sábado, 11 de abril de 2020

MEDICINA. Covid-19. Smartphones al rescate.


Parece muy interesante la iniciativa de Google y Apple de unir esfuerzos a la hora de controlar la pandemia.

Se trata de ser alertado si alguien con quien hemos coincidido resulta haber sido un potencial contagioso. 

Las cuarentenas se simplificarían. ¿Para qué estar confinado en casa si se es asintomático y se tienen anticuerpos IgG que evitarían que contagiemos (cosa que aún presenta algunas dudas)? Y ¿Por qué no imponer políticamente la cuarentena sólo a quien puede estar contagiando por ahí? Si se está haciendo ahora de modo masivo, bien podría hacerse de modo selectivo una vez que pase la gran oleada.

Hay quien dice que eso de los "smartphones" puede suponer un ataque a la privacidad, como si no fuéramos vulnerables a tal cosa todos los días que usamos el "móvil", a no ser que utilicemos teléfonos “clásicos”, que sólo sirvan para eso, para hablar a distancia a través de ellos, algo que parecen hacer los directivos de esas dos grandes compañías. ¿Quién no usa redes sociales, whatsapp, maps, apps de salud, etc.?

La Electrónica va mucho más de prisa que la Biología. La ley de Moore parece seguir ajustándose a avances impresionantes y, a veces, también inquietantes.

El problema que puede retrasar el alcance del objetivo señalado anteriormente reside en la identificación. Sin pruebas analíticas (PCR, con sus límites, y anticuerpos, con los suyos), ningún sujeto asintomático podrá ser "marcado" como no infectado, infeccioso o curado. Hemos de tener en cuenta que tampoco disponemos de ningún signo patognomónico temprano que permita que baste con una clínica que inicialmente puede ser asintomática o muy leve.

Por eso, la propuesta de colaboración entre Google y Apple para poder alertar a alguien si ha tenido un contacto con posibilidad de contagio, tendrá un valor muy claro (en caso de lograrse, cosa que parece que ocurrirá antes de que haya vacunas o tratamientos mejores que los actuales) a la hora de vigilar "repuntes", una vez que este horror se haya amortiguado lo suficiente. 

De disponer de algo así ahora mismo, tendríamos un porcentaje probablemente muy llamativo de falsos negativos, dada la práctica ausencia de pruebas y el modo en que se hacen recuentos de casos, fallecidos y curados. 

Hay algo que parece claro. Desde el punto de vista de la vigilancia epidemiológica estaríamos aparentemente mejor en manos de los “smartphones” con sistemas iOS o Android que en las de muchos epidemiólogos, que parecen haber olvidado algo importante para todos sus modelos: contar casos realmente confirmados, muertos que lo han sido por coronavirus y sujetos efectivamente curados. Lo que no sea eso, un recuento riguroso (algo que se hace en cualquier recuento electoral), parece fantasía pseudocientífica. Y los modelos matemáticos no basados en el recuento con identificación confirmada, y que parecen obviar incluso muestreos aleatorios, evocan a un cuento en vez de un recuento. Decir “cuento chino” ahora sería ofender a quienes lo han hecho mejor que aquí, en UK o en EEUU, y eso a pesar de ser los primeros afectados y de haber tenido un aparente retraso "político" en iniciar medidas. Según parece, la aproximación tipo "Big Data" llamada BlueDot lo detectó poco antes.

También estaremos mejor siguiendo los consejos que nos proporcionen los "smartphones" que los sabios de la OMS, que ni con las mascarillas se aclaran, y que quizá debieran modificar su definición de pandemia (la que enunciaron en su día sobre lo que es la salud, por ejemplo, nos hace a todos enfermos; quizá se equivoquen algo en todo).

Hasta ahora, la mirada epidemiológica se ha dirigido más a lo curativo que a su propia tarea, la prevención. Por ello, el objetivo ha priorizado evitar el colapso de UCIs (cuando todo se fue de madre en medio de aparentes frivolidades) frente al ingreso en ellas mediante una prevención anticipada y basada, además de la higiene elemental de lavarnos las manos y, más recientemente, de guardar "distancia social", en pruebas diagnósticas y en medidas de barrera, esas que incluyen las mascarillas y las pantallas y máscaras de metacrilato, algo que ha ido improvisando el sentido común de mucha gente. Con el coste de una estancia en UCI... ¿Cuántas pruebas diagnósticas podrían hacerse? ¿Cuántos ingresos en UCI, cuantos muertos, se hubieran evitado?

