viernes, 23 de enero de 2015

Donde habita el olvido

"... donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia
...
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.”

Luis  Cernuda

En una canción de Sabina, antes en un poema de Cernuda y antes aún en un verso de Bécquer, se alude a ese extraño lugar en donde habita el olvido. Un lugar para ser buscado, generalmente desde el fracaso. Un lugar que no existe… o sí, quizá en nuestro hipocampo o en alguna de sus conexiones. Pero el lugar poético no es el anatómico y tampoco el camino a él. Una indagación que parece extraña al ser humano pero no por ello infrecuente. Se busca la calma donde no la habrá. “Es tan corto el amor y es tan largo el olvido” decía Neruda. El oxímoron del olvido en el recuerdo, la imposibilidad de actuar sobre lo que es más ajeno a la voluntad.

Los hay que optan por atajos. Jorge Negrete, más sensible de lo que su machismo aparentaba, le cantaba a “Ella”
“Quise hallar el olvido 
al estilo Jalisco,
 

pero aquellos mariachis y aquel tequila;
 

me hicieron llorar.”
Y lo hacía mintiendo ya que no tomaba alcohol según dicen a pesar de lo cual murió joven por insuficiencia hepática. Así son las cosas; el alcohólico Leigh Fermor moría tras más de noventa años de vida lúcida y activa. Lo estadístico no tiene valor individual.

Quizá en el fondo estemos ante la pulsión de muerte liberada al fracasar el amor y que puede pasar al acto como suicidio o como lenta intoxicación. Porque querer olvidar no parece muy distinto a querer morir.

Pero tal vez tengan razón esos pocos que hablaron de “donde habita el olvido”. ¿Dónde puede habitar mejor que en casa? No en la casa actual, sino en la más propia, casi placentaria, en la de la niñez. Es curioso que quieran ir allí, a “su” casa quienes ya están propiamente instalados en un mal olvido (no el peor quizá), el que supone la enfermedad de Alzheimer. Es allí, en ese lugar del recuerdo primigenio, que en muchos casos no existe ya en el mundo físico (como tampoco los padres), donde habita ese olvido de terrible apariencia y que sólo la muerte dulcificará a los ojos de quienes contemplan el drama. “Quiero ir con mis padres”, “quiero ir a mi casa”… y de nada valen argumentos ante eso que se muestra como más real, ante esa atracción de la casa iluminada en la que habita el olvido.
De forma más rápida, esa vuelta a casa, tras la que seremos olvidados, es descrita por quienes han tenido experiencias próximas a la muerte, en forma de encuentros con familiares fallecidos, como luz que sosiega… 

El tiempo existencial no es el tiempo de reloj sino el de vida vivida, y, sea en años de demencia o en segundos de tránsito, nos espera al final la vuelta a casa, como tierra que acoge un cadáver o como misterio que trasciende al tiempo, según creencias. Pero se cierra así el ciclo. 

Y será en ese atardecer cuando quizá seamos juzgados en el amor, como decía San Juan de la Cruz, tal vez por nosotros mismos… ya no lejos, ya donde sí habita el olvido.

2 comentarios:

  1. Joder para la entrada! Es para que venga con su dosis de tequila, como en algunas revistas "femeninas" que vienen con muestras de champús y colonias. Hay un tiempo lineal que todos conocemos y uno circular que es más nuestro, basado en el tiempo existencial, ese tiempo en el que hemos "estado vivos", ese tiempo del primer amor, o del calor de vivir con los padres. El tiempo lineal es puñetero porque a medida que adquieres experiencia nada te sorprende y pocas cosas van dejando poso. Quizás sea la sorpresa, la descarga química que se produce en el descubrimiento lo que va generando memoria. El tiempo circular, el existencial es pasado, se basa en la memoria y por tanto es ahí donde habita el olvido. Leer sobre Belén Esteban es glorioso porque no sufres cuando lo olvidas. El olvido es patente cuando te das cuenta que poco a poco sólo recuerdas ciertas cosas. Qué todas esas horas que has pasado con tu padre se van condensando en unas anécdotas recurrentes que se niegan a morir. Regresar entonces a ese tiempo pasado, tratar de reactivar esos circuitos neuronales, mantener intacto el recuerdo.

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    1. Gracias, esteban, por tu comentario, queune el humor a la sensatez. Es difícil añadir de modo virtual esa dosis de tequila que tantos despropósitos sugieren como necesaria. De tu interesante comentario y por el hecho de ser mayor que tú me permito disentir con algo que dices ("a medida que adquieres experiencia nada te sorprende "). No te creas; la capacidad de mucha gente para sorprender es en sí misma también sorprendente. Como se suele decir, la realidad supera a la ficción. Creo que aunque viviéramos 120 años (esa edad que algunos "científicos" aseguraban como propia de nuestra especie y que parece que inspiró a C.Barnard infructuosamente) seguiríamos siendo sorprendidos por mucha gente. Ya que lo citas... ¿Crees que no ha causado sorpresa a alguna persona de 80 - 90 años que se hiciera un programa como el estelar de Tele 5? Un abrazo

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