron la noticia de un cadáver de quien nadie se enteró en años; lo descubrieron a raíz de una orden de desahucio o algo así. No es el primer caso ni será el último.
Compensar la carencia humana con la atención técnica parece un mal parche. ¿Qué hacer? Yo no lo sé, pero parece que la vía sensata no es la insistencia en la vigilancia electrónica sino el apoyo social, político, al cuidado humano.
Creo que seguimos en una idea dicotómica: o hay salud o hay enfermedad. Eso puede seguir sirviendo en el caso de jóvenes, pero la vejez o las psicosis suponen más bien una situación distinta para la que puede ser más importante una atención de vida (y debida) que una atención a las constantes y a los fármacos ingeridos (aun siendo esto muy importante).
Un abrazo,
Javier.
Brutal... una vez mas... tecnologia para sustituir el encuentro cara a cara con el paciente....
ResponderEliminary ademas ... el bog brother...
La tecnología es un arma de doble filo. A ella le debemos mucho pero también puede usarse para lo peor. Esperemos que cedan estas calenturas de "Gran Hermano".
EliminarGracias por tu comentario, Mar.
Un abrazo,
Javier