Si ya hay problemas cuando se confunden la mirada clínica y la científica, que son diferentes aunque se complementen, nos ha ocurrido algo muy triste con la entrada de una mirada preventivista que no ha sido tal y que da la impresión, quizá falsa (es fácil criticar desde fuera) de ser discurso político, protociencia congelada o pura pseudociencia. Obviamente, la heterogeneidad entre preventivistas es alta, pero que hayan tomado ellos las riendas de cara a la decisión política, y no se haya atendido, como parece, a una visión en la que participaran clínicos, sobre todo los de primera línea, la "de choque", aparenta cierto grado de improvisación. Richard Horton (director de The Lancet), que no es tonto, llegaba incluso a escandalizarse

Afortunadamente, aunque no haya sido pronto, parece que las medidas que se han ido adoptando, incluyendo el confinamiento masivo (ahora parece que también pronto las mascarillas para todos) están dando buenos resultados. Y eso sostiene patéticos himnos, como el "resistiré" (solo como individuo colectivo, porque los muertos no lo han hecho; a diferencia del junco, se quebraron) o el "ahora más que nunca" y sotiene también aplausos de todos para todos. 

Somos hermanos, pero, como se dice, "cuando esto pase, que pasará..." pues dejaremos de serlo, nos olvidaremos. Y quizá hagamos bien. El coronavirus no surgió ayer. Podríamos tener un mejor conocimiento de él, incluso quizá una improbable vacuna. Pero las demás especies sólo son o no utilitarias. Atrás quedaron, en los libros de los viejos naturalistas, la anatomía y fisiología comparadas. Quizá alguien se haya comido un murciélago, haciéndose así versión moderna de Drácula. Estamos vampirizados a tal punto que, incluso de día, vemos al otro como eso, como un posible vampiro letal, que ya ni se molesta en acercarse a chuparnos la sangre; le basta con estar y respirar.

Esto dará para muchas reflexiones de todo tipo. Por ejemplo, veo pocas corbatas negras en la televisión a la vez que se anuncia la incipiente victoria de un individuo colectivo (hay menos muertos, se dice). Veo aplaudir a los que salen de UCI, a sanitarios, a policías, a muchos. No a curas, que proporcionan apoyo a quien, siendo creyente, está en las últimas. Hoy hacían torrijas para moribundos. No ven a un familiar, pero pueden (¿pueden?) comer media torrija.

Y la muerte... Ni Philipe Ariès imaginaría que en estos tiempos llegaríamos, no ya a negarla, sino a no poder verla, a no poder tocar, en sentido literal, el cadáver de alguien querido. Algo que acepta quien lo acepta, claro.

Y "cuando esto pase, que pasará" (otra afirmación para todo tipo de anuncios y que resulta indecente para quien ha perdido a alguien), nos volverán a prometer la juventud hasta los 140 años, la edición genética eugenésica, las terapias que "engañen" a células (como si fueran agentes intencionales) y demás tonterías cientificistas. Ah, pero ahora no es momento de cientificismos sino de ciencia... y tiene su tiempo. Ya no se nos habla del microbioma ni del gen que podría curar el cáncer ni de demás bobadas. A la vez, esa ciencia está perturbada seriamente por la pseudociencia. Y no por la de quiromantes o astrólogos. No. Esta vez la pseudociencia es la enunciada por "expertos" asesores.

Y "cuando esto pase, que pasará", nos caerá otra pandemia con otro nombre, que arrasará, porque nos volverá a encontrar como ahora, como en 1918, indefensos y más estúpidos que hace un siglo.




4 comentarios:

  1. Querido Javier:
    Como bien sabes, en materia de biología y medicina soy tan solo un simple aficionado, aunque trato de mantenerme informado, lo cual no es nada sencillo, puesto que el “todo saber” de la ciencia, como se expresa Lacan en alguna ocasión, demuestra ser un saber atravesado por una profunda inconsistencia. Un saber que no se sostiene en una autoridad auténtica, sino que se fragmenta, se atomiza, en un sinnúmero de opiniones que acaban por acercarse peligrosamente a lo pseudo científico.
    Estoy totalmente de acuerdo contigo en que la tecnología de comunicación podría ser extraordinariamente útil. También comparto la idea de que la “privacidad” es un valor relativo, puesto que la dinámica social a la que todos nos hemos sumado supone una renuncia importante a la susodicha privacidad, una renuncia de la que no somos inocentes ni víctimas: nadie me ha obligado a pertenecer a ninguna red social. No obstante, es cierto que Apple, Google y demás gigantes no se volcarán en esta tarea en beneficio de la Humanidad, sino de sus accionistas. Por lo tanto, y sin rechazar lo que puedan aportarnos, será preciso encontrar un modo para que esta clase de aplicaciones no se conviertan en una vigilancia policial de masas.
    Respecto de la prevención, lo que en estas semanas está saliendo a la luz es que han sido numerosas las voces de expertos y de organismos que llevaban años alertando sobre la posibilidad de una pandemia de características trágicas. Pero prácticamente ningún gobierno quiso prestar atención a esas advertencias, y por lo tanto actuar a fin de que se implementaran estrategias y acciones a priori, y no a posteriori, como ahora está sucediendo. Han habido razones políticas para ese no querer saber, pero también supongo que se añadieron las que a lo largo de la historia han caracterizado a los seres humanos. La novela de Saramago “Ensayo sobre la ceguera”, como corresponde a una verdadera obra de arte imperecedera, explica todo eso muy bien.
    Un abrazo,
    Gustavo Dessal

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    1. Querido Gustavo,
      Muchas gracias por tu comentario.
      Con respecto a la privacidad, creo que el legislador deberá ser muy cuidadoso a la hora de implantar un sistema como el que plantean para iOS y Android. Personalmente, lo vería justificado en situaciones iniciales (que ya no estamos en ellas) o en las de repunte, es decir, en contextos claramente excepcionales y siempre y cuando no fueran más allá de lo que plantea esta pandemia, que no tiene nada que ver con la forma de vida de cada cual. Recuerdo que en los tiempos de emergencia del SIDA se hablaba de "habitos de riesgo" y ya sabíamos a qué se referían. En este caso no hay hábito que valga y cada uno puede ser infectado con independencia de la vida que lleve. En ese sentido, puntual y excepcionalmente, algo así podría valorarse como un plus de seguridad frente a una cesión de privacidad muy concreta y que, en cualquier caso, habría que regular, por supuesto, y revertir en función de la dinámica de la pandemia.
      En esta entrada exageré al hablar de expertos. Por supuesto que los hay, y muchos de ellos se han expresado (no solo fue Bill Gates quien advirtió al respecto, aunque por ser quien es, haya calado a posteriori lo que dijo). El problema parece residir en quiénes son propiamente los expertos que asesoran a gobiernos y hasta qué punto lo hacen sin presión política, algo dudoso. A la vez, se echa en falta una actuación preventivista general. Lo de las masacarillas es un mero ejemplo, pero que revela una tibieza y una fragilidad del sistema escandalosas. Por otra parte, mucho heroísmo y aplauso al personal que está en contacto directo con pacientes (sanitario y no sanitario), pero no se ve que se atiendan en general las voces de internistas, médicos de familia, médicos que atienden casos de Covid-19 en general. Tiende a primarse el criterio de epidemiólogos y probablemente eso haya sido negativo.
      Un efecto colateral de esta pandemia ha sido revelar las deficiencias tan importantes existentes en los geriátricos, que ya existían antes de que el virus se presentara, amplificando su visión.
      Leeré esa novela de Saramago.
      Un abrazo,
      Javier

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  2. Estiven vendo o programa da tvg para o que declarou hoxe, e sin nada que objetar a nivel técnico (faltaría mais), boto en falta a carencia de imparcialidad da sua crítica respecto as medidas tomadas polos gobernos nacionais e autonómicos. Miraselle o plumeiro compañeiro. Parece mais tertuliano de telecinco que técnico profesional do seu campo.

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    1. Haciendo una excepción, ya que no cuelgo nada de personas que no tienen la deferencia de decir quiénes son, refugiándose en un anonimato cobarde, he colgado su patético comentario. Para que se vea. Simplemente.

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